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Mientras tantoA Azorín y Víctor C.

A Azorín y Víctor C.


Aquí, encerrado y viendo el aire subir (debido al coronavirus), me acuerdo del viaje que hicimos el verano pasado a Argamasilla de Alba a buscar a Azorín, al Quijote y a V. Colden.

Aquel viaje, como cualquier viaje con jota y fuerza, empezó mucho antes.

Aquí, en fronterad, iba leyendo los textos que publicaba un tal Víctor Colden (el de la niebla y los ríos). Él escribía de un tal Azorín (el del número 98) y de otros, y lo que decía me interesaba. Así que seguía sus breves relatos cuando salían.

Y un día, en la pequeña biblioteca de Ayamonte de Andalucía, junto a Azúa vi a Azorín, y un libro, El escritor.

Lo leí y me gustó mucho. Luego volví a la biblioteca, saludé en la entrada, devolví uno y cogí otro, La ruta de don Quijote esta vez.

Meses después, de vuelta a Castilla (atravesado Despeñaperros) fuimos a Argamasilla, en la Mancha de mi madre (ella, del Toboso).

Visitamos la cueva donde dicen que estuvo Cervantes, donde dicen que encerrado empezó a imaginar todo. Visitamos el Casino y tomamos un té oscuro. Visitamos las estatuas de Alonso Quijano, Sancho y Dulcinea. Visitamos el busto de Azorín también.

Y un día, en Madrid, después de conocer ya mejor al Quijote, a Azorín y a M. de Cervantes, coincidí con Víctor. Le conté que gracias a él había descubierto al del viaje a Argamasilla de A. a inicios del siglo pasado. Sonrió, le produjo alegría. Estuvimos hablando con emoción.

Y más tarde, también en Madrid (en el Paleto y un té), Víctor me regaló un libro de él, La voluntad.

Lo leí con cariño, porque sabía que Colden tenía más de personaje de Azorín que de otra cosa, como él había escrito en su autorretrato. Al acabarlo me dije: ¡qué bien!, todavía me quedan muchos azorines por empezar, gracias, V.

Y poco a poco, a través de la lectura, fui descubriendo y entendiendo mejor a todos, a Víctor, a Azorín, a José Martínez, a C., a Cervantes, a M. de, a Sancho, a Rocinante, al león que se escapa.

*

Ahora (no ahora, sino después del corona) quiero regalarle un libro. Todavía no sé cuál.

Y que la lectura inicie un viaje, una búsqueda, otro libro, otra vida, otro mundo, un futuro.

U otro futuro.


Coches y molinos


El Quijote al cielo de aire


Con Azorín, una gorra y cuatro máquinas


Le he vuelto a ver en sus raptos de energía. Se ha erguido; sus ojos fulguraban; y ha gritado.

La voluntad, J. Martínez Ruiz

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