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Sad song


Ayer regresaba a casa envuelta en ese cansancio típico del que lleva todo el día dando tumbos, acalorada pese a la lluvia, con los pies molidos por los tacones, pensando en lo rápido que se fue el mes de octubre, del que ya estoy añorando la luz de los atardeceres, las hojas de los árboles que alfombran las calles, estos últimos momentos de tranquilidad antes de sumirme de nuevo en la misma rutina de otro invierno que vuelve.

Pensaba en todo esto y en algunas cosas más frente al escaparate de una tienda de vinilos de esas que malviven en pleno centro de Madrid, junto a un montón de tiendas de souvenirs. Iba despistada como siempre y aun así, pese a mis prisas, el paraguas y mi despiste, una portada me llamó la atención: la del vinilo original del plátano de la Velvet que reposaba polvorienta junto a otras tantas otras amontonadas en cajas de cartón consumidas por el sol.

No me preguntéis que me empujó a entrar, ojalá lo supiera. Tal vez sobredosis de sueño y de cansancio, tal vez sobredosis de canciones que no dicen nada.  Tal vez una voz dentro de mí que me llamaba… Lo único que sé es que cuando me quise dar cuenta estaba revolviendo discos y más discos, singles, y viejos CDs con verdadero ahínco mecida por la música de Lou Reed…

 

Staring at my picture book

She looks like Mary, Queen of Scots

She seemed very regal to me

Just goes to show how wrong you can be

 

I’m gonna stop wastin’ my time

Somebody else would have broken both of her arms

Sad song, Sad song, Sad song, Sad song

 

Y sin querer me acordé de ti…

 

Fue sentir los primeros acordes de “Sad song” para volar a otro octubre muy antiguo que creía olvidado y en el que los protagonistas fuimos nosotros. Cuanto más revolvía más me acordaba de ti, de aquellas noches oyendo música sentados en el suelo entre cojines chillones mientras el tiempo parecía no pasar, y sin embargo, cuántos planes, cuantas risas, cuantas historias no vividas,

 

y traté de imaginarte.

 

Traté de imaginar cómo sería ahora tu vida sin mí, qué estarías haciendo y con quién. Te imaginé sonriente, feliz con tu cigarrillo en la mano y esa sonrisa maliciosa que tanto me gustaba, con tu libreta y tus bolígrafos desperdigados por la mesa. Y me acordé de aquella tarde en el concierto de las Ventas, cuando me susurraste despacio “Si el mundo estalla que nos pille juntos” …

…aquella tarde jugueteando con mis dedos, fue cuando me di cuenta que no existen mostradores donde se compren billetes para la felicidad, que desperdiciar los buenos momentos debería de estar prohibido. Aquella tarde loca en la que el concierto fue una excusa más para reírnos del mundo y de nuestros problemas, para descubrirnos pudorosos por primera vez, mientras la música se hacía cada vez más y más lejana hasta no oír más que nuestra respiración en aquella tarde donde nada importaba, ni siquiera nosotros mismos mucho menos la música.

Lo nuestro fue un viaje de ida y vuelta, lloramos y reímos, nos hicimos adictos a una felicidad fabricada a nuestra medida, al sonido del mar y a las noches de verano. Por aquel entonces que ahora se me antoja demasiado lejano, el futuro estaba teñido de presente. Nunca pensamos que nos apearíamos del tren en marcha, ni siquiera cuando íbamos tan ligeros de equipaje como para pensar en otra cosa que no fuera vivir deprisa y sin freno.

Las personas no deberían dejar de brillar y tú lo hiciste. Con los años perdiste la luz hasta convertirte en una sombra gris, en un caos lleno de amargura. Perdiste la inocencia, cambiaste tu corazón de lugar; querías volar, ser tú…ser. También yo la perdí, perdí aquella inocencia: se rompió sin hacer ruido como una pompa de jabón. Y ahora estoy tratando de recomponerla, de recuperarla haciéndole cosquillas a la suerte, esa suerte que aunque me diga que dentro de mí hay una ganadora no termino de creerme por más empeño que ponga, por más años que pasen.

No te lo vas a creer pero ayer las calles volvieron a preguntarme por ti y yo no supe qué decir, continué acurrucada en mi nostalgia: antídoto de tantos y tantos recuerdos y continué buscando en los estantes polvorientos de aquel otoño mientras Lou Reed me cantaba al oído…pero no te encontré, no. Ni siquiera una respuesta entre esos viejos vinilos que pasaban entre mis dedos, cansados, lentos…moribundos como aquella triste canción.

 

 

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Foto: Jose Granizo.

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