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Ajedrez para todos

 

Decía Peter Brook (referido al escenario): «Lo único que me interesa se encuentra es este espacio», y Bergman opinaba lo mismo, con la salvedad que a él con su compañía de teatro, la Dramaten sueca, disfrutaba enormemente tirando zapatos a sus actores para sacarles interpretaciones inolvidables.

 

Para mí, sin ser tan exclusivo, lo que ocurre en 32 casillas de un tablero de ajedrez me parece fascinante e infinito, al mismo tiempo que una excusa fiable para ahuyentarme del hogar, y de las obligaciones propias de mi sexo cuando se tiene una hija de cuatro meses, como son lavar los platos, hacer las camas y quitar el polvo.

 

Cuando me siento a jugar al ajedrez frente a un contrincante no me importa los títulos académicos que tenga, ni el dinero que tenga en el banco, si es soltero o casado, o si su suegra esta pasando unos días con él. Lo que quiero es que me sorprenda con una apertura nueva, que desarrolle sus piezas correctamente, que no se deje peones sin defender, que me haga un sacrificio inesperado regalándome dos piezas para luego darme mate. 

 

Godard decía: «un travelling es una cuestión moral». Para nosotros enrocarse en corto es una jugada clásica, y si te atreves con el enroque largo eres un aventurero y un revolucionario. Aunque algunos aventajados digan que«enrocarse es de cobardes».


En La Didáctica (mi club de ajedrez), vinieron dos amigos a jugar al ajedrez a las seis de la tarde. Cuando se hizo de noche y sonaban las campanadas en la Plaza de San ildefonso decidieron seguir jugando en la casa de uno de ellos. A las siete de la mañana dieron por finalizado su maratón de ajedrez, y eso que eran partidas a cinco minutos a finish y que suelen tener una duración de diez minutos. Calcular cuántas partidas pudieron jugar. ¿Qué encuentran los apasionados de este juego que no pueden dejarlo?

 

Hubo un gran maestro de ajedrez que sufrió encarcelamiento en la época de los nazis. Él desconocía en esos momentos los secretos de este juego. Lo torturaron con grifos de agua que goteaban, con descargas eléctricas, sin dejarle conciliar el sueño, y cuando no pudo más fue llamado al despacho del capitán alemán. Mientras esperaba a ser llamado, observó un libro que salía de un gabán colgado en un perchero. En un descuido del guarián cogió el libro y se lo puso debajo de la camisa. Se trataba de un libro de ajedrez. Fue su tabla de salvación: lo devoraba, estudiaba aperturas, analizaba cada uno de sus movimientos. Hasta que un guardián lo descubrió y se lo quitaron. Quiso suicidarse, pero en la única ventana de su cuartucho que daba al axterior, en ambos lados, habían unas cortinas a cuadros. Y cuando la luz del sol las atravesaba con sus rayos solares, en el suelo aparecían las casillas de un tablero de ajedrez. Esta historia sale en una película francesa llamada La diagonale du fou» En francés «loco» y «alfil» significa lo mismo, y esta basado de alguna manera en la vida de Víctor Kórsnoi. Para ayudarnos a conocer la vida de cada uno de estos extraordinarios jugadores contamos con la colaboración de Salvador Palomino, en su sección «los mejores jugadores del ajedrez», y estará ayudado por nuestro amigo Luis Pérez en su sección «partidas que hicieron historia».


El ajedrez no miente. La personalidad de un jugador queda reflejada en el tablero. Mi hermano es sacerdote y juega al ajedrez, aunque entre misa y confesión no se pierde una pelñicula de Stallone o Jean Claude Van Damme. Pues bien, cuando se sienta es un asesino. Llena de una sangre imaginaria las sillas y mesas de alrededor, e incluso algún cadáver debajo de la alfombra. Un notario, jugador de ajedrez, correcto, educado, siempre con corbata, pero cuando juega es un escándalo, un salvaje, entrega la dama por una posición, y sacrifica casi todas las piezas.

