El profesor y ensayista Alberto Moreiras ha dado a conocer recientemente en el sitio Infraphilosophy una transcripción de un documento en forma de “cuatro folios mecanografiados en papel cebolla con dos fotos pegadas”[1]. Le agradezco haber podido examinarlos. El documento, que está dividido en cuatro partes numeradas, trata sobre los poemas de Alberto Caeiro, heterónimo de Fernando Pessoa. Las siguientes consideraciones que comparto con los lectores de Deinós surgen del análisis y la revisión de la reproducción fotoestática de los cuatro folios y las dos fotografías que, de paso, y para deleite de los que nos leen, compartiré junto a este breve comentario. También publicaremos la trascripción del documento[2].
Es curioso que, de todos los heterónimos de Pessoa, Alberto Caeiro sea conocido por su sentido filosófico, aunque él tiende mucho más a lo que podríamos llamar una no-filosofía o anti-filosofía. Es ahí donde viene a encajar también el concepto de “infracendencia” que aparece en el texto compartido por el profesor Moreiras. Timoteo Moreiras (a quien hasta el momento consideramos la persona detrás del heterónimo Alberto Moreira, quien, es, además, tío-abuelo del profesor), crea su heterónimo a partir de un juego familiar con su hermano Alberto, en lo que parece un intento de ser su hermano y alguien distinto a la vez[3]. Establece así una conversación, un diálogo que se mueve entre la lectura, la glosa y el comentario[4]. Estas anotaciones hechas por Timoteo posiblemente entre 1941 y 1942 agregan a la idea de heterónimo la de fantasma. Hay en este fantasma una especie de diálogo timótico del que hablaremos más adelante.
La primera persona de arranque de Moreira heterónimo se encauza con una cita tomada de una entrevista a Caeiro. Moreira hace coincidir, desde el principio, su voz con la voz con que dialoga. Pero más que confusión se trata de un diálogo con el otro que es también su doble[5]. Esa difuminación sintáctica (o indiferenciación autorial o subjetiva) tiene que ver con lo liminal y lo fronterizo en la biografía tanto de Timoteo como de Pessoa. El primero era un contrabandista de wolframio en la “frontera hispano-portuguesa de Bande” y el segundo, ya se sabe, desciende de una familia de emigrantes gallegos, concretamente de la población ourensana de Outes. De ahí que el profesor Moreiras se abra a la posibilidad de que se trate de un encuentro con “alguien del entorno de Pessoa en Vigo alrededor de 1941 o 1942”; posiblemente, agrego yo, con alguno de los descendientes de su familia que había quedado en Galicia. O algo más. Veremos.
No hay que olvidar en todo esto que Pessoa se reunía a comer y tomar café con sus heterónimos en el restaurante Irmaos Unidos, de Lisboa, propiedad de la familia Guisado, gallega, de Negreira. Es posible que Moreira, el heterónimo, fuera asistente ocasional a esos encuentros en la persona de Timoteo[6]. Hay noticia en la literatura secundaria de que en la pared del fondo del restaurante colgó durante muchos años una fotografía borrosa, hoy desaparecida, de Pessoa con Alfredo Guisado, hijo de los dueños de Irmaos Unidos, en la que, en el trasfondo, aparece bebiendo una copa alguien identificado como Timoteo. Sabemos también que Timoteo tuvo relaciones en el Ateneo de Vigo con el ingeniero Álvaro de Campos, otro heterónimo pessoano que tomaba allí café todas las tardes y leía los periódicos durante sus largas estancias en la ciudad.
Tratemos de seguir el itinerario que Moreira heterónimo traza de su encuentro con Caeiro: él y el fantasma de Caeiro se encontraron en Vigo, en la terraza de La Aldeana. Luego lo describe caminando por la ciudad, trajeado, yendo al café o a correos (¿una referencia a la foto? ¿un recuerdo como ajeno que le salta y que no sabe explicarse?). Pero inmediatamente regresa a la conversación en La Aldeana, mientras tomaban un aperitivo. En la segunda sección, Moreira heterónimo refiere un almuerzo de ambos en el que continúan la charla. Ha de anotarse que las citas tomadas de Caeiro no son solo de sus poemas, sino también de escritos y entrevistas. Por la tarde (suponemos que después del almuerzo en el Hotel Universal), ambos suben al Castro, mientras sigue la conversación. Al final de la sección 4 se dirigen al Roxo, taberna famosa de Vigo por los pimientos de Arnoia asados y el estofado de raya de mar, suponemos que ya listos para cenar, después de la caminata y las “entre-vistas.”
