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María Campos, editora de mesa: «Mi trabajo consiste, básicamente, en dudar todo el rato. Quien duda de todo, no falla»


                                  (Fotografía: C. Campos)

María Campos Galindo (Murcia, 1992) es editora de mesa, traductora y Amancia Hortera en los ratos libres.

Cuenta que eligió esta profesión, «porque tuve que estudiar una Filología inglesa para darme cuenta de que mi pasión era el español y todo lo que tuviera que ver con él». Colabora con Círculo de Tiza, Libros del K.O. y trabaja como traductora autónoma con empresas del Grupo Inditex. Algunos de los libros que han pasado por sus manos correctoras y que ahora disfrutan ustedes son Elogio de la quietud, de Pedro CuartangoCuando el Vips era la mejor librería de la ciudad, de Alberto OlmosPolo de limón, de Íñigo Domínguez o en Hoolingans ilustrados Por si acaso, de Alfredo Matilla.

Con María Campos he hablado con pasión de temas tan importantes y tan al día como la importancia de la ortografía, «la mala ortografía es un marcador de muchas cosas. De desinterés, de falta de orden y atención al detalle, de ser poco cuidadoso… defectos que hablan muy mal de un trabajador, sea del campo que sea. Las empresas no se dan cuenta de que invertir en esto es importantísimo»; saber expresarnos; de la absurda tiranía del ‘tantos seguidores tienes en las redes, tanto vales’ además de su cruzada contra la poesía moderna, «contra los poetuiteros» y también de la otra gran labor que le apasiona (y que podéis seguir en sus redes sociales @LadyWendoline y @amanciahortera_): el diseño (seguro que alguno de vosotros ha llevado uno de sus totes colgado del hombro).

Amigo escritor… está en buenas manos con alguien que tiene esta máxima: «El estilo del autor está por encima de todo. Con respecto a las comas, hay una frase de Fernando Ávila que me hizo mucha gracia: «Ante la duda: no coma; haga dieta». El corrector interviene para mejorar y, como mucho, sugiere. El original es sagrado».

¿Qué tienen en común una traductora, una correctora, una diseñadora y además arrebatada seguidora del Real Madrid?

Un profundo amor por el multitasking y mucho tiempo libre que al final nunca es suficiente.

Se define en las redes como editora de mesa. Explíquenos

Es un concepto que existe, no me lo he inventado yo. Cuando trabajaba como correctora en plantilla en una editorial, a mis compañeras y a mí nos asignaron tareas más allá de la corrección ortotipográfica. Tomábamos decisiones de contenido, revisábamos maqueta y ferros, sugeríamos cambios, teníamos contacto directo con los autores… ¡en ocasiones hasta escribíamos las contras! Hacíamos cosas de editoras, pero teníamos sueldo de carretilleras. Entonces decidimos cambiarnos el titular de LinkedIn a editora de mesa, que sonaba modestamente importante.

A propósito de la corrección ortotipográfica, ¡expliquemos la belleza que contiene tal palabro, que la tiene y mucha!

Ortotipográfica es una palabra muy fea y muy larga, pero viene a implicar todo lo que tiene que ver con ajustarse a las convenciones gramaticales del lenguaje. Tildes, puntuación, cursivas, mayúsculas que no deberían estar y están… Consiste, básicamente, en dudar todo el rato. Tengo entradas de la Ortografía de la lengua española que consulto constantemente, a pesar de que ya me las sé de memoria. Pero mi trabajo es dudar. Quien duda de todo, no falla.

¿Cuáles han sido sus pasos en el campo editorial?

Estudié Filología inglesa y los últimos dos años de carrera me interesé mucho por la literatura. Soñaba con trabajar con libros, pero claro, vivía en Murcia y poco mercado editorial hay por allí. Así que en 2015 hice un curso de corrección profesional a distancia —que yo pensaba que no me iba a servir para nada— mientras terminaba el máster del profesorado. Ejercí unos años y cuando me mudé a Madrid en 2019 decidí probar suerte y hasta hoy… La jugada no pudo haberme salido mejor; no es lo normal, lo sé. Y de ahí que siempre diga que todo lo que he conseguido ha sido gracias a la suerte y la generosidad de las personas con las que me he cruzado.

