Cuando me propuse escribir periódicamente sobre los Balcanes tenía claro el epicentro, el punto donde se clava la aguja del compás, que bien podría ser Sarajevo. Más concretamente en el lugar del mapa donde se encuentra la fuente de Sebilj. Mi pregunta ahora es: ¿hasta dónde llega el círculo? Me he propuesto abrirlo todo lo que pueda, que llegue incluso a la otra orilla del Mediterráneo. Tengo que decir, a propósito de la última entrada, que somos muchos los que vemos un parecido entre Tánger y la capital bosnia. Ciudades que tienen muy presente la mezcla de religiones y culturas en su ADN.
Las dos han sufrido un cambio demográfico grande, con un turismo que no termina de despegar y están recibiendo una importante influencia religiosa y económica de los países del Golfo Pérsico en los últimos años. También encontramos que son dos ciudades que se miran en el espejo de una Unión Europea que, a pesar de su cercanía, no les presta mucha atención.
Según el diccionario de la R.A.E. el sustantivo “Afuera” se usa en plural con el sentido de periferia o alrededores de una población. Tampoco tengo claro si tengo que escribir solo sobre un espacio físico, pienso que hay otros territorios periféricos que son muy interesantes. Me estoy refiriendo a la memoria.
© Juan Cañamero.
Manel Barriere nos habla en su magnífico libro No sabréis nunca (Ed. Piedra Papel libros) de escenarios como Madrid, Jerusalén o Auschwitz. Lugares donde la historia dio cobijo a una memoria colectiva que está presente en nuestros días. En sus páginas encontramos un espacio y cierta cartografía urbana que me interesa y de la que quiero apropiarme: “testimonios de supervivientes, recuerdos, fotografías rescatadas, anécdotas familiares y silencios” un entramado histórico que, de alguna manera, aflora en la memoria. Este puede ser un buen punto de partida, un escenario de ciudades con mucha fuerza y personalidad, en las que todavía se adivina la presencia de Vojka Djikić (1932- 2016): Poeta, traductora, periodista y editora yugoeslava que durante el asedio no dejó de trabajar en Radio Sarajevo. Este sería parte del material con el que querría trabajar en las próximas entradas. Ahí va un poema suyo que me he tomado la libertad de traducir del inglés, como ejemplo de memoria que ha quedado atrapada en la periferia de estas ciudades:
Un invitado puede llegar
Abrázame fuerte
Y encontraremos el camino a casa
Allí, todavía arde el fuego
Y en las esquinas
Los libros
que deben ser leídos
yacen abiertos
y el jardín está para ser escarbado
y las rosas podadas
Así fue dicho
Cuando arreglemos el techo
Y pintemos la puerta de rojo
Un invitado puede llegar.
© Vojka Djikić.
© De la traducción Isaak Begoña.
He elegido este poema suyo, que gira en torno a una casa, porque en estos días en los que se avecina el invierno hay muchas personas migrantes que se están quedando varadas en Bosnia y Serbia. La mayoría de las veces son devueltas en caliente por la policía croata y eslovena. Son chicos y familias que están intentando (re)construir un hogar en Europa. No sé si los 360 kilómetros que separan la ciudad de Velika Kladuša de Sarajevo, y las cinco horas de trayecto en coche, serán muchos para que todavía pueda ser considerada periferia. Igual desde un punto de vista físico sí, pero a mí me parece que, a pesar de la distancia, sigue siendo un círculo concéntrico muy cercano.
Tal y como denuncia la ONG española No Name Kitchen en su página web el pasado 31 de octubre: “El día a día en Bosnia sigue siendo muy duro para personas migrantes y refugiadas. Las autoridades han decidido desalojar las calles (El gobierno cantonal anunció hace unos días que no se permitirá que las personas refugiadas paseen por zonas pobladas). Para ello, las autoridades estuvieron durante días desalojando los edificios donde las personas viven, para trasladarlas a Vucjak forzosamente. Cabe recordar que en los campos oficiales no hay espacio y lo único que queda es este asentamiento a las afueras de Bihac, hecho con tiendas de campaña, sin servicios básicos y que es un antiguo vertedero de basura, rodeado de minas antipersona sin desactivar, sin acceso a agua potable y con una clínica médica que se encuentra alejada del lugar, en la actualidad. También hemos visto cómo en Velika Kladusa meten a las personas refugiadas en furgonetas para llevárselos a Sturlic, una aldea, donde los dejan en medio de la nada, obligando a las personas a caminar durante horas de vuelta a sus “casas” sin agua ni comida.”
No sé qué pensaría Vojka de este panorama que existe hoy en los Balcanes, donde hay para todo el mundo: el Gobierno bosnio, Serbia, la policía croata y eslovena, nuestra Unión Europea que con su silencio está siendo cómplice… lo que sí me atrevo a afirmar, conociendo su obra, es que la puerta de su hogar estaría pintada de rojo y abierta.