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Mientras tantoAjedrez y cine: "El séptimo sello" (1957), de Ingmar Bergman

Ajedrez y cine: «El séptimo sello» (1957), de Ingmar Bergman


 

¿Quién eres?

La Muerte.

¿Y a qué has venido?

Hace tiempo que camino a tu lado. ¿Estás preparado?

El espíritu es fuerte pero la carne es débil.

 

La Muerte levanta su capa y está a punto de tapar el cuerpo del hidalgo Antonius Brock.

 

Espera un momento. Juguemos una partida de ajedrez.

Soy un gran jugador, le dice La Muerte.

 

Antonius Brock escoge dos piezas de distinto color, y se las ofrece a La Muerte, una en cada mano y con los puños cerrados. La Muerte se queda con las piezas negras.

 

No podía ser de otra manera.

 

De una forma muy escueta, directa, entramos de lleno en el conflicto. Nos encontramos en el siglo XIV en Suecia, y la peste negra está diezmando a la población. Antonius Brock (Max Von Sydow), junto a su escudero (Gunnar Bjonstradt), como si fueran el hidalgo Don Quijote y su fiel Sancho Panza, regresan de Las Cruzadas y toman el camino hacia su hogar.

 

Para mí, el objetivo de mi vida es «ganar a Andrés Ruiz». Andrés ruiz es un maestro del ajedrez y que en los últimos ocho enfrentamientos que hemos tenido en doce años, siempre me ha vencido. Aprendo, pero no olvido. Sin embargo, siempre que me siento frente a él delante de un tablero de ajedrez, pienso que voy a ganarlo. Marguerite Duras decía: «Para mí la literatura es sentarme a escribir y saber que voy a fracasar, aún así, me siento todos los días». Así son mis enfrentamientos contra Andrés Ruiz. Así juega Antonius Brock contra La Muerte.

 

Llegan a una aldea y se acercan a una casa. La mayoría de la población ha huído por La Peste Negra. Antonius Brock se confiesa ante un sacerdote. Quiere conocer respuestas. ¿Existe algo después de la muerte? Le confiesa al sacerdote que tiene un juego brillante en el tablero, y que manejando los alfiles y los caballos puede ganar a La Muerte. El sacerdote descubre el rostro y aparece La Muerte, agradeciéndole sus confidencias. Estamos en la apertura y el medio juego en el ajedrez.

 

Se cruzan unos cómicos. En un apartado del bosque continúan la partida, y La Muerte le come un caballo a Antonius Brock. Este le sonríe y le hace un jaque al Rey. Sacrificio de una pieza por posición.

 

No me parece justo contar el final de esta partida. No quiero hacerlo. La Muerte aparecerá en dos ocasiones más, hasta que uno de ellos sea vencido por su oponente. ¿Quién ganará la partida? 

 

«El ajedrez es un juego lento», le dice Antonius Brock a La Muerte. El que tenga prisa no puede jugar al ajedrez. Si juegas a este noble arte, tienes que apagar los móviles (no están permitidos, si suenan en una partida, la pierdes), tienes que olvidarte de tus reuniones, de tus citas. Cuelgas tu vida en un perchero durante unas horas, te quitas la piel de ciudadano, y te entregas con pasión y respeto solo al ajedrez.

 

Ingmar Bergman a lo largo de sus películas, como hizo antes Carl Theodor Dreyer, y más tarde Andrei Tarkovski, se plantea la existencia de Dios, el lugar del hombre en el universo, la angustia de la existencia, pero siempre desde un punto de vista esperanzador, apuesta por la vida.

 

Tiene una de las filmografías más deslumbrantes que existen, mencionaré solo unas cuantas de sus películas: Fresas salvajes (1957, Oso de Oro en Berlín), El manantial de la doncella (1960, Palma de oro de Cannes), Como en un espejo (1961, Óscar a la mejor película extranjera), Gritos y susurros (1972), Fanny y Alexander (1983, Óscar a la mejor película extranjera)…

 

Como decía un amigo crítico de cine  a sus películas hay que asistir de rodillas».

 

La pasión del juego mezclada con la pasión de la vida. No sabemos si cuando Antonius Brock está comiendo, será envenenado por La Muerte. Aparecen leprosos, mendigos en descomposición, cadáveres putrefactos. La religión mata a herejes y a brujas porque durmieron con el diablo, y son la causa de la Peste Negra. 

 

Me fascinó la austeridad de los medios y la brillantez de los diálogos. Antonius Brock quiere entender, quiere saber, quiere defenderse, quiere luchar y sólo encuentra silencio y muerte a su alrededor.

 

Me gustaría hacer mención a Gunnar Bojonstradt, el particular escudero. Sólo se ve pequeño cuando está con su señor. Cuando deja de estar a su lado, salva a una mujer de ser violada; defiende a un cómico asaltado por un marido cornudo; y le raja la cara al violador para que todo el mundo lo reconozca.

 

Con una frase Bergman describe un personaje»podría haberte violado, pero estoy harto de hacerlo, quiero hacer el amor de otra manera». 

 

Ingmar Bergman fue el creador de la compañía de teatro llamada Dramaten, de dónde salieron los mejores actores suecos: Ingrid Thulin, Erland Josephson, Bibi Andersson, Max Von Sydow, Liv Ullmann, Gunnar Bjonstradt... Y sus películas eran una continuación de sus trabajos en el teatro. Por eso, sus actores están insuperables.

 

En los años ochenta, cuando yo empecé a conocer las películas de Bergman, cada film era un acontecimiento. Y lo sigue siendo.

 

En 1992 Bergman dejó de dirigir, estaba cansado, y escribió un guión dónde contaba cómo se conocieron sus padres. la película la dirigió Bille August y se llamó Las mejores intenciones. Bille August con sus bobinas debajo del brazo se presentó al Festival de cine de Cannes de ese año. Ganó la Palma de Oro.

 

Juan Bohigues

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