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Sociedad del espectáculoLetrasAlicia, Lewis Carroll y su eterna deuda con John Tenniel

Alicia, Lewis Carroll y su eterna deuda con John Tenniel

Lewis Carroll estaba convencido de que un libro infantil precisa ilustraciones exquisitas. En caso contrario, difícilmente será excepcional. Su obra más famosa, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, comienza con una niña que espía dos veces el libro que lee su hermana porque está aburrida y busca algo para entretenerse. Sin embargo, al rato la niña lo descarta porque a este le faltan dibujos y conversaciones. Y, ¿de qué sirve un libro sin estas dos características?, se pregunta.

 

Tanto le importaban a Carroll las ilustraciones, que se empeñó en contratar para su primer libro al mejor ilustrador  (o a uno de los mejores) de Gran Bretaña de su época: John Tenniel.

 

Carroll quería que sus pequeños lectores se deleitaran con los dibujos más increíbles jamás imaginados; y esto lo logró de la mano de Tenniel, quien pudo captar en sus dibujos la esencia de Alicia en el país de las maravillas con maestría y sutileza.

 

Para comprobar la sensibilidad del ilustrador basta con comparar dos ejemplares de la obra, pertenecientes a la Biblioteca Británica, explica Carolyn Vega, conservadora de la Biblioteca Morgan de Nueva York, quién estudió y viajó a Inglaterra y a Escocia para saber más sobre el tema.

 

Uno de los ejemplares es el primer manuscrito de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, que Lewis había titulado Las aventuras de Alicia bajo tierra e ilustrado, en 1864. (Ver ‘La historia de la historia’) . Y el otro, es la primera edición del libro, un año más tarde, de la editorial Macmillan and Co., ilustrado por Tenniel.

 

Por lo tanto, primero, el autor escribió y dibujó la historia con su puño y letra y luego ese manuscrito fue enviado a Tenniel para que reemplazara los dibujos de Carroll por los suyos, dibujos de un ilustrador profesional.

 

Con esos dos tomos, uno al lado del otro, dice Vega, uno puede comparar los dibujos que hicieron Carroll y Tenniel para las mismas escenas, como por ejemplo el capítulo en que Alicia come un pedazo de torta y aumenta repentinamente de tamaño. 

 

En el dibujo de Carroll se puede ver representada a Alicia como una buena chica victoriana, que mira el piso perpleja (como buscando sus pies desde lo alto) y se agarra las manos de forma tímida.

 

En cambio, bajo los trazos de Tenniel no quedan ni  rastros de esa vergüenza o timidez. Esta vez aparece con los ojos abiertos llenos de sorpresa y el cuello demasiado largo, desproporcionado con respecto al resto del cuerpo.

 

La versión de Tenniel es el retrato más fiel de la Alicia que conocemos todos ya que el personaje muestra a lo largo del relato osadía y curiosidad. “La Alicia de Tenniel es Alicia”, dice Vega. Y agrega que parte del éxito del libro se debe a la contribución del ilustrador.

 

 

El autor

 

Carroll se inventó a sí mismo en 1856, alrededor de una década antes de la publicación del libro. Su nombre real era Charles Lutwidge Dodgson. Y su seudónimo deriva de una traslación de su nombre al latín: Charles>Carolus>Carroll; Lutwidge>Ludovicus>Lewis.

 

La idea del seudónimo surgió a la hora de publicar un poema suyo en una revista. Carroll prefirió no revelar su verdadero nombre y mandó posibles opciones de nombres ficticios al editor (entre los que figuraba, por ejemplo, Edgar Cuthwellis, anagrama de Charles Lutwidge).

 

De la lista de opciones el editor eligió Lewis Carroll y, desde ese momento, ese fue el nombre que utilizó para la publicación de poesía, libros infantiles o escritos en los que firmaba desde esta nueva persona que había creado y tanta fama le traería en el futuro.

