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About, recuperado: La nariz de un notario

 

Rinoplastia

 

En ocasiones, un testimonio en apariencia intrascendente, un comentario cazado al vuelo, un simple chascarrillo, pueden ayudarnos a profundizar en la personalidad de un autor más que diez biografías. El semanario argentino (aunque uruguayo de nacimiento) Caras y Caretas recogió en su día una divertidísima anécdota sobre Edmond About que nos puede resultar sumamente ilustrativa a este respecto. Decía Así:

 

«Edmond About —el gran literato francés muerto en 1885— tuyo un día un asunto de honor. Fue a casa de su amigo, el célebre maestro de armas Grisier, para recibir lecciones de esgrima. AI cabo de una hora. Grisier, furioso, arrojó de su casa al escritor, con estas palabras:

—Vayase, incapaz. Usted deshonra mi sala con su torpeza.

About, tranquilamente se alejaba cuando, de pronto, cambió de parecer,

Maestro —le dijo—, antes de irme, quisiera pedirle un favor: su fotografía con dedicatoria.

A lo que respondió el esgrimista, halagado:

—No sabría escribir una bella frase para un escritor de sus méritos.

—Es muy sencillo, ponga esto solamente: A mi mejor alumno Edmond About. Firmado: Grisier.

Cuando al día siguiente, los testigos de su adversario se presentaron en casa del escritor, la fotografía expuesta en un lugar visible, sobre la chimenea, fue más convincente que todas las buenas razones que podían argumentarse…

El asunto se arregló amigablemente.»

 

Aunque no podemos asegurar si el episodio ocurrió realmente o es una más de las leyendas que circulan sobre el autor de El rey de las montañas, no cabe duda de que la imagen que nos transmite encaja perfectamente con la visión que ya en su tiempo proyectaba el escritor francés entre sus contemporáneos y que, asimismo, se encargó de cultivar en sus penetrantes y mordaces escritos. Nacido en Dieuze, pueblecito del departamento de Mosela, en la región de Lorena, en febrero de 1828, Edmond François Valentin About fue uno de esos a menudo brillantes y controvertidos escritores que se disputaron la escena literaria francesa durante el Segundo Imperio, periodo en el que alcanzó enorme popularidad, pero que vieron declinar con la misma o mayor celeridad su estrella en el último cuarto de siglo ante la irrupción del naturalismo en el campo de la novela y del parnasianismo y el simbolismo en la lírica.

 

Dos momentos marcan el alba y el ocaso de este periodo de dos décadas en el que el nombre de About se asociaba inmediatamente con la calidad, a veces incluso con la excelencia literaria, haciéndolo merecedor de encendidas palabras de elogio por parte de algunos de sus más eximios coetáneos, caso de George Sand, quien diría de él: «¡Qué talento posee! Diez veces mayor, a buen seguro, del que le reconocen, y le reconocen mucho». El primer hito tuvo lugar en 1854 con la publicación de La Grecia contemporánea aparecida a la vuelta de su etapa como pensionado en Atenas y que cosechó un notable éxito; el segundo, a modo de brillante fin de ciclo –aunque todavía seguiría escribiendo y publicando durante 13 años más hasta su temprana muerte a los 57 años–, acaecería en 1872, con las cenizas de la instauración de la Tercera República y la insurrección comunal de París aún humeantes, cuando apareció su obra sobre la cuestión de la unificación alemana, Alsacia, escrita tras ser encarcelado durante un viaje por esta región acusado de ultraje al Emperador.

 

Entremedias, irán apareciendo sus más perdurables obras, caso de Tolla (1855) o El rey de las montañas (1857) entre las «serias»; El hombre de la oreja rota, pionera pieza de ciencia ficción en la que fantaseó con la criopreservación humana o La nariz de un notario (ambas de 1862), entre las «ligeras», más marcadamente humorísticas; así como La cuestión romana (1859), despiadada invectiva anticlerical (y antipapal), o sus numerosas relaciones de los Salones y Exposiciones del París de las Artes, entre los trabajos «de actualidad» que mayor repercusión tuvieron y que más simpatías e inquinas le granjearon. Fue también durante estos años cuando About se labró un nombre como periodista al colaborar como articulista, cronista, crítico de arte o corresponsal –la apertura del Canal de Suez, la guerra franco-prusiana o el viaje inaugural del Orient Express son tres de los eventos que le tocó cubrir como enviado especial– en algunas de las publicaciones más destacadas del momento, caso Le Figaro, Le Moniteur, Le Soir, Le Constitutionnel o Le XIXe siècle, rotativo radical del que sería fundador y editor, ganándose con todo merecimiento el sobrenombre de Petit Voltaire –cuentan que siendo un párvulo uno de sus maestros, bien es cierto que como reproche, ya se lo había profetizado–, gracias a su estilo mordaz, impertinente e iconoclasta.

