Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoRe - construir

Re – construir


En la cama. Aún con el olor del otro. Portazo. El adiós airado del amante ocasional provoca que se deslice al suelo una foto en blanco y negro que guardaba junto a los discos de vinilo. Es Antonio Vega. En todo su esplendor, poco después de acabar la mili, en Fuengirola, donde pasaba las vacaciones de verano con la familia. Primero se abren heridas. Como recién una guerra. Después me llega la brisa suave, mediterránea, de la mirada inocente con la perspectiva de los años salpicada de nostalgia. «Ya estaba en juego la vida en todo su esplendor». No hice caso al «no te enamores de ninguna criatura salvaje». Sus letras, su música, su genialidad, su timidez, ese ser atormentado. Creo que Antonio Vega enamoraba sólo a los escogidos. Le vi hacerse grande y disfruté la magia de los primeros conciertos. Ni músico maldito ni metido en buscadas destrucciones personales. La gente olvida que escribir es un acto de vitalismo, dice Manuel Vilas. Lo genuino de genios como Vega era justamente lo que su presencia nos regalaba a diario. Su forma de decir, sus entusiasmos, sus desdenes y sus silencios. Los largos silencios. Tarde muy calurosa de primavera. Por delante de mis ojos, entre el hueco abierto de la puerta del balcón, la gente avanza despacio por la calle sumida en cansancio y sudor. Confirmo que ahora soy yo la que está fuera de lugar, la que tiene que seguir construyéndose. Y que, aunque finalmente lo consiga, en ese lugar estaré yo sola. Apago la luz. Noche. Sigue parpadeando Skype. Decía García Lorca que el más terrible de los sentimientos es el de tener la esperanza perdida. Sé que lo mejor está por venir, cuentan. Y que vivir es el mayor lujo y la inestabilidad es un privilegio porque la comodidad mata aún más que las certezas. «¿Cuáles son tus manías, tus iras, tus entusiasmos, tus cansancios?». Entendí que la falta de amor hace que este mundo se pare. Y que como Katharine Hepburn amando a Tracy: «Por primera vez comprendí verdaderamente que era más importante amar que ser amada».

Más del autor

-publicidad-spot_img