 

En la vida real, Charles Dodgson era profesor de matemáticas y diácono anglicano en Christ Church, Universidad de Oxford. Entre sus intereses artísticos destacaban la fotografía (fue uno de los fotógrafos aficionados más importantes de su época) y el teatro (viajaba a Londres con frecuencia para asistir a representaciones). También, contaba con varios amigos artistas y poetas.

 

Todo este rango de inquietudes y profesiones de seguro influyeron sus cuentos. Por ejemplo, su pasión por el razonamiento lógico puede localizarse en varias partes del libro, dice Vega.

 

En el capitulo cinco, Alicia discute con una paloma. La paloma cree que Alicia es una serpiente. Alicia le contesta que no, que ella es una niña, no una serpiente. Y el pájaro le replica que ella tiene el cuello demasiado largo, que nunca había visto algo así antes, por lo que ella debe ser una serpiente. Y Alicia insiste con que no. Y la paloma se queja de que comen sus huevos. Y Alicia, muy sincera, le dice que a ella le encanta comer huevos. Y entonces la paloma le dice que ella tiene que ser una serpiente, porque a estas les encanta comer huevos.

 

 

El ilustrador

 

John Tenniel, doce años mayor que Carroll, nació en Kensington el 28 de febrero de 1820. Era el hijo menor de un hugonote, maestro de danza e instructor de armas.

 

Desde niño mostró inclinaciones artísticas y ganó cierto reconocimiento en la técnica de la pintura al óleo. No obstante, unos años más tarde, en busca de nuevos horizontes, Tenniel comenzó a ilustrar libros.

 

En 1950, Mark Lemon, editor de Punch, la famosa revista satírica británica, lo contrató y lo sumó a su equipo. En Punch, publicación leída en Londres pero también en lugares tan remotos como Melbourne, Toronto y Bombay, Tenniel fue afilando su técnica y su humor, hasta ganar atención y reputación. En 1864 fue ascendido a editor jefe.

 

Entonces, para cuando Carroll, un autor desconocido, se acercó a pedirle que dibujara las ilustraciones en xilografía de su primer libro infantil, Tenniel estaba en la cima de su carrera.

 

La elección de Carroll no fue casual. El escritor conocía bien y admiraba el trabajo del ilustrador: era lector de Punch desde su adolescencia y tenía una colección de recortes de la revista, en la que mostraba predilección por los trabajos de Tenniel, según el libro Artist of Wonderland, de Frankie Morris (University of Virgina Press, 2005).

 

Carroll contactó con el ilustrador a través de un conocido común, Tim Taylor, que trabajaba en Punch. Al recibir la propuesta, Tenniel dijo que necesitaba ver el manuscrito antes de darle una respuesta. Al poco tiempo y después de leerlo aceptó: “sería un placer ilustrar esa historia tan encantadora”, contestó.

 

Su vida entera la dedicó a Punch. En total trabajó cincuenta años en la redacción, treinta de los cuales como editor jefe. Por eso resulta paradójico, como recalcan historiadores y biógrafos, que hoy sea recordado por las ilustraciones de Alicia, trabajo que consideró secundario y el cual acometió con ciertas reticencias. Antes de morir, Tenniel quiso retomar su antigua y olvidada pasión: la pintura al óleo. Pero no tuvo mucho éxito porque para ese entonces se había quedado prácticamente ciego.

 

 

Trabajo en conjunto

 

Carroll y Tenniel eran, a la hora de trabajar, perfeccionistas y quisquillosos al extremo, lo que suscitó discrepancias respecto a las expectativas y el ritmo de trabajo de cada uno. Tenniel hacía las ilustraciones de Alicia en los intervalos de sus obligaciones en Punch, por lo que tardó varios meses en comenzar y más de un año en terminarlas.

