A finales de 1947 llegó a Viena, tras una travesía no exenta de dificultades, el joven poeta rumano Paul Celan, escapando de un mundo que le había sido usurpado al término de la Segunda Guerra Mundial.
Celan era judío y consigo traía el dolor de todo un pueblo sometido a la aniquilación. Para entonces, ya había escrito Todesfuge, un poema que retrataba con inusual originalidad y sorprendente crudeza los campos de exterminio nazis en los que tantos de los suyos habían perdido la vida, y que más tarde le otorgaría la fama que lo situaría entre los más ilustres poetas en lengua alemana de la segunda mitad del siglo XX. Decepcionado por los ideales revolucionarios que un día defendió y que cristalizarían en el duro e intransigente régimen soviético que se instauró en su país natal tras la derrota de las Potencias del Eje, decidió emprender una marcha que lo llevará hasta París, donde pasará el resto de su vida y escribirá la mayor parte de su obra poética. Viena fue, entretanto, un breve interludio en ese periplo vital, pero de importancia fundamental para entender su posterior trayectoria.
Viena, una ciudad emblemática, que en esos momentos se encontraba bajo el control de las fuerzas aliadas para descontento de sus ciudadanos, adscritos al ideario nazi durante los cuatros años que duró la contienda, era el lugar ideal para representar la delicada e inestable situación en la que se hallaba la Europa de posguerra. Así supo verlo el escritor norteamericano Graham Greene, quien en febrero de 1948 se encontraba allí con la intención de documentarse para el guion del que sería su filme más representativo y afamado, El tercer hombre.
Un encuentro imposible recrea esa fugaz estancia y la posibilidad de un encuentro que nunca ocurrió entre ambos escritores, conmemorando a su vez los 100 años del nacimiento del poeta. Relato contado en viñetas que le debo a mi amigo el traductor y ensayista Aníbal Campos, cuya labor indagatoria sobre el tema me otorgó la inspiración y el soporte documental necesarios para llevarlo a cabo.
Todesfuge (Fuga de la muerte)
Negra leche del alba la bebemos al atardecer
la bebemos a mediodía y en la mañana y en la noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en el aire no se yace estrechamente en él
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus
mastines
silba a sus judíos hace cavar una tumba en la tierra
ordena tocad para la danza
Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos en la mañana y al mediodía te bebemos al atardecer
bebemos y bebemos
Un hombre habita en la casa juega con las serpientes escribe
escribe al oscurecer en Alemania tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita cavamos una tumba en el aire no
se yace estrechamente en él
Grita cavad unos la tierra más profunda y los otros cantad sonad
empuña el hierro en la cintura lo blande sus ojos son azules
cavad unos más hondo con las palas y los otros tocad para la
danza
Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y la mañana y al atardecer
bebemos y bebemos
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita él juega con las serpientes
Grita sonad más dulcemente la muerte la muerte es un maestro
venido de Alemania
grita sonad con más tristeza sombríos violines y subiréis como
humo en el aire
y tendréis una tumba en las nubes no se yace estrechamente allí
Negra leche del alba te bebemos de noche
te bebemos a mediodía la muerte es un maestro venido de
Alemania
te bebemos en la tarde y la mañana bebemos y bebemos
la muerte es un maestro venido de Alemania sus ojos son azules
te hiere con una bala de plomo con precisión te hiere
un hombre habita en la casa tus cabellos de oro Margarete
azuza contra nosotros sus mastines nos sepulta en el aire
juega con las serpientes y sueña la muerte es un maestro venido
de Alemania
tus cabellos de oro Margarete
tus cabellos de ceniza Sulamita
Paul Celan, de Amapola y memoria (1952). Traducción de José Ángel Valente