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Mientras tantoCómo era la anterior era teatral para Carlota Ferrer

Cómo era la anterior era teatral para Carlota Ferrer


Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿junio? ¿septiembre?…) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido  de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…

¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
Tantas que es verdaderamente difícil elegir una … Me voy a una reciente: Estábamos de gira con Esto no es la casa de Bernarda Alba y fuimos a Tbilisi en Georgia, donde nos recibieron con un cariño inmenso, porque estudian y aman a Lorca como nosotros. Tanto le aman que hubo overbooking en taquilla, sobrepasando los mil espectadores que tiene el teatro de aforo, y había gente viendo la función de pie al fondo y en los palcos (algo que en España hubiera sido impensable por el incumplimiento de normativa y que hoy se añora más que nunca: la devoción del espectador por abarrotar una sala). Darío Facal había venido a ver la función, aunque ya la había visto en el estreno en los Teatros del Canal, porque al día siguiente impartíamos juntos una charla en la Universidad, y estábamos juntos entre cajas, y al terminar la función, en el escenario, me esperaba un despliegue increíble de cámaras de televisión muy inusual en España cuando se trata de teatro. (Sentí ser Lady Gaga, por esto y por la suite de hotel donde me alojaron. A lo largo de mi carrera he toreado en todo tipo de plazas…) A gran velocidad se abalanzaron sobre nosotros y empezaron a colgarnos micros por todas partes, bolsillos de delante, detrás, cuello… fue muy divertido que pensaran que Darío era José Manuel Mora, autor de la versión; hubo que deshacer el entuerto y no todos hablaban inglés.

También podría haber contado cuando, interpretando a Adela en el Teatro Arriaga de Bilbao, Eusebio Poncela casi me deja en pelota picada al improvisar un tirón de toalla que me pilló desprevenida en una de las escenas, pero la dejamos para otro momento. O el día en el que a los cinco minutos de haber comenzado la función de La leyenda del tiempo en el Pavón Teatro Kamikaze tuvimos que suspender la función porque hubo un apagón en todo el barrio.  O cuando en la Abadía tuve que bajar al escenario por la grada de público (era la ayudante de dirección), justo un día que llevaba unas botas muy ruidosas, pensando que a Tomás Pozzi le había dado un infarto, y cumpliendo el tópico «¿Hay algún médico en la sala?»

¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
Muchas… pero voy a decir un par: Under the Influence dirigido por Maja Kleczewska del Silesian Theatre en el pasado Festival de Otoño, y la pieza Solo de Israel Galván en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, donde creo que la magia de ese espectáculo se multiplicó por dos. Si hoy echo algo de menos es esa magia del teatro como peregrinación a un acto sagrado de comunión entre muy diferentes individuos. Los espectadores ávidos de una experiencia que trascienda la cotidianidad. ¡Y la caña o el vino de después, por favor…!

¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
La última función de La leyenda del tiempo (que codirigí con Darío Facal) el 8 de marzo en el Pavón Teatro Kamikaze, pero para no auto citarme, un par de semanas antes fui a ver West Side Story dirigida por Ivo Van Hove y coreografía de Anne Teresa de Keersmaeker en el Broadway Theatre en New York.  Me encantó, es un antes y un después en la historia de los musicales a nivel conceptual y de puesta en escena, mereció la pena el precio de las entradas, no apto para cualquier bolsillo (40 dólares de tasas sumadas al precio de cada entrada que puede oscilar entre los 80 dólares con muy mala visibilidad y los 400 dólares primeras filas, dependiendo del día).

El público americano es un público superentusiasta y siente energéticamente una predisposición contagiosa a pasarlo bien fuera de lo común ya desde la entrada al teatro, sea cual sea la función. Aunque ya sabemos que en general sobre las tablas americanas hay más entretenimiento que pensamiento agudo.

Al día siguiente tuve la suerte de ir al BAM de Brooklyn (a mi juicio, la programación artística más interesante de la ciudad de los rascacielos) al estreno absoluto del documental Cunningham, que recrea la era dorada del maestro de la danza Merce Cunningham y sus colaboraciones con diferentes artistas como su elenco de bailarines, el compositor John Cage y figuras de las artes plásticas como Andy Warhol, demostrando que locura y excelencia maridan muy bien. Y cuando salí del cine, inesperadamente, el descubrimiento de la cantante Jaime Woods (desconocida para mí a pesar de que tiene algún Grammy) daba un concierto con entrada libre. Mi amiga Rebeca Minguela y yo éramos la gota de leche en el abarrotado BAMCafé y lo “dimos todo”. Me enamoré de esta artista, y en especial de un tema que desde que comenzó el confinamiento canto cada día llamado Hello Morning y quizá sea mi próximo tatuaje.

Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…

37 Festival de Otoño

Esta foto fue tomada para celebrar el fin de la 37ª edición del Festival de Otoño que tuve el honor de dirigir, junto a este equipo maravilloso; desafortunadamente no están todos*, pero representa el cariño y el amor con el que lo hicimos, y pone de relieve que en la cultura no solo trabajamos los artistas, sino un equipo de profesionales cada uno de ellos imprescindible. Nunca mejor que hoy, en plena pandemia y crisis del sector, para reivindicar su reconocimiento y gritar que se puede y se debe trabajar con exigencia y eficacia con un espíritu amoroso y en diálogo permanente, algo de lo que deberían tomar nota nuestros políticos.

(Carlota Ferrer, directora, actriz y coreógrafa)

 

* El equipo de la 37ª edición del Festival de Otoño. Los que están en la foto: Carlota Ferrer, Luisa Hedo, Mar López, Julio Provencio, Cristina Toledano, Valentina Picotti, Lorenzo Pappagallo, Lucía Díaz Tejeiro y Manuel Benito. Los que no pudieron salir en la foto: Pilar Estrela, David Benito, Antón Ferreiro, Cristina Bolívar, Roberto  Baldinelli, Alicia Calot, Andrés Dwyer, Álvaro García Vilches, Luisa Castiñeira, Cristina Álvarez, Lucía Martínez, Tomasz Jan, Gema Rollón…

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