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Mientras tantoA pesar de la lluvia

A pesar de la lluvia


 

 

 

Llueve en Barcelona desde hace tres días. A los habitantes de ciudades que no son Londres o Donosti, la ciudad más bonita pero con peor tiempo del mundo, esas cosas les afectan. Al menos a mí. Aparte, estos días me doy cuenta de que lo de conducir con lluvia es arriesgado. Sobre todo si llevas moto, si eres torpe y si, para rematarlo, tienes que calzarte un chubasquero negro que te convierte automáticamente en una bolsa de basura que ondea al viento. El primer día de aventura es gracioso, casi pintoresco. El segundo tiene un pase. Pero después de tres días cruzando la ciudad y viéndote atrapada entre trailers, furgonetas de reparto, autobuses y motoristas furibundos, llegas a la oficina cansada, deseando vivir en el trópico y acarreando esa melancolía extraña que produce siempre la lluvia.

 

A veces, las ciudades se visten un poco de tristeza. Ayer, hoy, después de ese maldito accidente de avión, a todos se nos han puesto los pelos de punta: la tragedia está muchas veces a la vuelta de la esquina. En realidad siempre lo está, pero cuando nos toca de cerca se hace más real.

 

Esta semana me había quedado sin ideas para escribir. Me había planteado hablar de un libro increíble que acabo de leer, Revivir a los vivos, de la francesa Maylis de Kerangal, pero me parecía demasiado trágico escribir un post a raíz de un argumento tan duro como el de esta novela. Pero claro, luego los periódicos revelan que la realidad suele superar a la ficción. En tragedia y en extrañeza.

 

Pero perdón porque no quería ponerme dramática; por eso no quería escribir. No se me ocurría nada ocurrente o gracioso que contar y hoy seguía sin ideas. Sin embargo, antes, cuando he visto que se anunciaba el Premio Alfaguara de novela, que se ha entregado a la escritora chilena Carla Guelfenbein por Contigo en la distancia, una novela en la que la protagonista se inspira en Clarice Lispector, me ha venido a la cabeza una de sus frases: «Una de las cosas que aprendí es que se puede vivir a pesar de. A pesar de, se debe comer. A pesar de, se debe amar». Solo he leído un par de libros de Lispector pero me ha gustado que el libro de Guelfenbein la recuerde. Lispector fue una grandísima mujer, una grandísima escritora, la primera a quien escuché decir que escribía porque había cosas que no entendía y porque mientras esas cosas siguieran existiendo, ella tendría que escribir. Por eso, me parece oportuno volver a Lispector en días como estos. Nunca llegamos a entender bien las cosas. Pero es cierto que hay que vivir a pesar de la lluvia.

 

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