 

Mientras Tenniel avanzaba a paso lento, Carroll agonizaba de impaciencia. Durante el proceso, Carroll le escribía y lo visitaba a a menudo para saber cómo iban las cosas. También lo torturaba con detalles. “No le pongas tanta crinolina a Alicia”, le demandaba al ilustrador. Según Stuart Dodgson Collingwood, biógrafo de Carroll, “ningún detalle era demasiado pequeño para su minuciosa crítica”.

 

Carroll no dejó nada al azar y supervisó todas y cada una de las decisiones de producción y diseño: desde la elección del tipo de papel hasta el color de las solapas. También anotó con precisión milimétrica la disposición de las imágenes en cada página, ya que la relación entre texto e imagen era algo que él consideraba primordial. A pesar de su escasa o nula experiencia en publicaciones, Carroll tenía una visión y no frenó hasta verla finalizada).

 

La excepción –lo único que delegó– fueron las ilustraciones. Y su colaborador demostró ser tan escrupuloso como él.

 

Una vez que estuvo lista la primera edición de Alicia en el país de maravillas, Tenniel puso el grito al cielo. La calidad de impresión le pareció mala y sus ilustraciones no lucían. Se puso en contacto con Carroll y le pidió que retirara todo los ejemplares recién impresos. Carroll volvió a revisar las copias y estuvo de acuerdo, a pesar de que el coste de esa decisión saldría de nuevo de su bolsillo.

 

De esa primera edición quedan solamente veinte copias en la actualidad. Al parecer, el problema era la tinta, que era demasiado espesa. Un libro de esa primera edición está presente en la exposición de la Biblioteca Morgan, junto a uno de la segunda edición, ya mejorada. La diferencia entre ambas es mínima e imperceptible para todo aquel que no tenga un ojo experto en impresión.

 

El trabajo de la imprenta fue disparejo –dice Vega–, por lo que asume que Tenniel pudo haberse servido de una copia particularmente mala.

 

Una vez que salió la segunda edición del libro la recepción de la prensa fue muy positiva con respecto al trabajo de ambos. Un artículo del diario The Guardian señala que las ilustraciones “en todo caso, son todavía mejores que la historia”.

 

Años más tarde, Carroll volvió a escribir a Tenniel pidiéndole que ilustrara otro libro infantil (la continuación del primero), Alicia a través del espejo. Tenniel le dijo que no y Carroll lo intentó con otros ilustradores. Nada parecía funcionar y volvió a contactar a Tenniel. Este reflexionó y, finalmente, aceptó el encargo a regañadientes.

 

Vega especula acerca de estas idas y venidas: “Yo sospecho que él estaba muy ocupado como ilustrador de Punch, a lo que cabría añadir que no quería volver a trabajar con un escritor tan fastidioso”.

 

Carroll vuelve a mandar las indicaciones sobre qué ilustrar en cada escena, con su exacto tamaño y ubicación. Pero esta vez Carroll trabaja con el manuscrito al mismo tiempo en que Tenniel hace las ilustraciones. Gracias a eso es posible observar cómo Tenniel moldeó el desarrollo de la historia, aunque sea de forma mínima. Esto se ve de forma patente cuando recibe el capítulo ‘La avispa en la peluca’ (‘The Wasp in a Wig’). A Tenniel no le gustó y se negó a ilustrarlo, por lo que Carroll se vio obligado a eliminarlo de la historia.

 

En otra oportunidad, Carroll le da la opción de elegir qué personaje ilustrar. “Carroll le pide específicamente su opinión. Es evidente que consideraba a Tenniel un buen colaborador”, dice Vega.

 

Es imposible conocer todas las razones, pero lo cierto es que después de embarcarse en dos proyectos con Lewis Carroll, Tenniel decidió abandonar la ilustración de libros para siempre.

 

Según el libro de Morris, ante la petición de Carroll de ilustrar un tercer libro, el ilustrador le responde: “Es un hecho curioso que la facultad de hacer dibujos para ilustrar libros me haya abandonado y (…) que no haya hecho nada en esa dirección desde entonces”.

