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Mientras tantoInnovaciones de siempre

Innovaciones de siempre


Estoy en la presentación de una novela que no he leído. Al salir decidiré si la compro o no. Casi todos miran sus móviles antes de empezar; me fijo en los que no lo hacen: un hombre que escribe en una libreta, un conocido poeta que está de brazos cruzados. Mirar a la gente, y no a la pantalla, me convierte en alguien sospechoso.

«Un hombre, llegado desde lejos con la intención de cultivar la difícil tierra del lugar, descarga de su carreta el ataúd con el cuerpo de su esposa, muerta durante el viaje. Cuando empieza a cavar la sepultura en la tierra helada, topa sorprendentemente con otro cuerpo». Ese es el punto de partida, y la propuesta del autor es la de reducir a menos de doscientas páginas una novela-mundo, es decir, un tipo de novela que suele rondar las mil (se cita como ejemplo Guerra y paz). Intenta alcanzar la capacidad de síntesis de la poesía con la prosa: apuesta por la ambición y la innovación. ¿Es la literatura un juego en el que gana quien no repite jugada?

El protagonista no es escritor, pero decide escribir sobre su vida. «No me debo a la verdad, no soy periodista», se dice en algún momento de la novela. Esta frase provoca que se debata sobre la tendencia actual a la autoficción. Él defiende la imaginación, que permite profundizar más en cualquier asunto que una narrativa apegada a la cruda realidad, a su juicio. Conviene no olvidar la importancia del inconsciente.

Ese mismo día se publica la noticia de que la exmujer de Emmanuel Carrère lo acusa de mentir en su último libro.

El que escribía en una libreta levanta la mano y le pide que aclare la aparente incoherencia entre criticar a los escritores que cuentan su vida y escribir una novela cuyo protagonista hace eso mismo. La inclusión de lo fantástico, por lo visto, marca la diferencia en este caso. Pero matiza que no está en contra de ningún género literario, sino de la falta de rigor. Considera que el mercado se ha erigido en prescriptor literario, así que se lee en función de lo deciden las empresas, no los críticos. Es por eso por lo que hay tanta confusión sobre lo que vale en literatura.

Woody Allen dice que el arte es entretenimiento.

No he tomado notas durante la presentación. Escribo recurriendo a mi mala memoria y a entrevistas del autor. Esto no es periodismo. Esto no es literatura. ¿Es esto una afrenta? Que Dios me pille confesado. Al salir, compro el libro y me corto un dedo con la faja: veremos si llega a mundo esta novela-navaja.

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