«Oyendo hablar a un hombre, fácil es
acertar dónde vio la luz del sol;
si os habla de Inglaterra, será inglés.
Si os habla mal de Prusia, es un francés.
Y si habla mal de España, es español»
Joaquín M. Marquina
Hoy me planto, queridos lectores, escribo desde el dolor. Si es que alguno del ciberespacio tiene ganas de reconocerlo, somos muchos los españoles con complejo de inferioridad. España, a la cola. Increpo al lector de nacionalidad española, en este legado de letras que naufragarán en un maremagnum de tweets y en un post desapercibido de Facebook. Si es que consigues aderezar estos párrafos nacidos ultramar, que anhelan un punto encuentro y algo de cordura, procura responderte a la siguiente pregunta: ¿Qué nos ha pasado y qué nos está pasando a los españoles? ¿Por qué nos empecinamos en la autocrítica continua? ¿Es España un país deprimido en las lamentaciones, en las quejas, en la ignonimia de no saber hacia dónde va? Y no hablo en términos económicos, hablo en términos de orgullo como nación, como país que ha de esforzarse por salir adelante durante estos hard times.
Reconozcámoslo, ahora que España se ha convertido en el epicentro de la palabra tabú, aquella que no debiéramos repetir nunca y está siendo tan repetida como un mantra por todos, crisis, crisis, y más crisis. Crisis económica, crisis identitaria y crisis moral. Sí, claro que se habla de España más que nunca, especialmente en Europa, en Estados Unidos y en América Latina, pero de españa, con minúsculas y con suspicacia. Desprestigiada por un rey que se fue a la caza de un elefante a África, abandonada por sus jóvenes que huyen de un Estado que no les trasmite confianza y nos le proporciona suficiente trabajo y recortada por sus líderes políticos, que aplican la austeridad postulada por Alemania.
¿Alguien puede recetarme algún remedio para este dolor de España? Unamuno, a mí como a muchos otros, también nos duele España. A España se le ha caído la corona de la ñ y la p de país, ya sin construcción. España es ahora ‘Esana’, si ya se avergonzaba de ondear su bandera dentro y fuera, si ya había sido cortada en pedacitos autonómicos, unos más rebeldes que otros, no podrás imaginarte a ‘Esana’ sin la E de esperanza, en una caída dramática que no ‘sana’. ¿Habrá que recuperar a Ana Belén y a Víctor Manuel para que nos vuelven a cantar ‘España, camisa blanca de mi esperanza’? En lugar de cantar, el Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, afirmará que «estamos en un momento enormemente delicado como país, enormemente frágil como país». Se pierde la confianza en España, pero sin darnos cuenta que ya antes la habíamos perdido muchos españoles entre nosotros mismos. Este es el problema.
El economista Paul Krugman habla del suicidio de Europa que ya se está cobrando la cabeza ibérica, lo dice así: ‘Piensen en la situación en España, que actualmente es el epicentro de la crisis. Ya no se puede hablar de recesión, España se encuentra en una depresión en toda regla, con una tasa de desempleo en total del 23,6%, comparable a la de Estados Unidos en la gran depresión y con una tasa de paro juvenil de más del 50%’. Ahora bien, ¿cómo recupera el españolito medio su autoestima en estos tiempos turbulentos? ¿Cómo aprendemos a valorarnos a nosotros mismos cuando somos mirados con desprecio desde fuera, cuando no hay fe en el Gobierno y parece que el barco sigue naufragando como un Titanic?
¿Tenemos una sobredosis de dolor? El 13 de abril el New York Times publicaba un editorial con este titular. Y para más inri, llegará el FMI y nos advierte que el PIB español caerá un 1,8%, causando una recesión del euro. Entonces fue Grecia, Italia, España… ¿Cómo dejar de ser los PIGS del Sur? Es el Titanic de España, más allá de la crisis, la pérdida de autoestima como nación.