 

Pero ni siquiera en los años en que About supo concitar en torno a su figura un reconocimiento generalizado, el que fuera brillante estudiante de la Escuela Normal Superior de París y futuro enemigo acérrimo de los Goncourt, fue capaz de disipar los recelos que habían acompañado, tras algunas vacilaciones iniciales, su meteórico ascenso, durante el que había forjado esa reputación de arribista de la que nunca podrá desprenderse. «Su talento es innegable, su buen decir exquisito», escribiría Ángel de Miranda, no sin antes recordarnos que el escritor fue al mismo tiempo «Una de las figuras más interesantes y menos simpáticas del periodismo y la literatura francesa». Rubén López Conde, responsable de la traducción de La nariz de un notario recién publicada por la editorial Ginger Ape hace, asimismo, hincapié en esta vertiente biográfica. «Es difícil trazar siquiera un bosquejo de la personalidad polifacética de Edmond About», escribe el estudioso al tiempo que, en razón de su causticidad, lo llega a comparar con su casi coetáneo americano Ambrose Bierce. Prueba de esta flexibilidad política e ideológica de la que hizo gala –y que de algún modo lo emparenta, sin alcanzar su magisterio, con otro autor recientemente recuperado por este sello, el escritor y periodista Luis Antón del Olmet– está el hecho de que About fundara a comienzos de la década de 1870, su propio magazín, Le XIXe Siècle, «de un republicanismo converso, casi intransigente (él, que había formado en las filas del imperialismo napoleónico)». Sin embargo, como se encarga también de recordarnos el exégeta, pese a que durante cierto tiempo la publicación gozó de gran éxito entre las clases media y liberal y llegó a ejercer una notable influencia sobre la política contemporánea, «jamás obtuvo la aquiescencia, pese a sus muchos y denodados esfuerzos, de las prebostes del partido, recelosos del tránsfuga y resentidos por las afrentas del pasado.»

 

Estos retazos configuran un retrato que no desentona en absoluto con la visión del personaje que dejaba entrever un extenso artículo que en julio de 1860 publicaba The National Review con motivo de la traducción al inglés de algunos de los más destacados títulos de About y que, ya de entrada, nos sirve para certificar la enorme popularidad de la que gozaba el escritor dentro y fuera de su país en ese momento cenital de su carrera. Por «las ocurrencias de su ingeniosa escritura, cuanto por sus afortunados giros lingüísticos y una cierta impertinencia, siempre educada, de estilo» se parece como ningún otro miembro de su generación a Voltaire; por su capacidad para «tratar incidentes imposibles y fantásticos como si fueran probables, arrastrándonos narrativamente hasta reírnos de nosotros mismos al admitirlos como creíbles», About, señala también la revista, despunta como «uno de los franceses más relevantes de la actualidad». Sin embargo, al final del escrito, pese a la entusiasta alabanza que lo vertebra, una nube aparece para empañar el cuadro. Su reciente panfleto sobre Prusia (en alusión a L’Empereur Napoléon III et la Prusse), lo habría hecho abandonar «la posición de un escritor independiente». La acusación de haber tomado su pluma al dictado no admite ambigüedad y la cortés invitación a no dejarse arrastrar por la ligereza narrativa o el oportunismo político que se aprecia en algunos de sus últimos textos es tan elegante como directa. Ni que decir tiene que la petición no será tenida muy en cuenta y que el artículo acierta plenamente al vislumbrar el cambio de rumbo que la literatura de About, entregado al periodismo y a los vaivenes políticos –y aquellos fueron también tiempos sumamente «interesantes»–, parece tomar. Afirmar retrospectivamente que en el horizonte del autor no se erguía ya en aquel momento la inmortal Fama, sino las más mundanas Legión de Honor y su ingreso en la Academia –los «invisibles» se lo llevarían antes de que tuviera tiempo siquiera de pronunciar su discurso de entrada–, podría resultar excesivo, pero no parece desatinado suponer que a About los asuntos del día lo fueron paulatinamente alejando de su vocación «pura», parar entendernos, de escritor.

