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Mientras tantoMensaje Póstumo de Jacques Cousteau a la humanidad. (Parte III y última)

Mensaje Póstumo de Jacques Cousteau a la humanidad. (Parte III y última)


Antes de comenzar con esta tercera entrega y última del gran marino y conocedor de los océanos Jacques Cousteau, quiero agradecer a todas las personas que por vía facebook y por Fronterad, han comentado los artículos y me han dado las gracias por despertar en ellos el sentimiento que de niños o jóvenes han experimentado en la obra de Cousteau  recordando su amor al mar y a todos los seres vivos que en él habitan. La mayoría están de acuerdo con mis apreciaciones del gran olvidado que es Cousteau y que hoy más que nunca se deberían difundir sus mensajes.

Encontré este libro con el mensaje de Jacques en un centro comercial, descatalogado y a muy bajo precio. Cuando lo leí y entendí su gran mensaje que daba a la humanidad después de haber partido al otro universo de la vida, no entendí como este gran libro con estos grandes mensajes habían sido despreciados y puestos a la venta como último recurso para no ser destruidos. Ello me llevó a escribir lo que ahora ya todos vosotros  sabéis, no podía dejar en el olvido sus maravillosas palabras, su razonamiento y su mensaje.

Por todo ello agradezco a tod@s mis seguidores el que hayan compartido este artículo publicado en tres partes a más de 5.000 personas. También me alegra que haya podido entrar en muchas de ellas en la intimidad de su juventud despertando esa admiración por los grandes hombres y mujeres que nos han enseñado amar la vida.

(PARTE III Y FINAL)

LA CIENCIA Y LOS VALORES HUMANOS

Vemos cómo la biología, el estudio de la vida, conduce a la guerra biológica, a los mecanismos de la muerte, la química, a medicinas que curan enfermedades pero también a la contaminación que la induce, la física, a nuevos conceptos sobre el universo que han hecho más libres a la mente humana, pero también a las armas nucleares que nos han condenado con el conocimiento de una amenaza constante. Los medios científicos para exaltar la especie humana han quedado ensombrecidos por los medios tecnológicos para eliminarla.

Hemos permitido, sigue diciendo Cousteau en el capítulo dedicado a la ciencia, que se estrechen los objetivos de la ciencia, que han pasado de ser una búsqueda del progreso global a ser una búsqueda del poder nacional y el provecho personal. Les hemos permitido que tomen sus decisiones en secreto, aplicando la ciencia en nuestra sociedad sin consideración por nuestra sociedad, sin responder ante nuestra sociedad. Nos hemos dejado intimidar por los expertos, resultándonos más fácil alegar ignorancia de las nuevas propuestas científicas que aprender sobre ellas o hacer sentir nuestra voz, nuestras opiniones, nuestras necesidades, nuestros deseos y exigencias. Nosotros, los que pagamos la investigación científica, los que pagamos las aplicaciones científicas, y las armas y los pesticidas y los venenos, nosotros hemos permitido que nos quiten la ciencia, que la usen contra nosotros. Ni los científicos ni los fabricantes de armas ni los especuladores, son los únicos culpables. Nosotros mismos hemos permitido que en la comunidad humana la ciencia quede disociada de la ética de la comunidad humana. Y somos nosotros, solo nosotros, quienes podemos y debemos ponerla de nuevo en su sitio.

Y sigue diciendo que los críticos más duros plantean a los científicos preguntas que parecen justificadas ¿en qué momento se convierte la falta de atención en negligencia? ¿No es la propia negligencia un crimen, y la negligencia que pone en peligro vidas humanas e incluso la vida misma, el crimen último? ¿No deberíamos exigir a los científicos  que estén atentos a los peligros inminentes? ¿No deberíamos despertar a los sonámbulos?.