¿Observando sus pasos, podemos creer en ese tópico de ‘los sueños se cumplen’? Recuerdo que decía en Twitter, «no me voy yo de Madrid sin trabajar en Penguin o en el Real Madrid». Y no ha sido con Penguin Editorial, pero sí lo ha conseguido con dos de los sellos más cool del panorama editorial

Tengo muy presente una frase de David Foster Wallace: «Me gustaría ser la clase de persona que es capaz de saborear las cosas en el presente, en lugar de tener que rememorarlas para disfrutar de ellas». Me recuerdo a diario la suerte que he tenido, la que tengo, y efectivamente intento disfrutar de esta etapa tan buena que estoy viviendo. Tampoco me conformo, y a pesar de la época por la que estamos pasando creo que van a venir cosas buenas. Pero de momento, estoy más que satisfecha. Y lo que dure.

Venga, dígame tres puntos de su programa para que el Real Madrid se fije en usted

Ni soy guapa ni rica ni juego bien al fútbol, así que está complicado. Solo se me ocurre que vivo cerca del Bernabéu y entonces siempre llegaría puntual al trabajo. Pero es mentira: soy tardoncísima.

¿Y como traductora de Gareth Bale? ¿Cree que el ‘tema Bale’ es un problema de comunicación? De los demás, claro, porque el galés con sus goles comunica muy bien. «Bale es la discusión, pero no el problema», decía Hughes en una de sus crónicas…

El tema Bale es un problema de desidia y expectativa. Si llegas como uno de los fichajes más caros del club qué menos que te dejes la piel más allá de una carrera por la banda y unos años mediobuenos. Lo que vino después solo ha confirmado que tiene mayores prioridades que jugar en el club más grande del mundo. Pues él sabrá; la puerta está por allí.

Retomando la conversación, Círculo de Tiza y Libros del K.O., le decía, son dos de las editoriales más atractivas, tanto para lector como para autor. Reitero, ¡está usted en lo más cool! Bromas aparte, son editoriales que defienden a capa y espada «al autor y su experiencia» recuperando eso que definen «periodismo narrativo». Más que el ‘qué se cuenta’ interesa el ‘cómo se cuenta’ y eso es un placer…

Tengo el placer de trabajar con dos editoriales de las que he aprendido mucho y con las que sigo aprendiendo cada día, y cuyo aprecio por los textos está por encima de todo. Tienen una sensibilidad por la palabra con la que me identifico muchísimo. Editan cosas que les apasionan y creo que han montado sus editoriales como excusa para eso, para publicar cosas que a ellos les gustaría leer. El otro día se lo escuché a Emilio, editor de Libros del K.O.: los números importan, pero él lo que quiere es que sus libros se lean; sacar buenos libros. Es un lujazo que existan editores así.

Eva Serrano, fundadora de Círculo de Tiza, creo que confió en usted ciegamente porque «quizá se encomendó a que los murcianos somos gente salá, apasionada y con la receta del arroz a banda incrustada en el ADN». Le nombro a Eva Serrano y qué le viene a la cabeza…

Eva es generosidad. Desde que empecé a trabajar con ella me hizo partícipe del proyecto y me trató con muchísimo cariño. Desde entonces he sentido que se me escuchaba y se respetaba mi opinión (esto es algo que no siempre pasa en el mundo editorial). Y como en el caso de Libros del K.O., cuando escuchas a Eva hablar de un nuevo libro o autor que ha descubierto se le iluminan los ojos. Cada vez que voy a verla me lee un pasaje que le fascina. La sensibilidad literaria que tiene es tremenda. Te transmite una pasión por los libros que he encontrado en muy pocas personas.

Por cierto, ¿qué tiene Murcia que da tanto autor y tanto artista?

¿360 días de sol al año que te obligan a quedarte en casa y encontrar algún entretenimiento, quizá? La escena cultural murciana es potentísima, ¡y está muy denostada! Cosa que casi me alegra, porque cuando la gente va descubriendo escritores y artistas con talento y se enteran de que son de Murcia, se sorprenden. Pues sí, mira, es que en Murcia hay calidad.