 

Evidentemente, estas pinceladas nos ayudan a formarnos una idea, tremendamente ambigua –pues allí donde algunos, no siempre desinteresadamente, querrán ver simple oportunismo, otros, como el propio López Conde, auscultarán «índices de compromiso» con la política de su tiempo– de la personalidad del escritor sin decirnos casi nada de sus méritos artísticos. Y aunque el largo olvido en el que ha caído su figura pudiera inducirnos a pensar que su obra fue flor de un día; que su nombre ya ha sido debidamente amortizado con las rácanas menciones que suelen aparecer en algunos manuales o de forma colateral al hablar de la época o de otros autores «mayores»; que no hay sitio en el exuberante panteón de las letras francesas del XIX para un escritor de su fuste, lo cierto es que, sin necesidad de más pruebas, aunque solo fuera por su condición de precursor de un autor «del canon» como Henry James, merecería la pena detenerse a pensar si realmente a About se le ha hecho plena justicia. Angus Wrenn ha analizado la influencia del escritor francés sobre su par norteamericano y debemos reconocer que el resultado de las investigaciones del profesor de la LSE no deja lugar a dudas. Publicado en 2009, Henry James and The Second Empire analiza la influencia de aquellos hoy desatendidos novelistas del Segundo Imperio que formaron parte del círculo de la Revue des Deux Mondes durante las décadas del 50 y 60 del siglo XIX, centrándose en la obra de Victor Cherbuliez, Octave Feuillet y, singularmente, Edmond About. Tras leer el estudio, resulta fácil advertir que la lectura que hizo James de obras como Tolla y Germaine le resultaría esencial a la hora de abordar la elaboración de El americano, Retrato de una dama o Las alas de la paloma. About, como se deduce de la copiosa documentación que reúne la obra, fue un autor muy del gusto de George Eliot o Elisabeth Barrett Browning, quienes comulgaron con el «idealismo» de los trabajos mayores del escritor francés, algo que se pone de manifiesto especialmente en la estética de Henry James cuando consideramos su rechazo a la ola naturalista que inundaba las letras europeas y que anticipaba un profundo cambio de sensibilidad estética.

 

Elegante, incisivo, polémico, periodista y viajero infatigable, dramaturgo y crítico de arte, About fue un escritor prolífico e irregular que se desparramó por diferentes géneros y estilos, lo que quizá ha contribuido a una recuperación que solo podía ser problemática, sin llegar a perder, eso sí, ciertas marcas que lo acompañarían casi sin excepción. Una de ellas, ya anticipada, es ese clasicismo que convirtió en anacrónicas algunas de sus principales obras al poco de aparecer y que, paradójicamente, le han permitido llegar hasta nosotros sin perder interés, que permiten, por lo tanto, una recuperación no meramente arqueológica. La otra la constituye esa comicidad que despliega a través de una amplia paleta, de la fácil socarronería a un humor refinado e inteligente, que contribuyó de forma decisiva a convertirlo en un autor tremendamente popular. Sin ir más lejos, de la obra que a continuación abordaremos llegaron a agotarse hasta seis ediciones en apenas dos años.

 

La nariz de un notario


Si el personaje protagonista de esta novela hubiese tenido la picardía de actuar como se dice que lo hizo el propio About en la anécdota recogida al inicio, se habría ahorrado un disgusto mayúsculo. Lo malo es que entonces nos habría privado a nosotros de dos o tres horas (el librito se lee en una sentada) de extraordinaria diversión. Porque precisamente es un duelo el desencadenante de esta trama alocada que recupera, con nueva traducción, una de las novelas del autor que mejor ha soportado la incuria de los tiempos. Agradezcamos, pues, que el carácter sanguíneo y altivo del «más brillante notario de Francia», Alfred L’Ambert, protagonista de este maravilloso dislate, sea el causante de su propia perdición. Poco importa que este seductor campeón del foyer de la Ópera parisina se arrepienta al instante de protagonizar el impetuoso arrebato que le ha llevado a desairar al grueso turco Ayvaz-Bey, secretario de la embajada otomana en París –apodado irónicamente el Tranquilo–, por un asunto menor de faldas con una linda y decente muchacha («decente, como se es generalmente en la Ópera…»). «Dos personas honestas no se degüellan por una mademoiselle Tompain», dirá entre dientes nuestros hombre mientras medita qué va a ocurrir a continuación. Pero es demasiado tarde. El asunto, en esta ocasión, no se va a arreglar «amigablemente» y una vez que el joven y arrogante notario de la Rue de Verneuil ha echado a rodar la piedra por la ladera, la avalancha será tan imparable como la estocada que limpiamente va a separar su nariz del resto de su cuerpo con las estrafalarias e hilarantes consecuencias que le están reservadas al lector. La cómica desaparición del noble apéndice (que «se curvaba en forma de pico de águila»), de la que no daremos demasiadas pistas para no deshidratar la obra, pero que afeará su armonioso rostro y dejará sin soporte a sus gafas de oro («las más finas, las más ligeras, las más elegantes»), compone uno de los más divertidos episodios del libro y arrastrará la trama hacia un territorio tan impredecible como disparatado después de que el notario tome conciencia del giro que cobrará su vida tras haber quedado desfigurado y descubrir que está condenado a partir de ese momento a abandonar esa brillante carrera profesional que ejercía «por derecho de nacimiento». Su abatimiento al contemplar ese paraíso del que ha sido expulsado por su genio colérico, ese beau monde parisien en el que brillaba con luz propia, es total:

