El gran escritor Caballero Bonald nos recuerda que el vino es el antídoto del tedio, y mientras, miles de alcohólicos dicen beber para olvidar.
Al margen de estos abusos de la más noble bebida fermentada, hoy forma parte de la ciencia biomédica el reconocido efecto de la molécula llamada resveratrol, contenida en las uvas, los mostos y el vino. Sus efectos antioxidantes, antitrombóticos, antiinflamatorios e inhibidores de la carcinogénesis fueron revisados en 2002 en The American Journal of Medicine por Kris-Etherton PM et al.
Increíblemente, bebiendo medio vaso de vino tinto al día la economía mejoraría sensiblemente a la vez que la salud (han leído bien: MEDIO vaso).
En España existen más de 10 millones de adultos abstemios, los que jamas prueban una gota de alcohol (quizá brindan en Navidad). Si la mitad de los españoles abstemios tomasen esa modesta cantidad de vino, se venderían en España 250 millones de litros más al año.
Como Vd. mira la economía y la relación calidad – precio, sin duda elegirá caldos españoles (o a lo sumo chilenos), con lo cual daríamos satisfacción al proteccionista y nunca bien entendido ministro Sebastián, además de mejorar la economía rural.
El vino es generador de riqueza también por el desarrollo local que induce, por su carácter sostenible, y por los valores añadidos que genera en forma de turismo y bienes culturales (publicaciones, gastronomía, formación, investigación, etc). Las viñas, que tienen raíces profundas, evitan la desertización y no precisan riego, por lo que también son duras oponentes al cambio climático.
Uno de los aspectos sanitarios de esta medida reposa en que un número tangible de infartos de miocardio se podrían evitar cada año: el resveratrol del vino es un potente antioxidante que reduce el riesgo de rotura de la placa de ateroma, es decir, impide, al menos en parte, que se formen los temibles trombos coronarios. También previene infartos a otros niveles (renales, cerebrales, etc.) y disminuye el riesgo poblacional de algunos cánceres.
En 2007, en España ingresaron en hospitales 55.000 personas por infarto de miocardio, y probablemente fallecieron al menos 10.000 de ellas. Si esta medida supusiese entre un 1 y un 4% de efecto preventivo, se evitarían anualmente de 250 a 1000 casos, y de 50 a 200 muertes, con el consiguiente beneficio económico y social asociado.
Seguramente esta no es la mejor receta contra la crisis, pero al menos es lúdica y saludable. ¡A tu salud!