¿Cómo definiría la corrección editorial: una profesión, un trabajo técnico, un arte…?  El trabajo del corrector hay que reivindicarlo más (¡cuántos correctores de estilo han desaparecido de los periódicos!). Debéis ser minuciosos, hilar muy fino de manera que no se note que han pasado más manos por allí que las del escritor. Cuando un trabajo se nota es que está mal hecho…

Es cierto que es un trabajo muy invisible (¿tiene graduación la invisibilidad? Pongamos que sí). En la edición, cuando no hay corrector, se nota; y, cuando lo hay, el texto mejora y mucho. Pero las redes sociales han cogido la costumbre de poner a parir nuestro trabajo cuando, después de salir el libro, sigue quedando una pequeña errata. Lo entiendo, yo lo he hecho cuando tenía menos conciencia y respeto por la profesión, pero con la corrección parece que el acierto es contingente y el fallo, innecesario. El fallo está y estará siempre. Y que todo sea una coma o tilde mal puesta, ¡ojalá!

¿Cuál es su metodología de trabajo? ¿Primera y segunda lectura? ¿Primero errores ortográficos y luego cómo se cuenta la historia, la estructura, el ritmo etc?

Ay, la primera y la segunda lectura… si hubiera tiempo y medios, eso sería así. Cuando trabajaba en plantilla hacíamos todo a la vez, y eso es un caos. Con Círculo de Tiza y Libros del K.O. el grueso de la edición lo hacen los editores con mayúsculas, y yo me encargo de lo ortotipográfico, alguna cosa de edición que se haya podido escapar, las unificaciones, el fact checking… muchas veces me meto en temas de ritmo porque soy una friki. Esto lo hago sobre todo con Álvaro, de Libros del K.O., que es otro psicópata de las palabras y podemos estar debatiendo un rato sobre si una frase queda mejor con o sin una coma. Me lo paso genial.

Sin olvidarnos de la importancia de la cultura del corrector. No sólo es ortografía lo que debéis mirar, en vuestras manos caen todos los géneros: cosas de Historia o Ensayo etc y si desconoce la temática puede llegar a malinterpretar como erróneas cuando son correctas…

Hay campos que son más complejos que otros, y para eso existen los correctores de contenido, pero para un corrector es importantísima la cultura general. Y esta es la parte que más me gusta de mi trabajo. Yo soy muy fan de la historia de la Segunda Guerra Mundial y en todos los libros que he hecho en los que salía el tema metía alguna corrección. «A Reinhard Heydrich se le conocía como ‘el carnicero de Praga’, no ‘el sanguinario'». «El comandante de Auschwitz era Rudolf Höss, no Hess». Cosas así. Qué pensarán «qué tía más pedante», pero cada uno tiene sus filias.

Usted dice, «el 90% de los escritores no sabe escribir». Explíquese. Vargas Llosa decía que hoy se lee, «pero más subliteratura. En el siglo XIX los grandes autores eran los más leídos.  Victor Hugo, Dickens o Tolstoi eran inmensamente populares. Quienes leían, leían bien».

Bueno, por todos es sabido que hoy ya no prima tanto la calidad, sino la notoriedad. Que sí, que la separación entre alta y baja cultura está muy trasnochada, pero uno tiene que saber dónde está su sitio. Yo tengo una cruzada contra la poesía moderna, contra los poetuiteros. ¿Por qué? Porque no puedes compartir título con Ángel González o Luis Alberto de Cuenca. Ellos son grandes de la poesía; tú solo tienes el meñique muy suelto para presionar la tecla enter. Si el F. C. Llano de Brujas juega en Tercera Regional y el Real Madrid en Champions League es por algo, ¿no?

Ya han conseguido algunas editoriales que el libro haya caído a los infiernos de la cultura cuando youtubers o influencers copan las listas de los más vendidos ¡y se consideraba el soporte más prestigioso de la cultura! He llegado a leer a Antonio Orejudo que el libro es un elemento más de merchandising….

