Fue en 2014. Ante la Asamblea General de la ONU, el recién elegido presidente egipcio, anunciaba un proyecto histórico para su país y para el Medio Oriente. “Será un regalo del pueblo egipcio al mundo”, señaló entonces Al-Sisi. No había tiempo que perder. Menos de un año tardaría el mundo en desatar el lazo de aquel prometido presente. Bajo el envoltorio de aquella ofrenda se hallaba una obra colosal: la ampliación del Canal de Suez, un símbolo para la nación que además representa una de las principales fuentes de divisas para Egipto. Fue así como, medio siglo después de su nacionalización por Gamal Abdel Nasser, el Canal de Suez recobraba protagonismo. El 6 de agosto Abdelfatah Al-Sisi, presidente de Egipto, presentaba al mundo la obra estrella de su primer año como presidente de Egipto. Era su puesta de largo.
No es, ni mucho menos, un asunto baladí. Hablar del Canal de Suez es hacer referencia a una de las rutas de navegación comercial más importantes del mundo. Por él pasa actualmente el 8% del comercio mundial basado en la navegación. Pero, ¿qué supone esta ampliación? Según la Autoridad del Canal de Suez, su ejecución costó unos 8.500 millones de dólares. Fue financiado a través de bonos del Estado con un 12% de interés anual durante cinco años. No obstante, a medio plazo y según el mismo organismo, la inversión habrá merecido la pena. Se prevén unas ganancias de 13.200 millones de dólares para 2023; es decir, más de la mitad de lo que reportaba antes del gran proyecto (5.300 millones de dólares en 2014). El “gran sueño egipcio”, como lo bautizó la prensa local, reducirá el tiempo de tránsito de barcos de 18 a 11 horas. Estos nuevos 35 kilómetros que discurren en paralelo al Canal de Suez permitirán duplicar la capacidad de la vía marítima: se esperan 97 buques diarios para 2023 frente a los 49 actuales.
La otra cara de la moneda
Pero el país más poblado del continente africano enfrenta retos de igual o mayor envergadura que este fastuoso proyecto. El presidente tomó las riendas de un país con una economía lastrada que arrastra cuatro años de inestabilidad política. La inauguración es el primer síntoma de una larga recuperación que, según los indicadores macroeconómicos ya habría comenzado a dar sus primeros frutos. El crecimiento del producto interior bruto (PIB) de Egipto en 2014 fue de un 2,2%, una décima más que en el mismo periodo de 2013. El valor absoluto del PIB creció 11.140 millones de euros. Eso sí, el crecimiento de la deuda pública del país ha sido más pronunciado. En 2014 la deuda pública egipcia fue de 194.973 millones de euros, creció 13.022 millones desde 2013. Supone el 90,47% del PIB del país.
A pesar de estas cifras, las agencias de calificación de riesgo son optimistas con la marcha de la economía egipcia. Según Moody’s, el crecimiento del PIB real en Egipto aumentará hasta el 5-6% en los próximos años. Además, confían en la estabilidad de las reservas internacionales. No hay que olvidar que los gobiernos de Kuwait, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos han mantenido su compromiso de apoyar al país a través de grandes depósitos en el Banco Central egipcio. En marzo de 2015 los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) se comprometieron con un total de 12.500 millones de dólares en ayuda oficial e inversiones. Un respaldo económico que mitiga la vulnerabilidad del país.
No obstante, la misma agencia lanza un aviso al gobierno de Al-Sisi: han de continuar las reformas fiscales y económicas. La partida de los gastos debe disminuir, por ejemplo, mediante el reajuste de los subsidios y del crecimiento salarial en el sector público. Para incrementar los ingresos, la agencia de calificación de riesgo propone aprobar para el próximo año fiscal el impuesto sobre el valor añadido (IVA). El objetivo último de estas medidas pasa por reducir el déficit público. Prevé que para el año fiscal 2015 éste disminuya hasta el 10% del PIB y que ronde el 9,3% en 2016. Alerta también de los riesgos en materia de seguridad que ha de prevenir el gobierno. Destaca los conflictos en el Sinaí, la violencia sectaria y la presión social derivada de la elevada tasa de desempleo que sufre el país (12,7%).
En definitiva, el gobierno de Al-Sisi no puede dormirse a la sombra de obras colosales. Las necesarias reformas estructurales han de ser una prioridad. El Parlamento elegido en las elecciones legislativas del próximo 18 y 19 de octubre, tres años después de su disolución, tendrá en sus manos la posibilidad de apuntalar la estabilidad política que, a su vez, garantice la estabilidad económica del país.
Redactado por Belén García Hidalgo
Editado por Iara Bua