Un contrabandista en época de guerra, semipoeta además[7], que escribe un texto homenaje o una especie de crónica reflexiva sobre un encuentro con Pessoa/Caeiro o su fantasma comienza diciendo: “detesto la pedagogía”. O puede ser que esté ya jugando al otro desde la primera persona al citar indiferentemente a Caeiro[8]. Semejante frase es toda una declaración de principios. La esencia metafísica del lenguaje funciona del siguiente modo: utilizar un término (digamos, “infracendencia”) no registrado por el sistema (aunque parta de él) ni por los diccionarios, es ubicarse justo al límite de lo metafísico, del abismo de lo (in)decible. Pero la metafísica consiste también en asimilar constantemente lo que la excede. La poesía es el constante empuje en contra de esa asimilación metafísica continua. Y a ello aspiran Moreira heterónimo y Caeiro. La mesa desde la que enuncian, al tiempo que disfrutan de la existencia, una existencia que se insinúa más allá de la vida misma, viene a ser, en el guión galaico-portugués, eso que no se menciona y sigue ahí, eso que está precisamente por no ser mencionado: la Cosa. El reto agónico de Moreira y Caeiro consiste en intentar explicar la anulación de la metafísica desde ella misma: “desrealizarse, afantasmarse. Morir. Existir es existir sem nome nemhum”. Luego veremos cómo ese guión se superpone a ciertos términos para señalarnos, cada vez más, la Cosa, una poesía impoética.
La descripción de Caeiro que da Timoteo/Moreira coincide con algunas de las imágenes generales que hemos heredado de Pessoa: “traje oscuro de tres piezas, camisa blanca de algodón, pajarita y sombrero”. Sin embargo, al decirse que “el materialista radical camina por la calle de la ciudad, supongo que va al café o a correos”, dicho perfil se corresponde quizás más con Caeiro que con Pessoa, que favorecía con frecuencia los trajes claros de lino. Pessoa visto esencialmente a través de Caeiro. Timoteo visto esencialmente a través de Moreira heterónimo. Pero eso queda claro desde que Moreira heterónimo reconoce: “me encontré en Vigo, hace algún tiempo, en la terraza de La Aldeana, con el fantasma de Caeiro”. La dualidad dialógica se vuelve timótica, especular, infracendente a través de la cita, la glosa, el comentario. “Solo existe en infracendencia”. Lograr despojar a la naturaleza de sus nombres: “metafísica sin metafísica”. A ello incluso contribuye la imagen que sostiene Caeiro del amigo suyo que busca: se trata, muy posiblemente, de una foto de Timoteo Moreiras. Caeiro pregunta a Moreira heterónimo por Timoteo Moreiras, un viejo amigo. El documento no recoge la respuesta de Moreira. Ese silencio de cierre de la sección 3 es, para mí, esencial para entender la infracendencia. La no respuesta es ya liberación del tiempo y el pensamiento.
La corrección filológica y científica me obliga a anotar una hipótesis menos interesante: la foto del caballero con corbata corta puede corresponder no a Timoteo, sino a su hermano Alberto, abuelo del heredero de los papeles que aquí publicamos. Este otro Alberto Moreiras, señorito de provincia, llegó a ser alcalde de Celanova durante la República, y participó en el banquete de homenaje, celebrado en A Coruña circa 1934, al poeta celanovés Curros Enríquez, que murió trágicamente en La Habana. En ese banquete tuvo conversaciones, cuyo contenido no ha trascendido, con Castelao y con el a la sazón presidente de la República Española, Manuel Azaña. Fundó más tarde un comercio de tejidos y novedades en la Calle San Roque de la población ourensana. Fue también, en la larga posguerra y hasta su jubilación, director de la Caja de Ahorros local. En todo caso, Timoteo y Alberto se parecían, por ser hermanos.[9]
En la sección 4 continúa el diálogo, Caeiro responde ser “iste”, lo cual indica que se refiere a la foto a la derecha del documento, en la que sin dudas aparece Pessoa vestido de la misma manera que su heterónimo en cuestión, fumando un cigarrillo al igual que Caeiro, respondiendo a la misma descripción dada por Moreira heterónimo sobre Caeiro y citada previamente. Caeiro se encuentra con Moreira y mientras cenan es descrito como Pessoa, muy posiblemente amigo de Timoteo Moreiras. Hay en este desconocerse, en la heteronimia, una especie de nueva posibilidad de diálogo más allá de la muerte, sin búsqueda de una trascendencia tradicional o épica, más bien se persigue todo lo contrario. Una trascendencia en desaprenderse. “El fantasme [sic] ya no está atrapado en el tiempo. Las cosas no son ya presentes o ausentes, ni reales siquiera”.
