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Mientras tantoEcos del barrio

Ecos del barrio

Sestear absorto y pálido   el blog de Jose de Montfort

 

Acierta plenamente Nadal Suau al vincular la literatura de Hernán Migoya con la de Javiér Pérez Andújar, ambos pasean gozosamente por el extrarradio, por la memoria sentimental de la cultura popular y tienen un alto concepto de la familia, no en su cualidad perfectible, sino en el sentido de que es el centro de gravedad. Además, son sus movimientos sentimentales un oleaje generalmente calmo con golpes de ímpetu intempestivos. Ámbos de una bonhomía tierna, individualista y epicúrea.

Como dice Joan S Luna, tiene Migoya una mirada honesta –algunas veces hiriente, otras desternillante y, algunas más, tremendamente emotiva.

En Baricentro (Reservoir Books, 2020), nos encontramos con la epopeya sentimental de un hedonista atípico y, por decirlo así, siempre in progress, en un crecimiento continuo (lo que no quiere decir que se trate de un crecimiento necesariamente evolutivo). Migoya, después de sus primeros contactos laborales, lo resume así: “resolví que jamás permanecería en un puesto de trabajo si sentía que ya no aprendía nada nuevo en él”.

Y ése es el leitmotiv de todo el texto.

Baricentro es un canto de amor al barrio en el que se crio Migoya, el de la plaza de la Unidad, en Barberà del Vallès, donde “se forjó mi carácter”.  Escribe Migoya sobre su barrio: “me encantaba lo populosos del lugar, la mezcla de orígenes, la campechanía de la gente al tratarse en la calle, el desenfado en las formas y hasta el buen humor del personal para convivir con su cabreo perenne”. Siendo cierta esta afirmación, en esta novela autorreferencial (más que autobiográfica), Migoya demuestra que el contrario también es cierto, pues que el barrio impone una serie de códigos y comportamientos y, en cierta medida, coharta las libertades personales de quien no se ajusta a los cánones.

Así Baricentro es una carta de amor y odio, como no puede ser de otra forma, contra los recuerdos y a favor de uno mismo, justo en un momento en el que todo se desmorona y amenaza con desvanecerse. Porque a los padres de Migoya la vida parece querer atraparles (el padre está al borde de la amenaza de senilidad, por culpa del alzheimer, y su madre sufre un cáncer justo en el momento en el que arranca esta novela que pronto huye hacia la infancia).

Baricentro es un libro sobre el asombro, la curiosidad y la búsqueda. En él, Migoya nos habla de sus “exitosos fracasos”, de su principio de paranoia, de sus miedos y pequeñas vendettas, de sus anhelos, de su exhibicionismo y de sus complejos. De los asustadizos primeros amores, de la mentalidad de los chavales de barrio (que a Migoya le repele y fascina, a un tiempo), pero también de las rancheras, Antonio Machín, Julio Iglesias  y la música popular, del descubrimiento del cine y los libros; la literatura pulp y los cómics y, por sobre todo, de Baricentro: el tótem sobre el que pivota toda la historia, el centro comercial más antiguo de España y uno de los más grandes de Catalunya.

Baricentro no es exactamente una novela de formación (aunque también), pero sí una historia sobre cómo un chico de extrarradio, criado por sus padres en el miedo al mundo exterior (el que excede el perímetro de la familia y el barrio), es capaz de sobreponerse a su heredada cobardía y a abrirse hacia la perplejidad del mundo, con las armas de la fascinación y la nobleza.

 

 

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