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Mientras tantoCómo era la anterior era teatral para Mamen Camacho

Cómo era la anterior era teatral para Mamen Camacho


Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿mayo? ¿septiembre?…) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido  de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…

¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
Por lo especial que fue para todos y lo reciente, tengo un recuerdo vívido de los calentamientos de El burlador de Sevilla, dirigido por Josep Maria Mestres, antes de salir al escenario del Teatro de la Comedia. Cada tarde estirábamos, bailábamos, nos mirábamos a los ojos, gritábamos al unísono nuestros lemas de la función, nos abrazábamos (algo que parece impensable en esta nueva era)… Teníamos la impresión de estar más atentos al mundo que nunca, para desestimar su ruido y reproducir su poesía. Y ahora los bailes con mis burladas (Irene Serrano, Elvira Cuadrupani y Lara Grube), las sobremesas de Almagro y los versos vuelven a mi memoria una y otra vez estos días.

¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
Las canciones de Pablo Messiez, en el Teatro Kamikaze en septiembre del año pasado fue una experiencia realmente liberadora. Lo recibí con una entrega y una valentía a la que no estoy acostumbrada. Siete intérpretes viviendo e invitando al espectador al no tan sencillo acto de escuchar, de recibir con los sentidos, a lo primigenio. Como dice Messiez, todos estamos muy conectados a la música ya desde antes de nacer, las notas nos llegan antes de que podamos hablar o entender, y en mi caso esa conexión se acentúa porque comencé a bailar con cuatro años, así que encontrarme con una función que te engancha desde el sonido, desde el movimiento, llevándote hasta las preguntas más existencialistas de Chéjov (de todos) con tanta sensibilidad, fue muy emocionante. Todavía en casa nos ponemos de vez en cuando a Nina Simone y escuchamos y nos dejamos llevar. Y no digo más, que no quiero desvelar, con la esperanza de que vuelvan en esta nueva era.

¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
El Teatro de la Abadía programó durante muy pocos días de este febrero la función Lear (desaparecer), una producción de [los números imaginarios] Ensamble y Bella Batalla dirigida por Carlos Tuñón y con la colaboración dramatúrgica de Gon Ramos. El trabajo, a partir de El rey Lear sobre la memoria y las relaciones entre generaciones, me tocó especialmente por motivos familiares personales pero lo que más me impactó fue la propuesta, a la que ya me había acercado en otra de las obras de este equipo. Anteriormente ya había asistido a la experiencia Hijos de Grecia de la misma compañía en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, un evento de doce horas en tres tramos, con paradas para tomar algo, con la posibilidad de moverse por todo el teatro, entrar y salir, como si estuvieras viviendo una fiesta Dionisiaca o un festival barroco. Se reflexionaba sobre las grandes preguntas de las tragedias griegas acercando esas cuestiones a nosotros, a nuestra época, llegando a dilucidar cuáles son nuestras propias preguntas trágicas, qué tienen en común con las de entonces. Fue una verdadera revolución emocional para mí, que siempre he sido bastante tímida como espectadora y sin embargo parece que últimamente disfruto mucho los espectáculos que incluyen al auditorio en un rito, que lo interpelan y lo hacen parte de la celebración. El gran poder del teatro.

Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…

Mejor historia que la nuestra

Iría a mis inicios con la compañía de mi querido amigo Francesco Carril y nuestra Vida en tiempos de guerra, esas tardes de ensayos en la Champañería María Pandora mientras se ponía el sol y las velas empezaban a encenderse esperando la entrada del público, que íbamos a tener a dos palmos de distancia, que miraríamos directamente a los ojos, bajo el atento cuidado y cariño del gran Luis Miguel Madrid (Luismi). Pero sería una repetición nostálgica de la foto de mi querido compañero y director con Paloma Zavala, Julio Hidalgo, Georbis Martínez y Antonio de Cos. Avanzaré un poco en el tiempo hasta otra de nuestras funciones, Mejor historia que la nuestra, dirigida también por Francesco, en la que a nuestra amistad profunda, a nuestras ganas de investigar, de buscar la honestidad con lo que estábamos contando y con nosotros mismos por encima de todo, se unieron la dramaturga Lucía Carballal, el actor Chema Muñoz, y dos miembros fundamentales del equipo: Joaquín Navamuel y Verónica Doynel. Una época en la que el teatro y sus aledaños ocupaban toda nuestra energía. Ensayábamos mucho por puro placer y por el disfrute de compartir tiempo y vida con esas personas tan bellas a las que agradeceré siempre la compañía y que mantendrán por siempre un lugar entre mis personas importantes.

(Mamen Camacho, actriz)

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