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Mientras tantoCómo era la anterior era teatral para David Luque

Cómo era la anterior era teatral para David Luque


Porque está claro que hemos pasado una era teatral, en la que crecimos, nos formamos, aprendimos… Lo que venga a partir de ahora (¿julio? ¿septiembre?… ) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido de este cambio de era… Para recordar cómo fue la era teatral que acabamos de dejar, proponemos una serie de entrevistas breves, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…

¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral? Siempre me río cuando recuerdo lo que pasó durante un bolo en el festival de Cáceres con El mercader de Venecia, una producción del Teatro de la Abadía dirigida por el alemán Hansgünther Heyme. Carmen Machi, que por aquel entonces no había saltado todavía a la fama, aunque estaba a punto, interpretaba, peinada como un indio Yanomami, todos los pequeños papeles de sirviente que aparecen en la obra de Shakespeare. Al final de la función, todos los personajes estaban en escena esperando a que Porcia, interpretada por Rosa Manteiga, desvelase el engaño de haberse hecho pasar por abogado en el litigio entre Shylock y Antonio. Total, Rosa Manteiga se había olvidado en camerino un pañuelo que era fundamental, por texto y acción, para resolver la situación. Todos los que estábamos en escena sabíamos que la escena no podía continuar sin ese pañuelo. No debieron pasar más de treinta segundos, que sobre el escenario se hacen eternos, cuando, en mitad del silencio, y mientras los actores nos dirigíamos miradas inquietas, oímos los pasos de alguien que corría de un lado a otro a toda prisa detrás del escenario. Era Carmen Machi buscando desesperadamente el pañuelo. Apareció jadeante en escena y con una vocecita infantil de pito característica del personaje hilarante que había creado, interrumpió la improvisación de los actores que intentaban arreglar el entuerto y dijo alto y claro “Señora, ¡se le ha olvidado esto!”. Todos nos giramos, perplejos por la inesperada irrupción de Carmen y al mismo tiempo aliviados porque el pañuelo estaba de nuevo en escena, y aguantándonos los espasmos de risa, logramos terminar la escena. Me encanta esta historia porque es un ejemplo maravilloso de cómo los actores son capaces de salir al paso de las situaciones más inesperadas que surgen durante la representación en directo. Además, me resulta fascinante la predisposición del público para creerse todo lo que pasa sobre el escenario (mientras los actores lo están pasando fatal por el descalabro de la escena original) y tomarlo como parte integrante del montaje.

¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
Me gustó mucho el montaje de El gran mercado del mundo de Calderón dirigido por Xavier Albertí que se pudo ver en el Teatro de la Comedia. Me pareció que el director lograba acercarnos un texto complejo como es este auto sacramental a través de una puesta en escena muy juguetona y arriesgada. A lo largo de la obra se iban sucediendo diferentes estilos teatrales, desde un comienzo más clásico con elementos barrocos a momentos de auténtico cabaret, con números musicales y números de clown. Los actores componían diferentes personajes con un nivel de juego y energía maravillosos; toda una lección de capacitación técnica y generosidad actoral. La escenografía también iba cambiando a lo largo de las escenas y lograba crear diferentes espacios con elementos muy sencillos pero muy eficaces. Al final del montaje, un gran carrusel de feria giraba y daba pie a las intervenciones de los diferentes personajes. Me pareció un montaje fantástico, muy entretenido, muy juguetón y, al mismo tiempo, muy riguroso, ejecutado con una gran limpieza. La puesta en escena, la dirección de actores y la interpretación lograba acercarnos y hacernos más comprensible este magnífico texto de Calderón. Desde mi punto de vista, un lujo de montaje.

¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
Lo último que vi días antes de que se paralizase todo por la pandemia fue King John de Shakespeare dirigido por Eleanor Rhode para la Royal Shakespeare Company (RSC) en el Swan Theatre, en Stratford-upon-Avon. (Yo me encontraba en Stratford ensayando dos de los tres montajes en los que participaba como actor dentro de la temporada de verano 2020 de la RSC… ¡ay, esto os lo cuento en otra ocasión!)  Lo que más me gustó de este montaje era el magnífico trabajo de los actores que, al fin y al cabo, es lo que más me hace disfrutar cuando voy al teatro. El escenario del Swan Theatre tiene una estructura de antigua corrala y los elementos escenográficos que puede albergar son muy limitados. Esto, junto con la cercanía del público, hace que el buen trabajo de los actores sea el elemento más importante de las representaciones que se llevan a cabo allí. En este caso, era maravilloso comprobar cómo los actores lograban transportarnos de la corte de Inglaterra a la batalla de Angers y de allí a una infinidad de espacios diferentes en una obra trepidante que se desarrolla entre grandes intrigas políticas. En un momento increíble, como en un plano cenital de cine, el público llegaba a ser testigo de la fatal caída del joven y malogrado Prince Arthur desde las murallas de un castillo. Otro de los grandes aciertos de esta propuesta era que el personaje del Rey Juan estaba interpretado por una actriz, que en ningún momento se esforzaba por parecer un hombre. Esto no le quitaba verosimilitud a la historia y, curiosamente, te obligaba a replantearte las características que solemos adjudicar al género masculino o femenino.

Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…

Os envío esta foto hecha momentos antes de estrenar Der Fall Babel, de Elena Mendoza, dirigido por Matthias Rebstock, en el Schwetzingen Festspiele en Alemania. Delante del espejo están los regalos que nos hemos intercambiado todos los miembros del elenco y del equipo artístico. Me gusta esta foto porque refleja una cualidad esencial del teatro, que es el trabajo en equipo, la generosidad y la ilusión. Ojalá podamos recuperar pronto no solo el trabajo sino también los besos y los abrazos.

(David Luque, actor)

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