Pero la responsabilidad de eso la tienen las editoriales, no tanto el público. Todos queremos tener nuestro sueldo a final de mes y si lo que vende es el libro de la de Aluche, pues hacemos tiradas de cinco mil ejemplares. Y a los talentos emergentes los publicamos en una editorial pequeñita, que son las que hacen apuestas arriesgadas. Pero ahí Instagram también está viniendo bien, porque veo cada vez más cuentas de gente que tiene buen gusto y habla de libros de editoriales independientes y entre todos se recomiendan cosas. Este verano ha pasado con Panza de burro, que va ya por la quinta edición (muy bien lo que hacen los de Barrett, por cierto). Así que no está todo perdido.

Sobre la autoedición dice: «Para cuándo un real decreto que lo prohíba»

Pufff, me van a crucificar. Y con razón. A ver, leo en Twitter: «¿Os quejáis de que los libros son caros [?], pues aquí os dejo un hilo de ebooks por menos de 3€», y una lista de libros autoeditados de autores que ni escriben bien su propio nombre (esto no me parece prueba de nada porque podría ser a propósito, ojo. Pero un poco chirría). Que yo coja una historia que parí anoche y la suba a Amazon y me lo pongan en la sección de libros no implica que eso que haya parido sea un libro. Volvemos al problema de semántica con los poetuiteros. A lo mejor hay que inventar un término para este tipo de producciones narrativas, ¿no? No puede ser que Lolita y la cosa que ha escrito Mariluz este verano compartan sustantivo. Se publican demasiados libros y encima tenemos que tragarnos que el ejército de autoeditados nos quieran colar su folletín ilustrado. No hombre, hay que tener un poco de pudor.

Desde aquí sentimos tener que informar a muchos… que no, no todo el mundo tiene un libro dentro y una historia que publicar. Decía usted hace poco, «me he puesto a charlar con el socorrista de la piscina y resulta que es escritor, ¿es que soy la única persona de este país que no lo es?»

Póngase por delante que yo a Jeremy lo aprecio mucho, pero él mismo me confesó que la última vez que leyó un libro fue de los que le obligaban en la ESO. Volvemos a lo de antes. Me pidió si yo podía leérmelo para darle mi opinión. Pues es que no hace falta que me lo lea. Si todos sabemos que el arte moderno no lo puede pintar tu primo de 7 años y que decir eso es una catetada, ¿por qué no existe el mismo respeto hacia la literatura? No todo el mundo puede escribir un libro, y menos sin disciplina ni trabajo ni atención a algunos de los que se han propuesto escribir algo antes que tú. Jeremy, si me estás leyendo, cuando no logré terminar la frase aquel día porque empecé a convulsionar, la respuesta era más o menos esta.

La sensación es que mucha gente busca la fórmula para escribir un libro como si fuera tan fácil como apretar un botón, cuando el secreto está en echarle horas, disciplina ante el folio en blanco. Es un trabajo de insistencia, corregir y corregir… y la gente no está dispuesta a echar horas, viven en la inmediatez del éxito fácil

Pues eso le dije al chaval… Muchacho, cuando acabes el libro, vuelve a leértelo, ¿no? Un par de veces, al menos. Afina, corta, quita paja… Pero qué va. Él pensaba que con el tiempo que le echó escribiéndolo en sus descansos para comer a la sombra del extractor era suficiente y que quizá pegaba el pelotazo. Sí que le preocupó que alguien pudiera denunciarle por difamación o que alguien leyera su libro (…), se identificara con algún personaje y la liara. Le comenté lo del caso de Fariña. Ni le sonaba.

Fíjese que a su tarea la definen como «terapeuta lingüístico» por los errores recurrentes de los escritores, como dice Felipe Benítez Reyes. Es como si te llegara el autor y te dijera ‘tengo aquí un dolorcito, unas frases descompuestas…’

He oído mucho que los autores, en general, no creen que su libro necesite una corrección. En parte lo entiendo, porque eso de corregir suena un poco a afrenta. Por eso, en estos tiempos de eufemismos, a lo que hago vengo llamándolo asesoría lingüística (también lo tengo puesto en LinkedIn). En mi caso, casi todos los autores con los que he tenido contacto han entendido mi intervención como una labor necesaria. Y curiosamente suele ser gente con muchos años de experiencia y un bagaje de publicaciones tremendo. Los newcomers (los autores con poco recorrido) son los que suelen creerse por encima de todo esto.

