Durante el indigno confinamiento leí mucho en el Kindle. Lo mejor de todo, el segundo volumen de las memorias de Richard Dawkins, Una luz fugaz en la oscuridad (Tusquets), y su última recopilación de ensayos y artículos, Ciencia en el alma (Espasa), a la que el gigante inglés ha puesto un título un pelín cursi para mi gusto. Para leer libros la máquina no tiene rival. No es solo que ahorre un inmenso espacio en las estanterías, ni que sea mucho más fácil quitarle el polvo. Es que no es necesario que uno se levante a sacarle punta al lápiz, coger el diccionario, encender la luz de la mesilla o recorrer las páginas en busca de aquel párrafo embriagador. Lo que se traduce, probablemente, en un aumento de la fluidez lectora y en un descenso de las distracciones. Los estudios que vinculan, en este sentido, la lectura digital con la superficialidad y la lectura en papel con la profundidad siempre me han parecido muy discutibles. No creo que se deba meter en el mismo saco el Kindle, el iPad y el teléfono. Solo uno de ellos es una máquina estrictamente diseñada para leer libros. Es cierto que el ebook no ha acabado de aprovechar todas las posibilidades que ofrece la digitalización (hipertexto, multilenguaje, etc). Pero ahora solo quiero ocuparme del modelo estajanovista de lectura. A las ventajas reseñadas más arriba, hay que añadir el peso y el precio. Mi Kindle Paperwhite pesa 181 gramos y la segunda parte de las memorias de Dawkins, 616. En cuanto al precio, tengo calculado que cada dos o tres ebooks leídos puedes irte de cena con lo ahorrado.
Hay, por último, dos buenas noticias recientes: el próximo lanzamiento del Kindle Oasis, con una mayor capacidad para ajustar la luz de pantalla. Y la reducción del 21 por cien de IVA que pagaban los libros electrónicos al 4 por cien. El mismo que pagan los libros de papel. Algunos editores se han encogido de hombros y han decidido no variar el precio electrónico, convirtiendo esa reducción –largamente demorada– en una ampliación de su margen de beneficios. Ninguna novedad. Algunos llevan más de una década encogiéndose.