Han transcurrido ya 12 años desde la fulgurante aparición de Happiness, película de Todd Solondz que despertó de su letargo al cine indie norteamericano con una brutal ¿comedia? coral de personajes que se situaban un paso más allá de la excentricidad y que mereció la Palma de Oro del Festival de Cannes. El humor cínico rayano con la crueldad que desplegaba en esta cinta, vuelve a aparecer en Life during Wartime (La vida en tiempos de guerra) película/epílogo que continúa hurgando en la herida de unos protagonistas incapaces de situarse siquiera en los bordes de la normalidad.
Trish intenta superar definitivamente a su ex marido pedófilo a través de un hombre con quien insistentemente afirma que simplemente le hace sentir normal. Mientras tanto, su hijo pequeño descubrirá la verdad sobre un padre a quien creía muerto y al que descubre como un monstruo. Su tía Joy recala en Florida huyendo de su marido, perturbado sexual, y perseguida por la alucinación de un suicida. Para mas inri, el padre sale de prisión en busca del hijo mayor -fruto de una violación- con la idea de cerciorarse de que no han surgido en él los mismos impulsos pederastas. Con estos sombríos mimbres, Todd Solondz construye una serie de escenas que son más bien setpieces, gags de un truculento humor negro cuyas cargas son de profundidad y no de mera carcajada.
Las reacciones ante cada una de las escenas son de dos tipos. En un extremo se situará la reacción de rechazo absoluto ante lo enfermizo de lo expuesto y por otro la risotada ante lo absurdo de lo mismo. Sin embargo, no creo que sea precisamente ninguna de las dos la verdadera intención de la película, sino un compromiso entre la comicidad de lo que escapa a nuestro radar de lo normal y la evidencia de que este tipo de situaciones humanas existen ciertamente, solo que nadie se ha preocupado de llevarlas al cine ante el riesgo de un inmediato rechazo por parte de la audiencia. No pretendo con esto convertir a Todd Solondz en un apóstol de lo grotesco, más bien destacar su valentía en mostrar aquello que no queremos ver no desde la óptica del morbo sino desde el humor, vehículo éste mucho más efectivo. No nos reímos de los personajes sino de las situaciones que se generan, estableciéndose una frontera entre la amoralidad y el sentido del humor.
No hay mejor señal de a qué lado de dicha frontera se sitúa Solondz que su composición de los planos, muy cuidados y con una fuerza sorprendente si consideramos los lugares donde filma. Precisamente aquellos que nunca veríamos en una producción media, aquellos que en lugar de ocultar su fealdad la muestran como evidencia de que también forman parte de la vida cotidiana del ser humano. Los restaurantes cutres, los adosados de cartón piedra de Florida, la desolación de un gigantesco Dinner vacío, una residencia universitaria oscura y opresiva, todo ello va en consonancia con unos personajes para quienes estos lugares se convierten en su hábitat natural. De esta cohabitación surge una estética que Solondtz explota con suma maestría, mimetizando ambas partes en una gama de colores, luces y espacios que son el reflejo de las atormentadas mentes de los protagonistas. En este sentido, todo el reparto está espléndido, comprendiendo a la perfección la necesaria seriedad a través de la cual se logran sentar las bases del ingenio
Life during wartime cuenta con un ritmo algo más lento que en las anteriores producciones del director norteamericano, con las situaciones dramáticas más espaciadas e independientes entre sí. Las pausas y los silencios son tan importantes como los descarnados diálogos que salpican la película, y éstos irrumpen con mayor fuerza ya que en muchas ocasiones nos cogen totalmente desprevenidos. Al constituir un epílogo de Happiness, se trata más bien de resaltar que no hay mucho más que decir de lo que vimos en ésta, ya que todo sigue igual de corrupto en una sociedad que defiende unos valores que llenan muchas bocas pero pocas cabezas. Es aquí donde surgen más claramente unas cargas de profundidad que se hayan presentes ya en el propio título de la película.
Palabras que nos remiten a unos Estados Unidos inmersos en dos guerras como Irak (por mucho que se anuncie a bombo y platillo su fin) y Afganistán, consecuencias directa de no saber ni olvidar ni perdonar. Precisamente esta reflexión carcome al hijo pequeño del pederasta, convencido por los demás de que no hay perdón posible para las atrocidades de su padre, aunque él ni siquiera las recuerde y por ello le sea imposible renunciar a la figura paterna. La sociedad le enseña a no olvidar y tampoco perdonar, y a pesar de tratarse de un caso extremo, también lo fue la reacción del gobierno americano ante el 11-S, que ha dejado a su paso cientos de miles de muertos y dos países al borde de la guerra civil.
Todd Solondz nos propone aprender a olvidar y perdonar. Él, quien precisamente ha sido ignorado por la cartelera española donde apenas un puñado de salas apuestan por distribuir su cine. Lo políticamente incorrecto no parece tener mucha cabida hoy en día, quizás porque tras la carcajada se adivina la desoladora verdad. Nuestra distancia con las historias individuales de Life during wartime puede ser enorme pero la corrupción de valores de nuestra sociedad aparece como un hecho tristemente cercano.