 

«Soy hombre muerto; no me queda otra solución que volarme la tapa de los sesos. Ya no podré presentarme de nuevo en sociedad, ni en la Ópera, ni en ningún otro teatro. ¿Queréis que aparezca ante el mundo con esta cara grotesca y lamentable que moverá a la risa de unos y a la compasión de otros?»

 

Es en ese momento cuando irrumpe en el libro, fruto de la curiosidad científica del autor rastreable asimismo en otras de sus obras, otro de los temas centrales y que en este caso encuentra la inspiración en toda una serie de especulaciones médicas que si bien pueden remontarse –como recoge el interesante aparato crítico que acompaña a la novela–, a los tratados de Ambroise Paré, uno de los padres de la cirugía y la técnica forense modernas, o  al De sensu rerum et magia de Campanella, beben de manera indudable de los más avanzados estudios que sobre anatomía y cirugía afloraron en tiempos del autor y sobre los que demuestra tener un sólido conocimiento que él se encargará de reelaborar, naturalmente, sirviendo a los propósitos de su ficción, del modo más extravagante y risible.

 

Como consecuencia de estos progresos, en los que podemos advertir bajo la caricatura cierta crítica zumbona y todavía no demasiado articulada a los efectos del emergente positivismoComte ya había muerto a esas alturas de siglo y sus teorías inundaban la atmósfera cultural francesa–, al notario se le abrirá la posibilidad de volver a tomar rapé, pues allí donde la ciencia médica alcanza sus límites, su falta de escrúpulos –al ambicioso doctor que lo atiende tampoco le sobran precisamente– se encargará de poner el resto.

 

«Hay tres millones de mendigos en Francia, todos los cuales no valen ni diez sueldos, ¡y yo no puedo adquirir a peso de oro la nariz de uno de estos miserables!… Aunque de hecho, ¿por qué no?»


Un tosco y austero aguador auvernés (o auvernech, habría que decir, en virtud de la particular y caricaturesca forma de hablar del sujeto) será el encargado de donar los pocos centímetros cuadrados de piel necesarios para devolverle «su» nariz al notario. Por apenas cien luises (un potosí para el mísero Sébastien Romagné) el trato ha sido cerrado. Pero como contrapartida el fedatario habrá de ligar su destino al rudo muchacho de una manera insospechada, pues si bien entraba en el trato el que debía mantener unido por espacio de un mes su rostro al brazo del aguador, al alentar su depravación, alejándolo de las costumbres austeras que hasta entonces había llevado en la ciudad, generará toda una serie de fatales consecuencias sobre la vida de ambos: que se harán especialmente visibles en una nariz que actuará a modo de termómetro. De este modo, lo que iba a ser una milagrosa rinoplastia que había de permitir a Monsieur L´Ambert retornar a su vida anterior con éxito, «incluso podría decirse que con gloria», máxime cuando había adquirido en su rentrée en la buena sociedad cierta aureola de hombre de acción –pese al patético papel que le tocó interpretar en el campo del honor– se convertirá en una auténtica pesadilla.

