En la sombra de tus ramas y bajo la protección del canto de tus huéspedes, me siento lleno de energía, buscando inspiración en las hojas nuevas, en tu corteza robusta y fuerte, en el aroma invisible de la naturaleza. Escucho tu voz, tus sonidos y tal vez tus lamentos. Tu mundo es un universo diferente, un espacio tiempo medido por la savia de tu sangre y no por el reloj de un tiempo moldeado.
Mirando profundamente tu existencia, veo que tu mundo es lento, pero sabio. Lento para mi comprensión, sabio porque nos dais enormes lecciones de vivencia y sinergias con el reino vegetal.
Para mí, no sois cosas, sois entes vivientes que habitáis entre nosotros o nosotros entre vosotros, que buscáis la unión para formar una plataforma viva, una masa biológica que da vida a la Tierra y a todos los seres vivos.
La mayoría de los humanos, te ven como simples objetos de adorno, de materia prima para hacer de vuestros cuerpos leña para calentarnos, muebles, papeles, barcos, instrumentos musicales y toda clase de objetos muchos de ellos inservibles o meros adornos de nuestra incompetencia.
Pero yo te veo como un ser vivo, inteligente, más sabio que cualquier sapiens arrogante. Te veo con ganas de vivir, de ser fiel a la madre de la vida, de dar oxígeno a todos los seres vivientes. Te veo como un símbolo de amor y esperanza.
No sé si sufres, pero si se que te comunicas con tu gran cerebro que se encuentra enterrado bajo tierra y bien protegido, con el resto del reino vegetal y animal. Es por ello que te respeto, que te entrego mi amistad por siempre y desde mi corazón nacen estos versos que buscan ser el lazo visible de nuestros dos mundos:
Tenue amanecer
en el bosque distante…
despiertan para beber
las vidas ambulantes.
Los rayos del sol
hacen desaparecer
los sueños perdidos
futuros diamantes.
La sombra nocturna
se esconde beligerante
para así no exponer
las vidas andantes.
La comunidad arbórea
se saluda apremiante
mientras sus inquilinos
cantan expectantes.
Y así, un día tras otro,
se forja el caminante
que vaga por los senderos
del bosque agonizante.
En su mundo lento
miran los gigantes
que nos regalan el aire
y su belleza dibujante.
Cobijo antaño
del hermano discordante
que bajo sus ramas
descansaban errantes.
Y ahora ni los miran
con figura elegante.
Los árboles callados
se van susurrantes,
se pierden en el fuego
en acto vergonzante.