Los enemigos del profesor Moreiras ya han comenzado a hacer circular rumores de que todo esto no es más que una mera invención del mismo para justificar, de modo familiar incluso, su insistencia y dedicación a la infrapolítica. Yo confío en la ética del profesor.[10] Pero más confío en los tres archivistas que han revisado las hojas mecanografiadas y coinciden en que, de ser un fraude, está tan bien hecho que es imposible distinguir su inautenticidad. Todo ello, más que nada, viene a sumar elementos liminales, transficcionales, autográficos, fronterizos a la naturaleza ambigua de un texto que vale la pena por sí mismo, más allá de su origen.
Se dice, de todas formas, que ciertas referencias a Atenas en la Ilíada fueron mandadas a agregar al poema por Pisístrato en el siglo VI antes de Cristo. Algunos investigadores hablan de que el poema Espejo de paciencia, del canario Silvestre de Balboa y Troya de Quesada (que se ubica al inicio de la literatura cubana), es en realidad una invención decimonónica de quien supuestamente descubrió el poema en 1836, José Antonio Echeverría. Si este de Timoteo fuera otro caso parecido ello no debiera hacernos dejar de prestarle atención. Pues hay algo más que distingue a este documento y a su ludismo de la práctica cervantina de recurrir al manuscrito encontrado: a diferencia de los ejemplos mencionados, Moreira heterónimo busca, en esa práctica, una anulación de la metafísica, un cuestionamiento del lenguaje, un modo casi tautológico en diálogo que conduzca a una esencia antifilosófica. El único sustituto posible de un texto como este, venga de donde venga, sería el silencio, la observación en silencio. Dicha forma de mirar es totalmente antiedípica, pues “pensar es estar enfermo de los ojos. ‘Não sei o que é conhecerme. Não vejo para dentro. Não acredito que eu exista por detrás de mim’”. Con respecto a la mirada, Moreira heterónimo agrega: “en ti la poesía es su disolución en mirada ciega, que conviertes en mirada plena en la ceguera misma”. Esta es también una ceguera antiedípica, que busca, no otra forma de mirar a través de la ceguera, sino la ceguera misma como forma de mirar.
Retomando la idea del silencio, justo después de que Moreira heterónimo se refiere, al final de la sección 3, al “ejercicio de desocultamiento” como “áscesis asesina”, declara que “solo en esa destrucción algo aparece”. Y entonces comienza a tachar, a afantasmar el lenguaje. El profesor Moreiras explica que no se trata de “una simple tachadura, sino de alguna otra cosa no representable en la lengua hablada ni escrita”. Poco después, ya en la sección 4 y final, aparece también la palabra “pensamiento” atravesada por guiones y, como acota el profesor, “surge la sospecha de que tampoco aquí se trata de una mera tachadura”. Parece más bien la evidencia de lo impoético, de la poesía tendiendo siempre a lo impoético, al cuestionamiento de la gramaticalidad domesticada y domesticante. Esos guiones sobre vocablos, por ejemplo, provenientes de “pensar” son un claro intento de Moreira heterónimo de usar la idea de error en el sistema como transición al no-pensar, al silencio, a la existencia sin acotaciones, a la infracendencia.
