La conmovedora experiencia relatada por las personas al borde de la muerte, la visión de una intensa luz al fondo de un oscuro túnel, es algo relativamente frecuente. Uno de cada 5 pacientes resucitados después de una parada cardíaca refieren una experiencia de ese tipo o similar (1).
La anoxia cerebral (la falta de oxígeno) parece estar en la base de este fenómeno neurológico. Cosa muy distinta es cómo el paciente vivencia esta visión. En todos los casos se produce en personas que de un modo u otro han estado cerca de morir.
En una ocasión, una mujer joven, que sufría una cardiopatía congénita, recibió una vacuna inyectada. Sufrió un desvanecimiento, una pérdida de conciencia súbita. Carecía de pulso y su respiración era afanosa. La intensa relajación de la musculatura de la lengua estaba haciendo que la paciente se asfixiase. Al colocarla en posición correcta, liberar su vía aérea y reanimarla de modo básico, la paciente se despertó.
Su despertar fue eufórico, no paraba de reír. Y contó su experiencia de la visión de una intensa luz al final del túnel.
Ambos fenómenos, la euforia y la visión de la luz intensa, se producen tras esos momentos cruciales de la hipoxia casi letal, de los que pudo no haber retorno.
Por terminar con sentido del humor, la alegría paradójica de los pacientes que despiertan, podría deberse a eso mismo, a que pueden contarlo.