El estudio de la naturaleza se convierte en una empresa estéril si piedras, plantas y animales se ven reducidos a meros objetos inanimados bajo la lupa, decía Lorimer. Todo naturalista debería contemplar el mundo con un afecto cálido y hasta con un amor ardiente. La vida a la que el escalpelo ha puesto fin debería ser honrada mediante una apreciación solícita y devota de la irrepetible individualidad de la criatura, y del hecho de que, al mismo tiempo, por extraño que pueda parecer, tal vida representa al conjunto del reino natural.
En este párrafo, que aparentemente habla exclusivamente de los naturalistas, se halla el secreto, si no de la felicidad, sí de hacer la vida soportable. Todo el mundo, no solo los naturalistas, deberían contemplar el mundo con un afecto cálido y hasta con un amor ardiente. Así el profesor con el alumno, el conductor de autobuses con pasajeros y paisaje… Es fácil decirlo, claro. No se consigue todo los días, pero hay que intentarlo.
Los verdaderos maestros dominan esta suerte a posteriori, es decir, no es que se dediquen a lo que siempre han querido, sino que les toque lo que les toque, consiguen apreciarlo y quererlo. Lo que es digno de hacerse, es digno de que se haga bien , me decía muchas veces mi padre este refrán inglés, que internet me dice ahora que es del Conde de Chesterfield. Este tipo de gente, capaces de una apreciación solícita y devota, son los mejores, disfrutan la vida y son muy simpáticos, y en las bodas puedes colocarlos en cualquier mesa, con la gente más siesa, que ellos son capaces de hacerles hablar y animar el cotarro