MIS LIBROS ILUSTRADOS
En alguna página hay dibujos.
RELATOS SIN MIEDO
Estoy muerto
Siempre has tenido un sueño profundo, como si la adolescencia nunca te hubiese abandonado. A veces, en las noches de insomnio te observaba, y veía la felicidad en tu rostro, entonces imaginaba que salías de tu cuerpo y viajabas a otros lugares, y cuando acariciaba tu piel, por si estabas ahí, solo sentía el frio en mis manos. Y era verdad, pues al abrir los ojos me describías tus viajes por encima del azul que pinta el viento, tu danza con las ballenas y tus paseos entre las nubes coloreadas por el sol. Me describías las hogueras en la noche que iluminaban la arena de ámbar, los cuerpos que brillaban a su alrededor y como escribía la luna una partitura en el mar.
A mi nunca me gustó viajar, por eso siempre disfruté de tus relatos.
Inés, hoy más que nunca necesito que te despiertes, necesito decirte que por fin soy yo el que va a viajar. Inés cariño, estoy muerto.
¿Recuerdas mi cuerpo? era una estufa, a veces te alejabas porque no podías aguantar ni un minuto más mi temperatura. Hasta yo me tocaba y me quemaba los dedos. Ahora soy carne congelada entre las sábanas. Siento los labios secos, los ojos hundidos y la mandíbula rígida. Soy una gran nave a la deriva en el mar. Un aire gélido se desprende de mis labios, pero sé que no respiro. Estas sensaciones deben de ser recuerdos, o solo un eco de lo que fui.
Éramos tan jóvenes. ¿Recuerdas aquellas noches de calor en las que bailábamos hasta caernos al suelo y luego rodábamos hasta chocarnos con las paredes?. Después contemplaba tu cuerpo apoyado en la ventana mientras fumabas un cigarrillo y yo te decía: Sal de ahí que te van a ver los vecinos, y tu me contestabas: Qué me vean, déjalos disfrutar.
Creo que ya te lo dije, no me incineres. Si lo haces, me echarás al mar en un lugar incierto. La noche del océano me da terror, no me gustan sus habitantes, como los pulpos, criaturas de otra galaxia de colores indefinidos y cambiantes. El océano es un monstruo que me arrastrará a las profundidades y vagaré entre algas extrañas y seres borrosos.
Entiérrame en el cementerio, es más romántico, me arroparán los árboles y las esculturas melancólicas. ¿Pero cuánto tiempo estaré allí antes de que me vengan a buscar?. ¡Qué terrible!, ahora que llega el verano y el sol da de lleno en las piedras, calienta las puertecitas de cristal y las flores se inclinan tristes hacia el suelo. ¿Irás a verme al cementerio, verdad? Hay gente que no va, se nota mucho en cada nicho, donde hay flores y donde no las hay. Me gustaría que limpiases el cristal cada cierto tiempo, deshazte de las pequeñas arañas que suelen permanecer en alguna esquina de las letras de metal. Por favor, no te olvides de poner una figurita del corazón de Jesús, que sea de cerámica pintada, no me gustan las de plástico. La foto que coloques de mí que sea en color, y si puede ser, esa que estoy tan bien con una media sonrisa.
¿En la otra vida tendré hambre? Espero que sepan que no me gusta el cordero y tampoco el arroz con leche. Si no estás tú, nadie lo sabrá.
Inés, despierta por favor. Está tan oscuro este dormitorio. ¿Te acuerdas de aquel domingo que nos despertamos a las seis de la tarde?
Tienes que avisar a los hijos, los tenemos desperdigados, maldita crisis que se los llevó. Llámalos ahora sin falta.
Inés, siento que ya no estás a mi lado. A partir de ahora irás por ahí a conocer a otros hombres en pubs de la ciudad, como la protagonista de una de tus novelas que leí una vez. Pensabas que yo solo leía el periódico, pero cuando tú no estabas me interesaban esas páginas que tus dedos pasaban.
No sé cuánto tiempo llevo muerto, pasa tan rápido. No viene nadie. ¿A quién mandarán?. Espero empezar con buen pie y que sea alguien que me caiga bien.
¡Por fin, un ruido!, ya llega el día, hay una leve claridad. Puedo distinguir la sombra de una mujer. ¿Será mi madre? Ojalá sea ella, vendrá joven o vieja. La muerte es un misterio, igual puedo elegir yo la edad en la otra vida.
Inés despiértate, ya están aquí, me voy.
Señor Lázaro, señor Lázaro, despierte, es la señora… ¡Qué Dios la guarde en su seno! Voy a abrir la persiana para que entre la luz del sol.
IMÁGENES MENTALES