Poco a poco, una primera persona va permeando a la segunda, como sucede en el coloquio de Juan Ramón Jiménez con Lezama Lima, pero en este caso, en el sentido inverso, pues esa confusión en aumento persigue la concisión, el silencio. No hay, como en Lezama, un intento teleológico, más bien es todo lo contrario. A ello va encaminado el uso, cada vez más frecuente, del galaico-portugués por parte de Moreira heterónimo. También comienza a utilizar, indistintamente, los términos fantasma/fantasme, al parecer una referencia al psicoanálisis, a partir de la sección 3 del documento.[11] La aparición del inglés puede considerarse una clara evidencia del sentido diaspórico del texto, de un extrañamiento en el decir que busca el no-decir, de lo poético como cuerpo emigrante. Esto me lleva a pensar que, cuando Timoteo dice “a new simplicity, decía yo en el texto de 1914”, conscientemente juega de un yo a otro. Si, como advierte el profesor Moreiras, Timoteo tenía 16 años en 1914, eso significa que nació en 1898, el año de la guerra hispano-americana. En 1914 Pessoa tenía 10 años más que Timoteo, es decir, 26. Como ya he dejado ver en mi análisis, no descarto en absoluto la posibilidad de que Pessoa y Timoteo llegaran a ser amigos, una larga amistad que pudo durar hasta la muerte del poeta en 1935. Eso explicaría la cercanía en el diálogo. El fantasma evocado en este encuentro podría coincidir con el recuerdo del amigo muerto, semejante a aquello que expresa Martí en Versos sencillos, VIII: “yo tengo un amigo muerto/ que suele venirme a ver:/ mi amigo se sienta y canta/ canta en voz que ha de doler”. Lo que sigue en el poema de Martí (excepto en la estrofa de cierre en la que vuelve la voz de marco) son las quejas del amigo muerto. A diferencia de este, el Caeiro-Pessoa fantasma que cena con Moreira heterónimo persigue precisamente la anulación del dolor, la búsqueda de un disfrute en lo sencillo, la negación del pensamiento, la aceptación de la existencia como existencia y nada más, sin falsos e hinchados trascendentalismos. Hay algo de epicureísmo empírico en estas posturas de Caeiro. Hay también, desde el comienzo, un sentido convivial, de conversación de sobremesa. Dice haber vuelto por dos razones: (1) para averiguar por un amigo que conoció en Vigo y (2) porque “quería probar los callos na tasca do Adolfo”. La averiguación lo llevará a la constancia de su imposible, a la necesidad de desaprender. Que la comida esté puesta, a lo largo del texto, a un nivel de importancia similar al del proceso de desaprendizaje nos da las dos claves de la infracendencia: (1) la desrealización y (2) el disfrute, los cuales, poco a poco, se van fusionando.
Considero que este texto es una recreación de las continuas conversaciones que Timoteo Moreiras, el contrabandista, tuvo con su amigo Fernando Pessoa, el poeta. Para esa recreación, para el homenaje y el diálogo, utiliza los respectivos heterónimos Moreira/Caeiro. A ello se suma la lectura continua de la poesía de su amigo muerto, otra forma posible de la conversación. Mi último argumento es personal. Al perder a mi mejor amigo en 2012,[12] me dediqué a editar toda su obra: ensayos, poesía, cuentos, tesis doctoral… Fue mi modo, no de dolerme más por la pérdida, sino de paliarla. Fue la forma en que seguí conversando con mi amigo muerto. Desde entonces, una enorme parte de mis días es una conversación en silencio con ese amigo ausente. En la lectura, en mi mente, en los sueños. La previa cercanía en vida me permite hoy, al no estar él, recrear, imaginar, citarlo de memoria en medio de diversas situaciones cotidianas. Esta experiencia personal me hace identificar una situación parecida en el caso de Timoteo y Pessoa. Timoteo Moreiras podría ser el amigo desconocido de Pessoa, ese a quien (en una relación amistosa genuina) solo el silencio puede nombrar cabalmente. A otros estudiosos dejo que comiencen a buscar, en toda la obra de Pessoa, alguna referencia a Timoteo Moreiras, o mejor, a Alberto Moreira, su heterónimo que viene a ser también otro modo de la sobrevida de ambos después de la muerte.[13] Quizá algún archivo portugués mantenga documentación referida al restaurante Irmaos Unidos, puesto que se trata, al fin y al cabo y ni más ni menos, que de uno de los restaurantes de mayor gloria literaria mundial. De todas formas, cualquier interesado puede contactar al profesor Moreiras para que le dé acceso al contenido total de la vieja caja de zapatos con el membrete apenas legible en la que encontró este documento.[14] Toda otra pista al respecto merece ser salvada del moho.
[1] Todas las referencias a la nota introductoria del profesor Alberto Moreiras y al documento analizado son tomadas de: ‘Descubrimiento de la infracendencia. Unos inéditos del entorno (¿póstumo?) de Fernando Pessoa’. Infraphilosophy: https://infraphilosophy.home.blog/2020/06/28/descubrimiento-de-la-infracendencia-unos-ineditos-del-entorno-postumo-de-fernando-pessoa/?fbclid=IwAR1yJUVTziWPHLehjzbOZSALC09nxXc6-SIogG9PPfGhHf4GMwHmKI5MdII
[2] El profesor Moreiras ha renunciado a todo derecho de propiedad en tanto heredero de dicho documento. Al respecto, declara en su nota introductoria a la transcripción publicada en el sitio Infraphilosophy: “renuncio a todo derecho de propiedad sobre estos folios, pues pienso que a Pessoa, aún más a Caeiro, no sé a mi tío, les hubiera gustado universalizar y diseminar lo más posible estas insólitas palabras, que constituyen una especie de constatación genealógica de la infrapolítica avant la lettre, sobre todo en la referencia a lo que transcende para abaixo, verdadero descubrimiento, y constituyen prueba ellas mismas de cierta supervivencia de la palabra poética en circunstancias oscuras y más allá de la muerte”.
