Poeta desconocido y olvidado en su país natal, Aleksandar Vutimski (Svoge, 1919) nace y vive en la Bulgaria del régimen monárquico de Borís III. Marcado por la tuberculosis, una enfermedad que afecta de lleno a su familia (su madre, su padre y dos de sus hermanos fallecen a causa de esta enfermedad), se traslada a Sofía, donde se matricula en Filología Clásica en la Universidad de la capital búlgara. Su poesía, aunque caracterizada por un estilo intimista, donde predomina una visión melancólica y nostálgica de la vida, no huye del compromiso social para denunciar las injusticias. Marcado por los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, en el presente poema La Europa depredadora queda reflejada su crítica a los estados colonialistas, a la guerra como instrumento imperialista, a la burguesía como clase acomodada, y siempre dejando claro su vulnerabilidad y sensibilidad como persona. Estamos ante uno de sus poemas claramente sociales e incluso políticos, donde su grito taciturno y desesperado está dirigido hacia el horror de la guerra. De rabiosa actualidad pese a ser escrito a principios de la década de 1940.
El presente poema forma parte del libro “El Muchacho Azul” (2020), una edición bilingüe búlgaro española que recientemente he traducido y publicado.
La Europa depredadora
1
El mundo estallando y nosotros ensordecidos,
abrumados por las noticias, los discursos, los eventos.
Las noticias vuelan como un rayo.
Y tú ajeno ante este panorama.
Europa pierde su aliento por la destrucción,
asolada bajo banderas de guerra.
París está muerto. Londres desolado
se derriba por todos los tiempos.
Un desagradable líder fanático
traza una cruz sobre los dos polos.
Ya está decidido que desde hoy mismo
lo que Europa necesita no son libros sino bayonetas.
¿Qué más da que de este mismo aire aquí
hayan respirado Rembrandt, Kant y Dostoyevski?
Con una bayoneta Europa apunta decidida
a su propia cultura y a su progreso.
¿Será en el oeste donde la puesta de sol acontezca,
o un nuevo mundo bajo los estruendos nacerá?…
El mundo estallando y nosotros ensordecidos,
una desgracia que ante todo nos hayamos vuelto impasibles.
2
Ellos eran pequeños pero tu ferrocarril
y tus ciudades han construido.
Tu tierra en búsqueda de minerales han excavado.
Con tractores, palas y heroísmo
han surcado tus tierras, tus llanuras,
con la esperanza de que nunca los patearías
ni los ignorarías como a tristes y malvados hombres:
tus trabajadores, oh, Europa.
Y así ocurre: que por tus pecados estás pagando.
Habiendo olvidado que existe la justicia,
mimada, sotisficada y avariciosa,
el oro de los continentes tú has chupado.
Has robado dátiles y diamantes,
cacao, fruta, hierro, carbón,
a cambio de una miseria los has saqueado
frente a los ojos de las mulas de carga:
tus trabajadores, Europa.
Ahora aterrada y patética te escondes
en las oscuras mazmorras de Londres.
Ya no bostezas de aburrimiento detrás del abanico,
no escuchas jazz y no, ya no bailas más.
Los estallidos son ahora tu música
y los incendios tu digno atrezo.
Pero otra vez, por desgracia, por ti mueren
bajo el resonante estruendo de las bombas, desgarrados:
tus trabajadores, oh, Europa.
3
Yo no detesto a tus pueblos.
Y creo que ya agonizas.
Y no será sobre la tumba de tus trabajadores
donde logres acabar con tu oficio depredador.
Estas manos, que todo construyeron,
para demolerlo servirán
y toda la tierra distinta será.
Eh, Europa, mátame… mátame, bruja.
Sobre tus calderas de sangre y oro
yo respiraba alcohol vaporizado.
Bailaba, cantaba, escribía versos.
Y aquí estoy ahora, mírame, más viejo que tú
y al igual que tú, amenazado de muerte.
Los listillos al leer mis versos sabiamente
sonreirán. Luego los ignorarán.
Poeta reaccionario, exclamarán.
Por enésima vez no desaprovecharán la ocasión
de charlar sobre fundamentos y posiciones.
Ellos seguirán discutiendo sobre Hitler
y viviendo en su estética sublime
de panfleto de barrio.
Oh, Europa depredadora, tú tienes hijos:
un rebaño de imbéciles parlanchines.
Oh, Europa, deja que al menos ellos sirvan
de abono para un fructífero y deseable futuro.
Retuércete, muérete y maldice.
Eh tú, bruja… ojalá toda la gentuza se extinga junto a ti.
Yo ya tengo de qué morir.
Marco es un friki de las tortugas. Le gusta la dialectología y leer poesía, así como escribirla y traducirla. No puede parar de escuchar Boards of Canada. Puedes seguirlo en La Tortuga Búlgara.