  Cuando se han quemado libros, solo las páginas se convierten en cenizas, no las ideas. Lo mismo puede decirse del universo. Lo que una persona no descubra, otra lo hará: así lo prueba la historia con su larga lista de casos en los que un descubrimiento fue revelado de manera simultánea por varios científicos que trabajaban independientemente en países alejados. Nadie logrará nunca censurar el conocimiento porque  nadie puede negar la existencia. Eso si añado yo, pueden secuestrar, ocultar, comprar la patente….., pasar años o décadas sin que salga a la luz un descubrimiento que beneficie a la humanidad de forma gratuita, que contribuya al bienestar social, pero tarde o temprano la luz sale de nuevo, algunas veces por necesidad y otras por los nuevos científicos sin títulos, personas que estudian, aprenden, son autodidactas, descubren, prueban, comparan y sobre todo, divulgan para el conocimiento libre de la humanidad.

Jacques nos dice que el despilfarro de los recursos intelectuales de la ciencia ha quedado prácticamente institucionalizado en años recientes a causa de dos políticas concretas: la asignación inapropiada de fondos para la investigación y el secretismo científico. El secreto priva a la sociedad del conocimiento, pero también en algunos casos de su seguridad cotidiana. Amparándose en el pretexto de la seguridad nacional, los departamentos de defensa y las agencias de inteligencia han archivado desde siempre miles de artículos científicos de investigación aplicada en carpetas clasificadas. Ahí esta el caso de NicolasTesla y seguro que de otros muchos investigadores y genios de la historia.

Cousteau lo escribe bien claro. Quien monopoliza sus hallazgos por intereses económicos puede ser mezquino, pero quien oculta hallazgos que pueden afectar a la seguridad humana, a la salud o a la vida, es un criminal. En muchos países civilizados quien se niega a ayudar a una persona en peligro puede ser arrestado y procesado. ¿Son los ejecutivos que, en nombre de la competencia, ocultan información sobre un nuevo fármaco que podría salvar vidas tan diferentes de quien ve morir a una persona y, teniendo el poder de ayudarla, no hace nada?.

Tenemos que dejar, nos advierte, que utilizar los poderes de la ciencia para amenazar a otras naciones y comenzar a utilizarlos para poner fin a nuestras divisiones globales. Debemos aprender que una nación enfrentada a otra es como una mano enfrentada al corazón, dos elementos de un mismo cuerpo vivo que intenta dañar a sus propias partes y destruir el todo. El enemigo de la humanidad nunca ha sido la ciencia, ni siquiera los descubrimientos científicos relacionados con el arsénico o el átomo. El único enemigo de la humanidad es el ser humano. La revolución científico-industrial no ha sido en absoluto una revolución. ¿Qué tipo de revolución fracasa en su intento de proporcionar a las personas hambrientas la comida que necesitan y en cambio proporciona a los ricos comida en exceso? Debemos admitir una terrible verdad: durante más de medio siglo hemos tenido a nuestra disposición la capacidad científica de poner fin al sufrimiento en el mundo. Durante más de medio siglo hemos podido utilizar la ciencia para eliminar las necesidades humanas.

Ante esta profunda lamentación de Jacques Cousteau, añado que si hemos podido y no lo hemos hecho, si podemos ahora y lo ignoramos, evitar la muerte de millones de personas por hambrunas, somos responsables y partícipes de esos crímenes contra la humanidad.

 

LA PAZ CALIENTE: ARMAS NUCLEARES Y ENERGÍA NUCLEAR.

Los contenedores en los que se guardan los residuos radiactivos, se hinchan con los gases y a través de fugas salen a la tierra circundante. Así se expresa Cousteau en el capitulo sobre la energía nuclear. Denuncia que cientos de centrales nucleares envejecidas se acercan a la obsolescencia mientras las compañías y los países que las construyeron no tienen ni dinero para desmontarlas ni lugar donde enterrar las partes contaminadas. Las agencias gubernamentales han eludido el problema de proteger a los ciudadanos simplemente haciendo caso omiso de ellos, vertiendo líquidos radiactivos en los ríos y bombeando toneladas en la tierra, utilizando el sello de “seguridad nacional” para mantener sus sucios secretos ocultos a los ojos de su propio pueblo.

