Somos gente esencialmente indirecta”, declara Ben Okri al iniciar su discurso para explicar el formato inusual de su presentación. “Cuando hablo con mi padre, nunca recibo una respuesta clara. El africano está lleno de proverbios, dichos, citas y rimas.» Con esta introducción entendemos que el autor prefiera hablar a través de algunos de sus escritos y recrear imágenes que, quizás, transmiten mejor la esencia de un continente tan misterioso. Su lectura es pausada, sosegada e increíblemente emotiva. Subraya algunas palabras, las repite para crear un eco sutil y, luego, reanuda con otra lectura que ahonda la anterior. “África es una realidad no vista. África es un sueño no entendido. África, África…”, expresa ante una audiencia silenciosa y hechizada. El ambiente se asemeja al de un íntimo círculo de poetas que aprecian el valor de una palabra, el peso de una rima y la fuerza de una imagen. “Innumerables ciclos de civilización perdidos en su memoria pero no en sus mitos. (…) África es un enigma viviente. Un hombre viejo tomado por loco o por niño. Un hombre sabio tomado por loco o por niño. Un indigente que también es un rey. ¡Un rey!”.
Todo cambió con el encuentro entre Europa y África, relata Ben Okri. “Al principio, hubo un viento blanco y, de pronto, ese viento blanco borró la memoria de la gente. Las cosas desaparecieron. Las canciones se desvanecieron. Los dioses fueron borrados uno por uno.» Y ese cambio se operó en silencio, sin que nadie lo notara o denunciara. “Es imposible decir cuál de esos dioses desapareció primero”, subraya. Lo seguro es que la gente tuvo que pagar un gran precio al perder sus dioses. Muchas tribus desaparecieron. Muchos idiomas fueron silenciados. Mucha gente se fue y, ante este panorama desolador de la esclavitud y de la colonización, Ben Okri cree que muchas cosas buenas de la gente murieron. Eso es lo que pasa cuando dios muere. La muerte se asocia con el cambio. Ese cambio brutal e indeseado que ha de ser aceptado. Con la colonización, se alteraron las fronteras. “Cambió el nombre de los lugares, cambió el sonido de los nombres y, también, cambió el destino de aquellos nombres. Se reescribió el nombre de los barcos y de los peces. Las cosas reescritas perdieron su significado y su forma. De repente, parecieron nuevas para todos nosotros.”
El peso de la historia y su imborrable recuerdo
Tras una conmovedora y sucinta lectura de su obra Sorprendiendo a los Dioses, el autor nigeriano libera un profundo suspiro y levanta la mirada hacia el público. Un torbellino de dolor y angustia atraviesa el auditorio. No hay nada más vibrante que unas imágenes sacadas de los libros de Ben Okri para entender lo que ha sido la historia africana y el duro camino que han emprendido las naciones ahora independientes para reconstruir su identidad. En su paso por España, durante unas jornadas organizadas por Casa África, el autor desvela la fuerza de las metáforas, el aura de humanidad y la magia que pueblan sus obras. La serenidad y la calidez de su mirada son, tal vez, un indicio de su largo recorrido y de su prestigio literario.
Entre los galardones que le acompañan –y qué buena compañía–, se encuentran el premio de la Commonwealth, en 1987, con la obra Incidents at the shrine (Incidentes en el santuario), o el Booker Prize obtenido en el año 1991 con la obra El camino hambriento, que le valió un reconocimiento internacional. No faltan los críticos que han etiquetado su obra de realismo mágico, pero él siempre ha rechazado esa connotación con un argumento indiscutible. La magia es efectivamente parte de su obra, pero la magia es parte de todo en África. En el continente negro, el hechizo es real y ampara todos los elementos, ilumina cada aspecto del día y de la noche, de la tierra y del mar.
De su obra El camino hambriento, el autor quiere justamente resaltar unas líneas que considera simbólicas. Pero antes de todo: un silencio. Así es como se crea un ambiente íntimo. Después, cuando ya siente que el texto no puede esperar, inicia su lectura con un ritmo lento y envolvente. “El Gobernador General [representante de la colonización europea en su obra] construyó una carretera. Según él, era una heroica y bonita carretera. Esa carretera era, efectivamente, muy bonita pero yacía sobre los cadáveres de esclavos. Una carretera construida por los nativos y supervisada por los colonos”. ¿Qué es lo que ha aportado la colonización? ¿Qué debe aceptarse y qué no? Estas son preguntas a las que sólo el tiempo debe responder. El trauma de la transición es muy palpable en África, explica Ben Okri, y su superación llegará con paciencia. “El cambio en el alma requiere tiempo. También requiere tiempo aceptar la muerte de un padre o de una madre”. Ésta es una imagen que retrata muy bien al África actual: la de un huérfano que debe superar el dilema de su identidad y de sus orígenes, sin tampoco detenerse en el camino.
Cuando le preguntan sobre los atavismos, el escritor nigeriano señala al lenguaje como una forma de mantener el orden de las cosas. “El lenguaje es piramidal”, explica para resaltar la influencia colonial de quienes dominaron su país, y que siguen teniendo una importante presencia como legado de la historia. “Siempre he dicho que necesitamos un nuevo lenguaje. Necesitamos redefinir o reinventar las palabras como falso o verdadero. Puede incluso que necesitemos una nueva ciencia.” Sería efectivamente lo más cómodo para deshacernos de la idea de colonialismo, dominación, tradición o modernidad, afirma. De momento, Ben Okri ha decidido escribir en inglés para comunicarse con el mayor número de seres humanos. También lo hace como muestra de aceptación. El idioma heredado de los colonos ya es parte de su país, de su historia, de él mismo. “Hago todo lo posible como artista para evitar entrar en ese conflicto entre tradición y modernidad”, añade el autor. Ese conflicto ya pertenece a otra generación. Ahora, lo que Ben Okri procura retratar en su obra es la época del despertar, de la conciencia y del nuevo africano sin rencores.
El necesario reencuentro entre África y Europa
“El primer encuentro entre Europa y África no fue un encuentro”, explica con calma Ben Okri. Su mirada es inquisidora y sus pausas reflexivas. “Fue una apropiación. Fue una mala impresión. Los que vinieron a descubrirnos no vieron la verdadera África”. Por estos motivos es preciso redescubrirla, sentirla de nuevo, volver a mirarla. Nada más que eso, pero con unos ojos curiosos, sin prejuicios, sin ideas del pasado, sin estereotipos, sin comparaciones. “La gente debería empezar a ver la luz de África”, declara el escritor nigeriano y añade: “Es generosidad, es genio, es calor…”
El discurso de Ben Okri es una invitación para reparar lo que se hizo mal años atrás, para volver a creer en la humanidad. “África ha esperado siglos para ser descubierta con los ojos de un enamorado”.
La razón de tanto desconocimiento se debe, quizás, a que no leemos bastante el uno del otro. La lectura es justamente una forma de redescubrirnos, sostiene el autor. “El que no puede gastar su dinero en un viaje a África debería gastar su dinero en unos libros y experimentar África como un sueño”. Esa apertura es la que puede transformar las percepciones y recalibrar la imagen que tenemos del continente. Ben Okri insiste en que la estética del espíritu africano es muy profunda. Es misteriosa. Es maravillosa. Y concluye: “Se requiere un genio para entender a otro genio”.