Hillary Clinton lo ha calificado de «insulto» a los Estados Unidos. Otros miembros del gobierno de Obama, hablando anónimamente, han sido más duros. El anuncio por Israel de que va a permitir la construcción de 1.600 nuevas viviendas en un asentamiento en Jerusalen en tierra que pertenecerá al futuro Estado palestino sentó en Washington como una puñalada en la espalda propinada por su aliado. No sólo proseguía la política de asentamientos que Obama ha pedido insistentemente al primer ministro Netanyahu que detenga sino que el tema se hacía público en momentos en que el vicepresidente Biden se encontraba en la zona intentando que Israel y los palestinos se pusieran a negociar. Para comentaristas estadounidenses era una humillación que complicaba enormemente el proceso de paz y dejaba al presidente americano en ridículo ante gobierno y opinión pública árabes.
La proliferación de asentamientos o barriadas árabes en zonas no israelíes hace inviable un Estado palestino al crear multitud de enclaves que necesitarían protección, cambio de fronteras, etc. Han sido siempre condenados por la comunidad internacional, es decir por la ONU, la Unión Europea, la Cruz Roja Internacional y el mismo Tribunal Internacional de Justicia que dice que los asentamientos son «una flagrante violación de la Cuarta Convención de Ginebra». La Convención establece que las ocupaciones militares han de ser temporales y prohibe a la potencia ocupante el traslado de ciudadanos al territorio conquistado.
La comunidad internacional -el llamado Cuarteto, es decir, la ONU, Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea, repudió el viernes el anuncio judío-, piensa que Israel debe desmantelarlos y devolver sus habitantes al interior de las fronteras israelíes de 1967. Cualquier nuevo asentamiento o la ampliación de uno existente sólo acrecienta el problema. La gravedad del mismo viene subrayada por el hecho de que el anunciado ahora se levantaría en la parte este de Jerusalen, en lo que la ONU y el propio Estados Unidos sostienen que puede ser la futura capital de Palestina. Un portavoz de la Autoridad palestina, Ghassam Katib, decía esta semana que «Israel acelera las medidas para convertir a Jerusalén en una ciudad judía cambiando la situación en el terreno y reduciendo la presencia palestina». La parte este de Jerusalén tiene ahora unos 200.000 judíos (en 1967 casi no había allí) y unos 270.000 palestinos.
Las motivaciones de las autoridades israelíes en su política de asentamientos pueden ser diversas, satisfacer al partido más fundamentalista de la coalición en el gobierno partidario de pocas concesiones y que proclama que toda Jerusalén es judía, reforzar su seguridad al disminuir con ellos los atentados, o crear hechos sobre el terreno como futura baza negociadora. Para la labor de mediación de Estados Unidos es un escollo supletorio. Los palestinos no quieren negociar si los asentamientos no se paran y Obama ve su prestigio bajar incluso entre los árabes moderados. Ya no estamos en los tiempos de su aplaudido discurso en El Cairo.
Se detecta, por todo ello, un creciente fraccionamiento en los medios de información estadounidenses. No escasean los defensores de la postura israelí que argumentan que la noticia del asentamiento debió ser manejada con prudencia y que es insensato que Washington eche la bronca a su único verdadero aliado en la región.Se hacen eco de una u otra forma de la filosofía del «Jerusalen Post», que decía estos días que Obama ha cruzado el Rubicón al aprovechar cualquier incidente para sermonear a Tel Aviv y mirar para otra parte cuando hay transgresiones de los palestinos. Paralelamente, y en sentido contrario, es creciente el número de los que sostienen que Netanyahu desaira descaradamente a Obama con los asentamientos y que esto es grave. La leída columnista del «New York Times» Maureen Dowd comenta que los líderes árabes se percatan de que Obama tiene tantos problemas domésticos que ha olvidado las promesas que hizo en el exterior y que Netanyahu debería acordarse de que sus prioridades son impedir que su vecino (Irán) obtenga el arma nuclear y seguir teniendo una privilegiada relación con Estados Unidos. Varios humoristas han reflejado la actitud «sobrada» de las autoridades de Tel Aviv.
Los dos gobiernos intentaban este fin de semana templar gaitas y hay esperanzas de que en las próximas fechas palestinos y judíos podrían iniciar conversaciones indirectas con la mediación de Estados Unidos. Si Obama pasa la prueba de su reforma sanitaria quizás podrá ocuparse del tema y recuperar parte de su prestigio en el mundo árabe.
La citada M. Dowd concluía con otro aspecto del tablero de Oriente Medio: «Los mullahs de Irán deben estar riéndose viendo como americanos e israelíes discuten sobre quien insultó a quien. Mientras tanto se afanan en apretar las tuercas de su arma nuclear».