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AcordeónLa estrella vespertina. Memoria contra el coronavirusElvira González Hernández, sobrevivir con la astucia que exigía la escasez provocada...

Elvira González Hernández, sobrevivir con la astucia que exigía la escasez provocada por la violencia

(Madrid. Costurera, murió a los 90 años el 31 de marzo). Nunca he sabido decir cuántas hermanas tenía mi abuela, aunque conozco sus nombres como los de los personajes de las novelas larguísimas, ligados a una forma de ser y al recuerdo de alguna anécdota que compartimos en la infancia. Si tuviera que simplificar, las dividiría en dos grupos: las de los ojos grandes, brillantes como un faro negro y más bien morenas, y las altas, de rostro anguloso y expresión lejana. Como mi tía Piedad, la tía Elvira, que en realidad no era mi tía sino mi tía abuela, pertenecía a la última clase, y eso me confundía de pequeña. También de mayor, cuando me costaba diferenciarlas en las fotografías en blanco y negro que guarda mi madre, la última memoria de una familia que ha desaparecido casi por completo. Mi tía Elvira, que se llamaba Elvira González Hernández, ha fallecido hoy a los 90 años, tras pasar la etapa final de su vida en una residencia de Madrid. Hija de una familia humilde, su infancia transcurrió en San Martín del Pimpollar (Ávila), en una pequeña casa de pizarra construida en lo alto de la sierra de Gredos, donde nació en 1930. Durante la posguerra, su padre le animó a aprender costura, convirtiéndola en la pupila de un sastre de Arenas de San Pedro. En esa época, algunas de sus hermanas ya trabajaban en la capital, donde sobrevivían con la astucia que exigía la escasez provocada por la violencia. Cada vez que la visitaban, mi tía Elvira hablaba de su pueblo. Como ocurre a menudo, regresamos a los paraísos perdidos cuando la vida empieza a escaparse. Divertida por echar la vista atrás, mi madre me contaba que se reía como una niña. Yo sé que me cuidó de pequeña, y que vimos juntas La tonta del bote, una película de Lina Morgan que le sacaba una sonrisa. Sin entretenerme, lo cierto es que venía a casa cuando mi abuela empeoraba, dispuesta a ayudarnos en lo que nos hiciera falta, en un gesto que no he olvidado y que hoy le vuelvo a agradecer. “No nos hemos podido despedir de ella -ha lamentado mi madre-, así que explica que es un homenaje en su recuerdo”. Espero haberlo conseguido. Silvia Nieto.

 

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