Para Julio Cortázar, «un corrector de estilo resultaba ser una fuente inagotable de comas sobre las pruebas de imprenta que asumía y aceptaba», pero Cortázar también aclaraba: «Tengo que dejarlo salir así (el texto) porque justamente es así que estoy acercándome a lo que quería decir». Hay que adaptarse también al estilo del autor porque si no puedes convertirte en un programa informático y dejar de percibir lo humano que ese escritor quiere trasladar tras cada línea…

El estilo del autor está por encima de todo. Con respecto a las comas, hay una frase de Fernando Ávila que me hizo mucha gracia: «Ante la duda: no coma; haga dieta». El corrector interviene para mejorar y, como mucho, sugiere. El original es sagrado.

Por ejemplo, Mario Vargas Llosa (vuelvo a Mario) se refería al estilo así: «En ¡Hola! se la pasan muy bien sobre cómo se casan, descasan, recasan … los ricos triunfadores y famosos».  Si el corrector hubiera cambiado «descasan» por se divorcian y «recasan» por se vuelven a casar, le habría quitado toda la originalidad del autor.

Y ahí el texto habría llevado un comentario: «¿Esta insistencia en el mismo concepto es intencionada, Mario? Mira que mucho premio Nobel pero a lo mejor te ha distraído Isabel a mitad de frase…». El nivel, la trayectoria del autor influye mucho. No es lo mismo sugerirle cosas a un autoeditado, cuyos fallos muy seguramente se deban al desconocimiento, que a Cuartango o a Olmos, que si fallan es porque probablemente querían fallar.

«Ojalá siempre se editara con envidia», Sabina Urraca en el prólogo de Panza de burro. Explique esto

Lo dice y estoy muy de acuerdo. Editar con envidia de ojalá lo hubiera escrito yo es una gozada. A veces estoy corrigiendo en mi habitación y quien esté fuera podría pensar cualquier cosa, porque se me oye decir constantemente «Dios» o «buah» o «madre mía». Trabajar con textos bien escritos es un placer como pocos.

La ortografía, la gramática, evolucionan a diario a través de cambios ¡casi sacrílegos! y cuesta aceptar la actitud transgresora y transformadora en la que cae, a veces, la R.A.E., cuando la lengua posee unas reglas que se deben respetar… Usted por ejemplo se define antisolotildista

Creo que la gente que se aferra a la tilde del solo en cierto modo intenta reivindicar un estatus lingüístico. «Somos los que sabemos escribir de verdad, vosotros sois unos jóvenes que queréis cargaros el lenguaje». Y luego dicen a grosso modo o surgir efecto. Si el lenguaje se ha simplificado es porque no necesitaba de determinadas complicaciones. A partir de ahí, agarrarse a ellas es añadir florituras innecesarias. El argumento de que la tilde del solo sirve para diferenciar si uno tiene sexo con uno mismo una hora o solamente una hora (enunciado de crucial importancia, por cierto) no lo compro. Si tan necesaria fuera para entendernos entonces tendríamos que remarcarla también en el discurso hablado. Y no veo a la gente dando saltitos por la calle para remarcar esas tildes.

Recuerdo cuando daba clase que los alumnos me decían «para qué necesitamos saber ortografía o expresarnos bien» y me lo justificaban con «yo seré empresario y ganaré mucho dinero…».  Queda tanto trabajo por hacer… ¿Tan difícil es explicar que la lengua sirve para entendernos y una simple coma o un punto pueden cambiar completamente el sentido de una frase? La ortografía es necesaria para convivir y en el mundo real, fuera de tantas redes sociales, sus hijos serán considerados aptos según su comportamiento y cómo se expresen por escrito y oralmente…

Sobre todo, la mala ortografía es un marcador de muchas cosas. De desinterés, de falta de orden y atención al detalle, de ser poco cuidadoso… defectos que hablan muy mal de un trabajador, sea del campo que sea. Las empresas no se dan cuenta de que invertir en esto es importantísimo, porque por lo que veo en Twitter, cada vez se señala más el error en cartelería o en una oferta de trabajo mal escrita. Estas cosas dan una sensación de cutrez tremenda. Tenemos toda la información al alcance de nuestra mano y ya no hay excusa para no escribir bien.