 

En el ajedrez no se liga. Lo siento, no podemos estar en todo. Aunque se rumorea que en una partida de uno de nuestros socios del club, llamémosle Gustavo, éste fue testigo que a medida que la partida avanzaba su contrincante, una mujer, se fue quitando la ropa. Y a mitad de partida, se quitó el jersey descubriendo su anatomía, y Gustavo perdió la concentración y la partida.

 

En el ajedrez el más inteligente no tiene por qué ser el mejor jugador. No es un problema de inteligencia, sino también de memoria. Tu estado anímico, las horas que has dormido, si has comido bien, si has pagado el alquiler, todo cuenta. Nuestro colaborador Manolo González, en su sección «problemas de ajedrez», nos ayudará a mejorar nuestro nivel y a ponernos en situaciones complicadas para aprender en este noble arte.

 

Una de las mayores enseñanzas que yo he recibido del ajedrez es que «no hay excusas». Como en la vida. Aquí no puedes echarle la culpa a nadie. Eres responsable de tu juego. Para mí, el ajedrez es el deporte más democrático que hay, mueves tú (blancas), y luego muevo yo (negras). Una vez cada uno. Igualdad de oportunidades. Si empiezas con blancas (aperturas), tú abres el baile y eliges el tipo de música, y luego me toca a mí (defensas). Puedo esperarte, o atacarte, hacer movimientos de fogueo para llamar tu atención y luego sorprenderte por un costado. Una vez oí decir a un jugador: «Tú no me has ganado, he perdido yo». Sandeces. Has perdido. Punto. Bajas la cabeza, le das la mano y a estudiar.

 

Nuestro amigo Acróbata se encargará de la sección «torneos de ajedrez», y el amigo Mikel Menchero nos hablará del ajedrez social, «la pedagogía aplicada al ajedrez».


Javier Fernández, nuestro webmaster, se encargará de actualizar el blog, y mantenerlo activo y accesible a todos, y yo mismo, Juan Bohigues, me encargaré de mi sección «obituarios, homenajes y entrevistas», aunque me permitiré incluir, sólo de vez en cuando, reseñas de una pequeña sección llamada «el cine y el ajedrez».


Nuestro amigo Hanta, en su sección «literatura y ajedrez», nos pondrá al día de todos aquellos libros que serán útiles a un ajedrecista, y también como la literatura nos ha plasmado al ajedrez a lo largo de los años. Hanta es alguien que se lo ha leído todo, y cuando hablamos de Joyce me recita fragmentos del Ulises en inglés.

 

Por último tenemos la suerte de contar con mi profesor particular de ajedrez y gran amigo Jorge Castellanos, que se encargará de la sección «¿Cómo mejorar mi juego?». Queremos acercar el mundo del ajedrez a todo el mundo, y hacerles partícipes de nuestra pasión.

 

He jugado al ajedrez en la Zona Cero de Nueva York, en un parque al lado de un cementerio, con sus lápidas ennegrecidas por el hundimiento de las Torres Gemelas; he jugado al ajedrez en Hyde Park, y he visto cómo un mendigo machacaba a un broker frente a un tablero. He jugado al ajedrez en el café Central de Viena, mientras una camarera me ponía una tarta Sacher con guantes blancos; y he jugado al ajedrez en la AlexanderPlatz en Berlín, mientras una manifestación pasaba a mi alrededor y mi concentración en el tablero apagaba cada uno de sus gritos.

 

Cuando pongo un tablero de ajedrez en una mesa, cuando deslizo el plástico que aprisiona sus piezas, y cuando las coloco una a una, con respeto, para mí es un acto religioso y aún sigo teniendo grillos en mi estómago. El día que no lo sienta dejaré de jugar. Pero llevo dieciocho años compitiendo en la Liga Madrileña y mi pasión sigue creciendo.

 

Os ofrezco este lugar para que aprendamos juntos.

 

Bienvenidos a vuestra bitácora «Amigos del ajedrez», y juntos construyamos nuestro blog «El arte del ajedrez».


Un abrazo,

 

Juan Bohigues

 

 

 

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