Nos relata el atroz asesinato de cientos de miles de personas civiles en Hiroshima y Nagasaki, como el Presidente de Estados Unidos Harry Truman quiso ser el administrador de esa nueva arma letal e intentar que solo ellos tuvieran la bomba para erigirse superiores a las demás potencias.

Deja claro que la energía nuclear es la fuente más cara a causa de los costes astronómicos de la construcción de unas centrales lo bastante resistentes como para soportar una irradiación constante, por no mencionar la arremetida radiactiva de posibles accidentes. El físico y premio Nobel Henry Kendall, ha calculado, que una central nuclear grande  produce la cantidad de radiactividad de vida larga que liberaría la detonación de casi dos mil bombas de Hiroshima. Para pagar las nuevas centrales, la industria de Estados Unidos cargó a los consumidores incrementos de las tarifas eléctricas de hasta un 50 por ciento. Hoy día, más de un centenar de centrales nucleares en ese país han sido canceladas.

El accidente de la Central Nuclear de Fukushima por un tsunami en Japón  (2011), donde han muerto centenares de personas y cientos más que se irán produciendo con el paso del tiempo, ya lo auguraba Jacques Cousteau en este capítulo de su libro. Decía hablando de la inseguridad de estas centrales radiactivas preguntándose ¿Qué precio pagarán por las decisiones de hoy de abrazar más fuertemente la energía nuclear? ¿Cómo puede ningún simple mortal afirmar que tienen poder sobre las incógnitas de los 250.000 años que durante los cuales los residuos nucleares seguirán siendo peligrosos? ¿Podemos realmente creer todos los imponderables y todos los impredecibles del planeta, los tsunamis, los movimientos geológicos, incluso asteroides, respetarán la integridad de nuestros almacenes de residuos y nuestras centrales nucleares? Cada año sacude la Tierra unos 100.000 terremotos.

Nos dice claramente Cousteau, que la decisión tomada por unos pocos políticos de unas pocas naciones nos afecta a todos. Podemos evitar que negocien con nuestras vidas y con las vidas de nuestros hijos. Basta con que nos demos cuenta de que no necesitamos rendirnos a las dementes irracionalidades de una docenas de hombres cuando nosotros somos miles de millones de personas.

 

LA VIDA EN MIL MILLONES DE AÑOS.

Escribe que la sala de la evolución no solo define nuestro lugar en el tiempo sino que también define nuestro lugar en la fraternidad de la vida. Nosotros, los seres vivos, fuimos descritos por Loren Eiseley como huérfanos cósmicos, sin memoria de la explosión de las estrellas, las colisiones galácticas, las tormentas primigenias y las erupciones de volcanes que nos concibieron. Sin embargo nosotros, los huérfanos cósmicos, no estamos solos. Toda nuestra familia de la vida, animales y plantas, animales de sangre fría o de sangre caliente, todos somos hermanos unidos por antepasados comunes, las primeras células nutridas por la tierra y el mar. Los acontecimientos que tuvieron lugar a lo largo de miles de millones de años en el pasado sin duda pueden guiarnos en nuestros sueños para los miles de  millones de años en el futuro.

Nos aclara que el desarrollo del cerebro y  de la inteligencia progresa a lo largo de vías paralelas durante la evolución de los primates. Entonces la tendencia se fractura de manera abrupta produciendo un cisma entre el chimpancé y el humano. He visto cachalotes comportarse con más inteligencia que los simios. Nuestros homólogos evolutivos más cercanos quizá no sean los primates, sino animales situados en la cima de otra rama del árbol familiar: los mamíferos marinos, y más concretamente en los cetáceos.

El homo sapiens escribe, aún no comprende que su supervivencia depende ahora no de conquistar la naturaleza, sino de protegerla. El hombre ha ascendido hasta su nivel de incompetencia. ¡Nos queda tanto camino por recorrer………!