[3] La coincidencia en el texto analizado de tantos Albertos, entre heterónimos y nombres propios, me parece muy rara, aunque sobre ello no he llegado a conclusión alguna, más allá de sospechar que aquí alguien busque tomar el pelo y se esté divirtiendo oscuramente.
[4] El profesor Moreiras clasifica el estilo de Timoteo como “delirante”.
[5] En cualquier caso recoge tendencialmente la bien asentada opinión crítica de que de la poesía y pensamientos de Caeiro no se puede hablar, y solo cabe citarlos.
[6] No perdamos de vista que hay, entre los heterónimos de Pessoa, un tal A. Moreira, psicólogo y autor de Ensaio sobre a Intuição. Sospechosa la coincidencia.
[7] Lo de “semipoeta”, señalado por el profesor Moreiras en su nota introductoria a la transcripción del texto de Timoteo, me parece un punto de partida esencial hacia la negación y el desaprendizaje.
[8] La entrevista que no llegó a publicar Alfredo Guisado con Caeiro en el semanario vigués La Tea tiene una consideración parecida.
[9] El propio profesor Moreiras, heredero de la papelería familiar, no ha logrado dilucidar si en la foto quien aparece es su abuelo o su tío-abuelo. Identificar a los niños en la imagen (¿el tío Checho?, ¿la tía Maricarmen?) no ha servido de mucho, pues pueden estar paseando con cualquiera de los dos. El parecido entre ambos era, en verdad, enorme.
[10] Aunque a estas alturas no pondría la mano en el fuego. El profesor puede tener un tornillo suelto, como a veces pasa.
[11] Las Introductory Lectures on Psycho-Analysis de Sigmund Freud datan de 1915-1917. En ellas se analiza el concepto de “fantasme” (o “fantasía”) en muchas de sus variantes. Podría decirse que, en consonancia con cierta postura naturalista de Caeiro, Freud expresa que “a nature reserve preserves its original state which everywhere else has to our regret been sacrificed to necessity. Everything, including what is useless and even what is noxious, can grow and proliferate there as it pleases. The mental realm of phantasy is just such a reservation withdrawn from the reality principle”.
[12] Félix Ernesto Chávez López (1977-2012), cuyo heterónimo literario es Félix Hangelini. El primer ensayo que edité de Hangelini, publicado en la revista Upsalón de la Universidad de La Habana en 2004, trata, por cierto, sobre Pessoa y se titula ‘Risa innumerable de las olas’.
[13] Sospechosamente y como ya había mencionado, hay, entre los heterónimos de Pessoa, un tal A. Moreira, psicólogo y autor de Ensaio sobre a Intuição. ¿Un homenaje lúdico a su amigo Timoteo? Hay también un Moreira, jefe de los contadores, en su Livro do desassossego.
[14] No parece en absoluto coincidencia que en el membrete, según informa el profesor Moreiras, se lea “Calzados Antonio SL, Para su buen pie, Palma de Mallorca”. Mi amigo muerto comienza su primer poemario La devastación (único publicado en vida) con un texto que parte precisamente de Pessoa, en el que la carretera de Sintra pessoana se vuelve la carretera de Sóller de (Palma de) Mallorca. Hay algo en ese volante poético de Pessoa que engancha con la idea de la existencia y el fantasma del texto de Timoteo: “en la carretera de Sintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera de la vida”, “en la carretera de Sintra, qué cansancio de la propia imaginación”, dice Pessoa, mientras mi amigo escribe: “el viento de Sóller como una tentación hacia el abismo (…) entre el desfiladero y los cipreses”, yendo “hacia Sóller hacia un deseo” (Félix Hangelini. La devastación. La imaginación de la bestia. Fundación Jorge Guillén, 2006). ¿Esa katábasis o anuncio de caída altazoriana, ese mal pie o mal paso en que se encuentra “la primera palabra para la fuga”, la heteronimia también en mi amigo no son indicios claros de lo que “transcende para baixo”, es decir, de infracendencia opuesta a “os passos [que] vão com o sistema antigo que faz pernas andar” citados por Timoteo? Todo lo cual me hace pensar que la frase “para su buen pie” en el membrete no solo es un disparate (no se venden zapatos para un solo pie, aunque el moho y la humedad pudieron haber borrado ciertas letras de la caja), sino también una ironía de Timoteo/Moreira quien, por cierto, me parece más interesado en el mal pie y el mal paso, si tenemos en cuenta su oficio.