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Mientras tantoA favor de la vida

A favor de la vida

El señor Alpeck va a la ópera   el blog de Andrés Ibáñez

Si yo alguna vez fuera muy viejo y estuviera muy enfermo y sufriera dolores continuos, si mi vida se viera reducida a un sufrimiento sin esperanza, si mis facultades físicas hubieran entrado en una fatal decadencia y las mentales se nublaran, yo no desearía vivir así indefinidamente ni ser mantenido con vida de forma artificial. Desearía que me dejaran morir tranquilamente.

 

Llamémosle eutanasia. Digamos entonces, por lo que pudiera servir, que me declaro defensor de la eutanasia en casos extremos como los que todos conocemos y se han presentado durante los últimos años a la opinión pública.

 

Creo que es legítimo, por supuesto, estar en contra de la eutanasia, y que los que defienden la prohibición de la eutanasia tienen argumentos para hacerlo. Creo que es lógico que la posibilidad de decidir sobre el destino de una vida no sea algo que se conceda a la ligera. Ahora bien…

 

Ahora bien, lo que me fascina más allá de toda medida es que los que están en contra de la eutanasia no digan nunca que están en contra de la eutanasia, sino “a favor de la vida”. Me fascina que digan, por ejemplo, que se oponen a matar ancianos para ahorrar gastos a la seguridad social. Me escandaliza que se manifiesten en contra de una supuesta “visión posmoderna” del hombre que define al hombre por su capacidad para obtener placer, de modo que cuando el ser humano ya no puede gozar y divertirse, lo que hay que hacer es exterminarlo.

 

¿Tan poca fe tienen en sus verdaderos argumentos (ya que, sin duda, deben de tener verdaderos argumentos) como para reducir la situación a esa obscena serie de caricaturas y deformaciones malintencionadas de las ideas del otro?

 

Estos días podemos ver algunas de estas ideas expuestas, por ejemplo, en la publicidad del canal televisivo “Intereconomía”, cuyo logotipo es un toro que embiste. Hay millones de españoles, dice la publicidad, que se oponen a matar a los ancianos enfermos para ahorrarle gastos a la seguridad social. El mensaje da por sentado que hay otros españoles (millones también, supongo) que consideran que es necesario liquidar a los viejos que llenan los hospitales para ahorrarse esos penosos gastos sanitarios.

 

Creo que el aborto o la eutanasia son temas complejos que suscitan muchos interrogantes. Pero me inquieta que los argumentos en contra tengan la forma de una deformación sistemática y tremendamente maliciosa de la realidad. Sería como acusar de “hedonistas a ultranza” a los que se oponen a la tortura, o afirmar que los que protestan contra los ultrajes de Guantánamo, por ejemplo, defienden que el estado se dedique a agasajar y a premiar a los asesinos. Jugar así con las palabras y con las ideas y retorcerlas de forma tan malintencionada y tendenciosa, sobre todo en temas tan delicados, me parece algo moralmente muy bajo.

 

Una última reflexión. Hace poco veía un documental sobre el puente de San Francisco (The Bridge) donde se muestran muchos casos de personas que saltan a las aguas de la bahía para quitarse la vida. En algunos casos, una mano amiga les agarra antes de que puedan saltar. Y esto es maravilloso y emocionante. Pero lo que viene a continuación resulta muy chocante: llega la policía, ponen unas esposas al frustrado suicida y se lo llevan detenido. ¿No les parece que esto es muy extraño?

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