 

Con estos mimbres, About hilvana una desternillante sátira del París de su tiempo, de un microcosmos –maravillosamente descrito en sus postrimerías por la prosa refinada de Catulle Mèndes en un libro del que no hace mucho hablamos por aquí– en el que las clases altas se confunden efímeramente con las populares en ese «mercado de placer fácil» y «escuela de libertinaje» que es el hogar de la danza, por donde transitan ministros («incluso los más casados de todos nuestros ministros»), príncipes, diputados, prefectos, senadores, flâneurs, damas galantes, ingenuas bailarinas, muchachitas de baja extracción con pretensiones, cantantes, silfos y obreros «desmañados y artificiosos»;  donde la aristocracia y la canalla, la nobleza de toga y la «vil muchedumbre», los amos y siervos, libran su particular lucha de clases y practican su resentimiento mutuo.

 

La visión de conjunto, saltando la sensación de humor absurdo que a cada momento nos golpea, la profusión de escenas inverosímiles y desopilantes, es corrosiva y desprende un radical descreimiento. Así se pone de manifiesto, por ejemplo, cuando cierta duquesa le pide cuentas a su marido acerca de los «hábitos operísticos que este había adoptado». La respuesta, en la que este justifica sus devaneos como obligaciones que le impone su aspiración de obtener una embajada, no puede ser más elocuente del alegre cinismo que salpica la visión del narrador:

 

«Aprende, mi querida niña, que la danza y la política son gemelas. Tratar de agradar, cortejar al público, mantener la vista en el director de orquesta, componer el semblante, cambiar a cada instante de vestido y de color, saltar de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, girar rápidamente y volver a caer los pies, sonreír con los ojos llenos de lágrimas, ¿acaso no es, en pocas palabras, el programa de la danza y la política?

La duquesa sonrió, perdonó y tomó un amante.»

 

La vida como representación, el mundo como teatro, la virtud como máscara, el foyer como escuela de ciencias políticas. ¿Tomó prestadas para sí mismo About algunas de estas valiosas lecciones? En vista de sus éxitos mundanos, de su capacidad de adaptación y de las numerosas condecoraciones que fue cosechando, no resulta descartable. Lo que está claro es que, con independencia de la desigual exigencia de estilo, de los valores literarios intrínsecos o de la singularidad de cada caso, de esta visión desencantada y crítica con las convenciones sociales participarían buena parte de los grandes autores franceses del XIX a la hora de retratar la inmediata realidad de su época. Una simple alusión a un diálogo entre Fréderic y Deslauriers en La educación sentimental bastaría para traer hasta el primer plano este hecho incontrovertible.

 

«–Deberías pedirle a ese viejo que te introduzca en casa de los Dambreuse. Nada tan útil como frecuentar una casa rica. Puesto que tienes un traje negro y guantes blancos, aprovéchate. Tienes que caer en ese medio. Más tarde me llevarás a mí. ¡Un millonario, date cuenta! Arréglatelas para agradarle, y a su mujer también. Hazte su amante.

Fréderic lanzó una exclamación.

–Después de todo, lo que te digo es normal, nada más clásico. Acuérdate de Rastignac, en la Comedia humana.»

 

About se incorpora de forma natural a esta despiadada genealogía del desengaño, aunque hay que reconocer que como contribución a la «historia moral» de su generación, La nariz de un notario, no pretende ir más allá de un sano entretenimiento, resultando en este sentido más molieresco que voltaireano. La claridad de la frase, la frescura de los diálogos, la clave paródica que asume la observación siguen manteniendo vigentes aquellas palabras publicadas en su día por el madrileño diario El Sol con motivo de la publicación en España de la anteriormente citada El hombre de la oreja rota, que señalaban todavía en 1933 «el talento narrativo, la alegría y la gracia junto con cierta benévola ironía, no exenta de preocupación moralizante», entre las características reconocibles de las mejores novelas de About.

 

El tema del doble, en este caso de un otro deformado y deformante, así como las oposiciones que aparecen insinuadas entre París y la Francia rural por un lado, entre Occidente y Oriente, por otro, o entre las clases altas y bajas (y cómo estas últimas pueden llegar a envilecerse al contacto con la «muselina blanca») también darían para toda una serie de especulaciones que, en último término, nos alejarían de nuestro propósito al dar noticia de esta feliz recuperación haciéndonos perder de vista el objetivo que se impuso el autor al escribir la obra. Hacerle pasar al lector un buen rato. Doy fe de que siglo y medio después de su redacción, lo sigue logrando.

 

 

 

FICHA DEL LIBRO

La nariz de un notario.

Edmond About

Traducción de Rubén López Conde.

Ginger Ape Books.

Rústica fresada con solapas. 130 x 195 mm.

148 páginas.

ISBN: 978-84-941858-2-3

PVP: 12,50 €; ebook: 3,00 €.

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