Jacques finaliza entre otras cosas, escribiendo que la vida ha evolucionado hasta las formas que los biólogos consideran el vertebrado más complejo, al ser humano, y la planta más compleja, la orquídea; designando al pulpo, dada su inteligencia y su devoción por la continuidad de su especie, como el invertebrado más elevado.

Las cuestiones medioambientales siguen cayendo en el olvido, en la ignorancia de políticos que solo ven hasta donde llega las urnas, sin importarles la situación real del mundo, de nuestra Tierra. Lo denunciado por Cousteau sigue vigente, es actual y vamos a peor por la ineptitud de gobernantes y dirigentes que bailan al son de la música que les impone el poder financiero, responsable último de este ataque suicida contra la vida.

La Cumbre de Durban de donde se supone deberían haber salido planes de acción concretos para evitar que el cambio climático siga avanzando y se sigan deforestando las selvas tropicales, ha sido un nuevo completo fracaso. A los políticos no les importa las hambrunas, la desertización, la deforestación…..,de esta forma se convierten en cómplices de todas las muertes que se produzcan a causa del cambio climático que nos quieren amoldar a él, en lugar de evitar su continuidad alarmante hacia una autodestrucción sin precedentes en la historia de la Tierra.

El activista contra la explotación petrolera en Nigeria y en representación de la Red Internacional “Justicia Climática”, Nnimmo Bassey ha preguntado a los gobiernos si no se avergüenzan de su egoísta indiferencia por la creación de esta crisis y el pasotismo e ineficacia para poder dar un respiro a todas las sociedades del mundo. Solo están preocupados del negocio del CO2, un negocio que está hundiendo a muchos pueblos que viven de los bosques.

Bassey ha dicho que “el acuerdo que se está generando aquí significa más años de inactividad. Esta inacción tendrá como consecuencia la incineración de África y causará devastación en todo el mundo”. Este nuevo fracaso supone condenar a muerte a millones de personas. ¿Tenemos que permitirlo? Cousteau nos ha dejado una gran reflexión. El, que vivió las experiencias muy hermosas y nos hizo sentir la belleza del mar, sabía que de no protegerlo, las estampas de la vida se volverían grises, tristes, con colores de muerto de asfixia ambiental.

Condenar a muerte a millones de personas por puro placer de no ponerse de acuerdo en algo tan elemental como la protección de la vida, de  nuestra Tierra, colma el vaso de las dignidades y es un crimen de lesa humanidad que tiene que ser juzgado por los pueblos del mundo. La indignación que nos dejó Jacques en este libro, es la misma que impulsa a la sociedad a indignarse contra la ineptitud, el robo, el acoso, la dictadura y la falta de derechos fundamentales de las personas. El bienestar social ha sido herido por una crisis nacida del poder corrupto financiero. El bienestar de la humanidad esta siendo asesinado ante una dictadura global que ataca el propio significado “humanidad”.

Jacques Cousteau nos ha dejado este mensaje póstumo para defender la vida de la Tierra en toda su amplitud. Un mensaje que debe ser escuchado aunque haya pasado años y muchos hayan intentado que no llegaran sus palabras a ser leídas por usted.

Debemos destapar a los opresores de nuestra sociedad, a los que no quieren que sigamos avanzando y evolucionando hacía un bienestar social total, a los que premeditadamente se aferran a tecnologías obsoletas existiendo energías libres y casi gratuitas al servicio del pueblo, apartar a los políticos ineptos instaurando leyes que impidan privilegios, pedir responsabilidades penales por sus acciones, que no se permita a representantes elegidos por el pueblo proceder de empresas manipuladoras, que tengan responsabilidad penal en el empleo de dinero público.

Cousteau ya lo pedía poco antes de su muerte en 1997, el hombre en su conjunto debe evolucionar hacia un mundo de vida, preservando la biodiversidad en todo su esplendor.

 

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