Los papeles de periódico son las reglas que usa el pintor en la pintura al óleo, el pincel cuajado de pintura pasa por encima de las hojas, pintándolas tanto como al lienzo o la tabla. Por eso se ponen periódicos, para poder usarlos, mancharlos y tirarlos. Por otra parte, el mordido lateral de los dientes de la rotativa posee algo pictórico en sí mismo. La pincelada depende del pulso del pintor, en cierto modo está -como él -viva. Por eso resulta mejor un papel de borde mínimamente dentado, porque con una superficie rectilínea, parecería pintado por una máquina.
Hay algo emocionante en retirar estos pliegos de papel de la superficie del cuadro. Se parece a la contemplación de los dibujos automáticos. También entronca con el vértigo que se sufre en un cuarto de revelado, mientras los líquidos en las bandejas van haciendo su trabajo sobre los papeles blancos. Las Polaroids resultan aún más enigmáticas. Fabrican las imágenes, como los relojes lo hacen con el tiempo, desde el interior de sus chasis.
El periódico (instrumento de origen tan noble, y presente tan temerario) participa así indirectamente en la pintura del cuadro. Para el pintor este papel pobre se convierte en un aliado, que combate en la misma guerra contra el vacío y el olvido. Probablemente al artífice de la obra se le quemaría con menos reparo, de lo que alguien se atrevería a hacer con esta tabla pintada al óleo.