 

Empero, ya fuera de sus discrepancias, la relación entre estos dos caballeros ingleses continuó siendo cordial. Carroll le escribía cartas con las novedades de la nuevas ediciones de Alicia y le enviaba de regalo objetos con el merchandising de los personajes del libro. 

 

Tenniel le devolvió las atenciones. Cuando el autor murió, en 1898, el ilustrador colaboró en la recaudación de fondos para una cuna en su memoria en el Great Ormond Street Hospital de n Bloomsbury, en Londres, un hospital infantil.

 

 

Desenlace exitoso

 

La pregunta que queda es cuán seguro estaba Carroll del éxito de su primer libro tras el esfuerzo y el dinero invertidos.

 

Cuando Carroll accedió a retirar la primera edición de Las aventuras de Alicia… anota en su diario el gasto que le supuso esa decisión: 600 libras esterlinas. Era una cifra extraordinaria para un catedrático de Oxford como él, que ganaba menos de esa cantidad en un año, según subrayab Morton N. Cohen y Edwars Wakeling em Lewis Carroll and His Illustrators (Cornell University Press, 2003). El propio escritor calcula cuántas ediciones necesitaría vender para recuperar el dinero y salir indemne. 

 

La respuesta era dos ediciones completas. Carroll escribe: “Esto es demasiado pedir”. El escritor nunca se imaginó que el trabajo en conjunto de él y Tenniel daría semejantes frutos: no solo iba a vender esas 4.000 copias, sino que antes de su muerte vendería nueve ediciones, lo que equivale a más de 100.000 ejemplares. Un presagio de todas las que se imprimirían y se siguen imprimiendo hoy día.

 

 

La historia de la historia

 

Alicia en el país de las maravillas surgió una tarde cuando Carroll intentaba entretener a Alicia Liddell y sus dos hermanas (hijas de su jefe, el decano del Christ Church College), durante un paseo en bote.

 

Carroll estaba acostumbrado a entretener niños siendo él el hermano mayor de una familia numerosa y habiendo crecido en una zona campestre. De hecho, era muy bueno contando historias, haciendo juegos de palabras y manejando títeres.

 

Si bien amaba los niños, Carroll nunca tuvo hijos propios ni tampoco se casó, ya que su puesto de trabajo y residencia en Christ Church se lo impedían.  (En rigor, la institución esperaba que él que convirtiera en sacerdote, propuesta que Carroll finalmente rechazó).

 

Según los recuerdos del propio Carroll, aquella tarde las niñas lo miraban expectantes desde la embarcación para que continuara su historia, y como a él se le habían acabado las líneas, decidió –sin pensar demasiado–, enviar a su heroína “dentro de una cueva de un conejo”.

 

Al final de esa tarde Alicia Liddell, una de las niñas, quedó tan fascinada con ese mundo sin sentido que le pidió una copia escrita de la historia.

 

Carroll tardó un poco más de dos años en escribirlo, tiempo que aprovechó para ampliar la historia de Alicia y añadir varios personajes. En 1864 tuvo listo el manuscrito y se lo regaló a Alicia Liddell, quién en parte, se podría decir, lo merecía por haber inspirado el personaje de un libro que se convirtió en clásico.

 

 

 

 

Teodelina Basavilbaso (Buenos Aires, 1987) es periodista. Desarrolló su carrera trabajando para el diario argentino La Nación. Actualmente reside en la ciudad de Nueva York, desde donde colabora con diarios y revistas latinoamericanas con artículos e investigaciones sobre cuestiones de interés general y el mundo del arte. En fronterad ha publicado ‘Boyhood’, crecer frente a la pantalla y El chileno Alejandro Zambra escribe la novela que creía que no escibiría. Salida de emergencia es su blog personal, sube sus fotos a su cuenta de Flickr y su Twitter es @TeodelinaB

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