They tried to make me go to rehab
Aparentemente tranquila, después de cenar, fue como dejó Ken Pearson, uno de los músicos de la banda, a Janis Joplin la noche del 4 de octubre de 1970 en el hotel Landmark de Hollywood donde apareció muerta al día siguiente cuando sólo tenía 27 años.
Tres semanas antes, a los 28 años, Jimi Hendrix había muerto por sobredosis en un piso de Londres.
La noche del 4 de marzo de 1982, después de compartir la mesa para cenar con Robert De Niro y Robin Williams, John Belushi se retiró al hotel Chateau-Marmont en una ladera próxima a Sunset Boulevard de donde ya nunca salió. Tenía 33 años.
Robert Johnson, Charlie Parker, Jim Morrison, Brian Jones, Kurt Cobain… y ahora Amy.
Todos músicos, todos jóvenes y todos mitos.
Amy Winehouse, cantante, compositora y la gran esperanza blanca de la música negra, le dijo al encargado de la seguridad en su apartamento de Camden que se iba a echar un rato porque se encontraba algo cansada, pero ya nunca se levantó de la cama. Aunque todos hemos pensado en las drogas, hasta octubre no sabremos cuál fue la causa de su muerte.
¿Por qué tan a menudo una personalidad frágil y atormentada atesora el talento necesario para que lo convirtamos en mito? ¿Qué explosivo cóctel de características y circunstancias se da en esas personas que los hace tan vulnerables?
Ya en 2007 lo decía Gillian Reagan en su artículo en “The New York Observer” titulado “Amy Winehouse: The next talent tragic?” que empezaba diciendo: “Amy Winehouse se va a morir joven”. Pues sí, se ha muerto joven y, aunque debutó como actriz en la televisión en 1997, no conocimos su voz hasta 2003. Sólo nos ha dejado ocho años de carrera y dos discos, pero qué dos discos; “Frank” y “Back to Black”. En ellos nos dejó ese estilo Motown y esa forma de cantar siempre un poco por detrás del ritmo de la canción, como si manejase con destreza el tiro de una carreta. Esto, y no otra cosa, es lo que ha hecho de ella un mito. Hay grandes cantantes, pero sólo hay una que era especial, diferente, única. Sin duda, uno de los grandes acontecimientos de la música de los últimos 50 años. Está en el Olimpo con los más grandes.
Como reza en el epitafio de Jim Morrison, “cada cual su propio demonio”. La historia de Amy es la de una mujer débil que podía haber tenido una vida fácil y placentera, la de una mujer que, por mucho que otros se empeñasen, quería vivir como vivió y no supo (o no quiso) vencer a ese demonio que todos llevamos dentro.
@Estivigon