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Mientras tantoCómo era la anterior era teatral para Raúl Losánez

Cómo era la anterior era teatral para Raúl Losánez


Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿mayo? ¿septiembre?…) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido  de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…

¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
Uf, pues la verdad es que… son ya muchas anécdotas. Y, en el fondo, por penosas que sean, las recuerdo prácticamente todas con cariño. Si vas mucho al teatro, terminas como el replicante de Blade Runner, viendo “cosas que no creeríais”, y no necesariamente “cerca de la Puerta de Tannhäuser”, sino en pleno Madrid. He visto al SAMUR atendiendo al protagonista de una obra en mitad de la función, a espectadores discutiendo a voces y dejando enmudecidos a los actores, a algún importante dramaturgo que se ha quedado dormido desde el primer minuto de la representación hasta el último, a un grupo de espectadores viendo un partido de fútbol por el móvil en mitad de la obra, a dos actores teniendo que repetir varias veces, por un problema técnico, una escena íntima con desnudo integral incluido; a gente que ha entrado en la sala con bebés, los cuales, lógicamente, se han puesto a llorar a los pocos minutos como si estuvieran viendo a Herodes; he visto incluso a un tipo más grande que un armario, después de haber ingerido vete a saber qué maravillosa sustancia, increpando a los actores a grito pelado desde el patio de butacas sin que el personal de sala se atreviese siquiera a llamarle la atención. Pero tampoco es cuestión de ver la paja en el ojo ajeno; yo mismo he protagonizado anécdotas bastante ridículas: me he confundido de hora y de teatro en muchas ocasiones, y me he quedado, como consecuencia, en la puñetera calle sin ver nada; también he entrado en salas a ver montajes que no eran los que yo pensaba que estaban programados, e incluso me he metido a ver alguna obra dos veces, sin darme cuenta de que ya la había visto antes; he alcanzado el patetismo absoluto llegando tarde a un espectáculo en el que el propio protagonista, al tiempo que recitaba, me dedicaba una expresiva mirada, advertida por todo el público, con el evidente subtexto de “¡ya te vale!”; y, sí, muy a mi pesar, por si fuera poco, yo también me he quedado dormido en mi butaca, y no una ni dos veces.

¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
Me gustó mucho Nise, la tragedia de Inés de Castro, de la compañía Nao d´amores. Es un espectáculo de una belleza extraordinaria, repleto de hallazgos formales, y en el que todo está cuidado con exquisita elegancia y sentido artístico. Es increíble cómo Ana Zamora logra siempre recuperar la hermosura de nuestra poesía dramática más antigua sin hacer bruscas transformaciones. También me gustaron mucho Naufragios de Álvar Núñez, que era un lujazo de producción dirigida por Magüi Mira; Las cosas que sé que son verdad, un obrón de Andrew Bovell dirigido por Fuentes Reta; la gamberrada de Teatro en Vilo llamada Man up; o, cómo no, Andanzas y entremeses de Juan Rana, el último trabajo de los siempre ingeniosos Ron Lalá.

¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
Lo último que vi fue Delicuescente Eva, en el Teatro de La Abadía. Muy buena. Una obra de autoficción escrita por Javier Lara. Formalmente, es bastante caótica –aunque diría que lo es deliberadamente-, pero logra capturar en ese caos algunos instantes muy potentes dramáticamente, con mucha verdad, y aun con cierta poesía. Sin duda, en ello tiene que ver la dirección de Carlota Gaviño. Además, el propio Javi Lara, María Morales y Natalia Huarte están estupendos en las interpretaciones; la escenografía y la iluminación son formidables, la ambientación sonora es brillante… En fin, la obra es extraña, incluso desconcertante a veces; pero llega… y golpea.

Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…

Esta divina prisión

Ya que se trata de algo personal, os mando la foto del equipo de Esta divina prisión (del que tengo el placer de formar parte) agradeciendo al público del Teatro de la Comedia los aplausos al final de la función. Se trata de un espectáculo de poesía mística que se estrenó en octubre en dicho teatro, dentro del Festival Místicas, y que iba a ser programado en algunos festivales veraniegos; pero, claro, con la que está cayendo, nadie sabe qué pasará con esos festivales. La foto define bien mi relación con “aquella era” por la sencilla razón de que ahora mismo no sé si en esta, citando de nuevo al replicante de Blade Runner, “todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”.

(Raúl Losánez, crítico y escritor)

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