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Adolfo Salvador, del ERE en el grupo Joly a la fundación de ‘El Independiente de Cádiz’

La fábrica de historias   el blog de Iara Matiñán Bua

 

Le dedico este post a Adolfo Salvador

 

–¿Sabes que tienes la culpa de que me haya ido?

–Yo tengo la culpa de todo –me respondió Adolfo.

 

Adolfo Salvador Ruiz. Podría escribir cientos de páginas sobre él. Fue mi redactor jefe cuando trabajaba como becaria en El Diario de Sevilla (Grupo Joly), en la sección de Internacional, 2009. Un día llegó a la redacción con un paquete debajo del brazo.

 

–Te he comprado una grabadora para que no tengas que pedirla –me dijo.

 

Nunca me imaginaría que ese pequeño artefacto negro viajaría conmigo de Londres a Sudáfrica, de Sudáfrica a Galicia, de Galicia a Israel y Palestina, para acabar en Madrid. A veces me divierto encendiendo el viejo aparato y escuchando las conversaciones con atiguos entrevistados, con mi inglés indio. Forman parte de los cuadernos de viaje que he transformado en archivos periodísticos. Pero la mejor lección que Adolfo me enseñó fue sencilla: no abandonar el periodismo, pese a que a veces él nos quiera abandonar.

 

Aún recuerdo cuando cambié el Guadalquivir por el Támesis. Cuando acabé mis prácticas en Sevilla me fui a Londres. Mandaba mis crónicas a Sevilla. Y Adolfo se encargaba de publicarlas. De transformar las entrevistas de la vieja grabadora en textos de papel. Tenía 25 años. Si no fuera por Adolfo, supongo que trabajaría como profesora de inglés, o como camarera (como también hice). Supongo que hubiera dejado que el periodismo me abandonara.

 

Obstinado y con talento, en una sociedad en la que el talento ha dejado de ser la medida para valorar el trabajo, Adolfo Salvador fue despedido del Grupo Joly este año. Un ERE intentó acabar con él. Meses después estaba en una nueva redacción: El Independiente de Cádiz. Un medio que acaba de nacer en abril y que apuesta por el papel. Como he dicho antes, Adolfo, luchador nato, es uno de esos reporteros que se niega a dejar el periodismo. Para él este trabajo no es solo un oficio, es su vocación. Y su arte.

 

Adolfo Salvador: «El error de mi vida fue implicarme más de lo necesario con gente que no merecía la pena»


Adolfo Salvador Ruíz. Foto extraída de su Facebook

 

 

¿Cómo has pasado de tener una librería a trabajar como redactor jefe para el grupo Joly?


Una tarde de noviembre, mientras estaba atendiendo a un cliente en mi librería de Madrid, recibí una llamada de mi amigo Carlos Enrique Bayo que quería contar conmigo para emprender la aventura de iniciar un nuevo periódico en Sevilla. Yo le había cogido gusto a eso de ser emprendedor y me costó decidirme, pero mi familia me animó a intentarlo y me decidí. Por otra parte, las condiciones económicas que me ofrecieron eran mucho mejores que mis expectativas en la librería, que se limitaban a subsistir.

 

Has trabajado para Diario 16, ¿podrías contarnos alguna anécdota que te haya marcado durante tu trabajo como redactor?


A lo largo de más de 15 años de trabajo en Diario16 hubo, por supuesto, muchos momentos divertidos, pero también tensos y difíciles. Recordaré siempre las broncas que me echaba Pedro J. cuando hacía las cosas mal. Especialmente me sirvió una que recibí por no haber publicado una foto espectacular. Siempre le agradeceré que aquella bronca me sirvió muchísimo para no olvidarme jamás de la importancia que tiene el trabajo gráfico en un periódico. También recuerdo alguna que otra felicitación por el trabajo bien hecho.

 

¿Cómo fue tu último día con el grupo Joly?


Lo recuerdo como uno de los peores de mi vida. Después de trece años de trabajo, en los que siempre procuré dar mucho más de lo exigible, me parecía una injusticia sin sentido. Recuerdo la frialdad de la persona encargada de comunicarme mi despido y la cobardía del director del periódico, que le acompañaba para corroborar que no era sólo una decisión empresarial, sino que la dirección periodística también participaba de la misma. Se trataba de una imposición, claro, pero él se prestó a ello por miedo, cobardía o lo que fuera. También me demostró la nula categoría personal y empresarial del propietario del Grupo Joly.

 


¿Volverías a trabajar para ellos si te ofrecieran un trabajo?


Nunca me lo van a proponer y desde luego jamás volvería a trabajar para alguien que considera su empresa como un cortijo donde el patrón manda y los demás obedecen. Una forma de entender la empresa de manera patrimonialista donde los aciertos son siempre suyos y los errores siempre de los demás. Con una ideología rancia que se aprecia en sus editoriales, columnistas, artículos, etc. Un grupo empresarial que necesita estar al servicio de los poderosos para seguir recibiendo unas migajas monetarias. Un grupo que baila, en definitiva, al son que le tocan los que tienen el poder político o económico. No, muchas gracias.


¿Cómo nació El Independiente de Cádiz?


Yo no participé en su nacimiento ya que me incorporé un tiempo después. Pero fue simplemente la unión de varios periodistas gaditanos o que trabajaban en Cádiz y que resultaron despedidos de sus trabajos en los últimos meses. Muchos procedían del Grupo Joly pero otros, no. El Independiente no nace como fruto del despecho de unos cuantos. Nace como consecuencia de una decisión valiente, difícil y costosa. Lanzarse o quedarse esperando un futuro que nunca llegará.

