Pensar que todavía están ahí y que todo es terriblemente vulnerable y que conviene estar alerta.
Los amigos son una segunda existencia.
Dieta. voluble, Enrique Vila Matas
Una vez, hace más de treces meses, pensé que nuestros amigos llevan las vidas que podríamos haber desarrollado, que hubiéramos a veces deseado llevar a cabo.
Pero que en el fondo no pudiéramos haber tenido.
Así, nuestros amigos, al reencontrarnos, al contarnos la vida, nos dan detalles de esas líneas que se van desenvolviendo en ellos.
Les preguntamos cómo les va por Italia, Andorra o Huelva, cómo les va escribiendo poesía, cómo les va con su novio de Seattle o la otra Sara, cómo les va tocando el saxofón por la calle, la armónica por Madrid o intentando una música nueva, cómo les va ganando 2.600 euros al mes, trabajando de periodista en el Sur, cómo les va con Dios o Alá…
Así, uno, por ejemplo, sin creer en Dios: cree en Dios a través de él.
Le imagina ahí cuidando de nosotros, preocupado, observando nuestros pasos.
Quizás, incluso, llevando la vida que ellos hubieran querido, por eso sus preguntas.
Y así, existiendo por nuestros amigos también: para que con esta forma de avanzar, al seguir juntos y estando en contacto y vivos, podamos tener varios caminos (contados con pocos dedos) en uno, conjunto.
Hasta que nos separemos y en las tumbitas se pueda leer
que:
Pese a todo, preferiría volver a casa
siguieras contándome.