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Aguas de San Juan

 

 

Mañanitas de San Juan, cordiales como un beso de hierba fresca. El agua se hace bendita con el primer rocío de la alborada. Lavarse la cara con ella, limpia de asperezas tanto la piel como el alma. Algunos también la usan para rociar las fachadas de sus viviendas, o las carrocerías de sus automóviles.

 

Desde la más tierna infancia recuerda Faba esta ceremonia del agua en su casa de Ceuta. Su madre la alentaba cada año, y él –como buen grumete de su almiranta– lo ejecutaba, sacando una palangana verde al ralente de su terraza. Echarse galfadas de agua en su cara, era un rito repetido cada mañana de su Santo. De niño, Faba, Juan se llamaba.

 

En la Huerta del Retiro se conserva y se venera cada año esta práctica. Hoy presentamos tres testimonios fotográficos que así lo avalan.  

 

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Agua de San Juan 1ª. (A la cabeza de esta entrada). Una ramita doble de romero y un limón casi sumergido, gravitan en el centro de un círculo de agua. Ese año el recipiente fue una ensaladera de vidrio estampada con hojas de árbol. Se sostenía sobre una mesita redonda de mármol blanco; manchada con granos de alpiste que comiera Pipi, el canario libre de Santiago. Honramos hoy su memoria, por la alegría que dio a los habitantes y visitantes de esta Huerta.

 

 

 

Agua de San Juan 2ª. A través del agua cordial de San Juan, navegamos río arriba para reencontrarnos con los muertos. El año pasado el agua de San Juan fue bendecida dentro de una sopera de Adela Escartín, que había llegado a esta casa unos meses antes, gracias a una causa lamentable. Una pócima de yerbabuena, canela en rama, y de un limón sólo la cáscara, sirvió para que el agüita de San Juan la cara nos escartinizara.

 

 

 

Agua de San Juan 3ª. Tres limones y una magnolia (cortada –la noche antes– de una rama baja de la Plaza de Oriente,) flotan en el agua de como una Ofelia ahogada en la mañanita de de San Juan de 1999. Un cubo azul de plástico fue el estanque preparado por Faba, para embalsar sus perfumadas aguas.

 

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Y como esta clasificación acuática se concluye con un fondo sonoro de pájaros silbantes, porque la amanecida ya ha arribado, Faba va a salir al pretil de su terraza, para enjuagarse y purificarse la cara, con el agüita cordial de esta mañana.

 

(Con la piel más tersa, tras el contacto acuático, transmite Faba que –excepcionalmente– acaba de sonar la campana con voz de pozo de San Ginés, la iglesia templaria del barrio.)

 

Fotos: Gabriel Faba

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