 

Por otra parte, nace como fruto de una reflexión. Una provincia como Cádiz, cuna de la Constitución de 1812 y famosa siempre por el progresismo de sus gentes, no se merece tener medios de comunicación que sólo sirven a la derecha más rancia, que en Andalucía es mucho peor que en el resto de España. En especial Diario de Cádiz, que acumula el 90 por ciento de la prensa que se vende en la zona, ha experimentado un brutal proceso de derechización, consecuencia de que está en manos de los bancos y de editores muy significados ideológicamente como José Manuel Lara.

 

Cádiz se merece otro periodismo, libre, crítico, valiente, que esté con la gente, con sus necesidades, sus problemas, sus ilusiones. Que pase, en el buen sentido del verbo, de los políticos, de sus ruedas de prensa sin preguntas y de sus comunicados laudatorios. Que diga las cosas como son, que no oculte la verdad, que sea independiente de los poderes políticos y económicos, en definitiva.


¿Por qué habéis apostador por el papel y no por lo digital cuando los nuevos medios (eldiario.es, infolibre…) pronostican que el papel se está muriendo?


Los medios digitales lógicamente airean la próxima muerte del periodismo en papel, pero nosotros no estamos de acuerdo. Nadie nos ha enseñado todavía la autopsia que confirme esa muerte. De hecho, algunos de los fenómenos más interesantes de la comunicación de los últimos tiempos son en papel. Me refiero a la revista Mongolia o a Jot Down, que después de triunfar en la Red ha dado el salto también al papel. Yo creo que el buen periodismo siempre va a salir adelante, sea cual sea el soporte. El problema es que desde hace décadas en España se hace uno de los peores periodismos del mundo porque los grandes grupos editoriales están atados de pies y manos. Durante la época de expansión económica se lanzaron a proyectos faraónicos que se han venido abajo como un castillo de naipes.

 

Mira el Grupo Joly: cuando Diario de Sevilla sale a la calle y obtiene un éxito arrollador, con un periodismo que no tenía nada que ver con el que hace ahora, el empresario en lugar de tener los pies en el suelo y pensar que lo más difícil no es llegar sino mantenerse empieza una alocada política de expansión. Y esa ha sido su ruina. A mí y a otros muchos compañeros nos han echado, pero la responsabilidad no es nuestra. La culpa es de un empresario inepto que se creía que todo el monte es orégano y que la bonanza económica iba a durar toda la vida. Pero sus errores no los paga él, que sigue fumando puros y va con la duquesa de Alba a los toros de la feria de Sevilla. Sus errores los pagan los trabajadores, compañeros que con toda seguridad han invertido más horas, trabajo y entusiasmo que el propio empresario.

 

Esa es la verdad de lo sucedido. ¿No te parece curioso que el mismo fin de semana que empiezan los toros en Sevilla el diario del Grupo Joly abra su edición con una foto a cinco columnas de la duquesa de Alba? Este año la presencia en el palco de la Maestranza vuelve a estar asegurada. Porque esta gente, aunque tiene mucho dinero, son amigos de aquello que dice “gratis, aunque me cueste la vida”. Pues eso.


¿En qué ha cambiado la manera de hacer periodismo de la Transición al 2013? ¿Importan más las exclusivas o las buenas historias?


La Transición fue un momento único y entonces creíamos que irrepetible. Hoy no estoy seguro porque este país necesita, en mi opinión, una nueva Transición de manera urgente. Eran tiempos de jugársela en busca de la verdad. Queríamos cambiar el sistema político, los periodistas fuimos en muchas ocasiones punta de lanza de la transformación social que se experimentó entonces. Luego, con el paso del tiempo, la democracia se fue asentando y el trabajo del periodista se fue normalizando. Y hoy llegamos a la situación en la que estamos. El país está pasando una gravísima crisis que afecta a todos los pilares del sistema demócratico; el descrédito de instituciones y políticos es galopante; la sociedad asiste asustada a la extensión de los casos de corrupción que ya no son excepciones como alqunos nos quieren hacer creer.

 

Pero, a diferencia de la primera Transición, en esta ocasión es la sociedad la punta de lanza de la lucha contra este estado de cosas. Ya no son los periodistas, cuya reputación está merecidamente por los suelos. Son las redes sociales, son los grupos de afectados por la hipoteca o las preferentes, o por los recortes en sanidad, en educación, en dependencia… los que salen a la calle para intentar cambiar las cosas. Los periodistas, o están de acuerdo con el poder, porque dependen de él para subsistir, o llevan tanto tiempo sentados en sus poltronas que ya no saben pisar las calles y se ven desbordados por los acontecimientos. No hay que olvidar que una gran mayoría de los periodistas que aún pueden hacer oír su voz son millonarios. Eso es un hecho. Se enriquecieron en tiempos de la bonanza económica y hoy, en su gran mayoría, tienen una ideología conservadora y retrógrada. Eso es otra realidad incuestionable.

 

¿Cual fue la primera grabadora con la que grabaste tu primera historia? ¿Qué historia fue?


Desde luego no era una de esas grabadoras digitales tan pequeñas y livianas que existen ahora. Fue un reportaje con un soldado que había participado, bajo amenazas de muerte, en el asalto al Congreso el 23 de febrero de 1981. Como te decía antes, era una época en la que los periodistas salían a la calle en busca de historias. Yo quería saber la historia de uno de los miembros de la Policía Militar que en aquellos tiempos de servicio militar obligatorio se vio empujado a intervenir en un acontecimiento con el que no estaba de acuerdo. Pero que tuvo que hacerlo por la imposición de sus mandos. Y encontré la historia.


¿Podrías escribirnos la primera página de tu novela nunca terminada?


Sí. Empezaría por algo así como: El gran error de mi vida fue implicarme más allá de lo necesario con gente que no merecía la pena.

 

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