Por otra parte, usted también es diseñadora de camisetas, totes … volviendo a mis ancestrales comienzos McLuhianos, ¿el medio es el mensaje?

Me hace muy feliz pensar que una persona pueda conocer un poquito de nosotros gracias a lo que dice la camiseta que llevamos puesta. Es una fuente inagotable de definición. Siempre me gustó diseñar y lo de Amancia Hortera empezó por accidente, pero está teniendo buena acogida, aunque va muy lento y yo soy muy impaciente. Ahora, cada vez que alguien me dice por la calle que le encanta un diseño mío, me pongo contentísima. Mi favorita es la que lucha contra la poesía tuitera. Me la pongo y siento que estoy haciendo del mundo un lugar mejor. Pero algún día me llevaré un guantazo y no me pondré tan contenta.

«Cuando llegue a dos mil seguidores empezaré a denominarme como artista», tuiteaba

Y me arrepentí al momento de ese tuit porque ese denominarme como me sonaba fatal. Lo de los seguidores me tiene obsesionada, aunque sé que es una chorrada. Pero veo a muchísimo artista en Instagram que lo peta. Bordador de alfombras de baño: artista. Criador de tortugas del litoral cántabro: artista. Quizá la clave es ponerte en lo más alto antes de que te pongan a ti. Lo probaré y ya te cuento.

Hablemos del tema influencer y los likes como garantía y premisa, parece, fundamental hoy para que te contraten en un trabajo o para poder publicar un libro. Tantos ‘me gusta’ y seguidores tengas, tanto vales. Estamos perdidos…

Es una pena y no me parece en absoluto un sistema democrático. Se está invirtiendo dinero en gente muy normal cuando hay autores con muchísimo talento por descubrir. Que vale, que no hay que establecer una raza literaria y acabar con todos los malos escritores, pero me encantaría montar una editorial para darle voz a toda la gente que me fascina de Twitter. Hay muchísimo nivel en cuentas que no llegan a los cinco mil seguidores. Y luego hay gente con treinta mil escribiendo soberanas basuras y que el año que viene publican su tercer libro. No está hecha la miel…

Comentaba cómo la llamaron en una ocasión para que una influencer se pusiera una de sus camisetas y le ofrecieron 550 euros… que tendría que pagar usted…

Bueno, bueno. Pero es que no sabes la de gente que me animó a hacerlo. Unos amigos hasta me dijeron que me lo financiaban a fondo perdido. De vez en cuando me meto en la cuenta de la chavala en cuestión para ver a quién consiguió engañar y de momento no ha publicado ninguna colaboración con marcas de ropa. Quizá no fui la única inconsciente que declinó la oferta… (sigue)

@amanciahortera_

Sin embargo, Twitter también tiene sus cosas buenas, dicen…  Sobre todo para usted que confesaba que esta red social le ha dado «buenas amistades, un novio fetén y miles de horas de entretenimiento», ¡y eso a pesar de los errores gramaticales que perpetran algunos tuiteros y se nos clavan en los ojos!

Twitter es mi refugio de felicidad. El otro día estaba con mis amigos y les conté que me habían invitado a una boda. -«¿De quién?» –»De una amiga del tuiter». Me miraron rarísimo, pero hablo más con gente por Twitter a diario que con muchos de mis familiares.

Para finalizar, temo una avalancha de novelas sobre coronavirus posconfinamiento. Dígame que no será así…

Será y es. Ya en mayo salieron los adelantos de algunas editoriales y hasta llegué a pensar que estaban de broma. Pero no. Y Žižek fue el primero en sacar algo con Anagrama, ¿no? Espero que no dure mucho. Lo de las novelas de pandemia, digo. Lo otro está visto que…

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