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Mientras tantoAllanamiento, condena, censura

Allanamiento, condena, censura


 

 

Dice Raül Romeva (supongo que en las escaleras de la Audiencia de Barcelona): “Estamos todas y todos indignadas e indignados”. Ahí lo dejo, para quien quiera meditar. Yo ya lo he hecho tantas veces que me gustaría correr un tupido velo, pero no puedo evitar un sentimiento de vergüenza ajena por estos “allanamientos” que se le hacen a la lengua manu militari, con retorcimiento de brazo y pellizco monjil, por ese mandarinato cultural que se extiende como mancha de aceite, sólo aplicando criterios ideológicos. Es como un fuego purificador. Es lo justo, hágase, dése la vuelta a la tortilla, aunque suene mal.

 

Pero me he sentido mucho peor ante la imposibilidad de aceptación del rechazo a la violencia: rechazo no basta, tiene que haber condena (qué palabra horrible), ¿por qué no arrodillados? Me reviene un hálito histórico de inquisiciones y sambenitos; por cierto, no os olvidéis del propósito de enmienda, de la penitencia. Tiene que haber humillación. (¿Pero no le respondía Jesucristo a la mujer adúltera que no la condenaba –cuando aquello de la primera piedra-, que se fuera y no pecara más? Veo por aquí muchos más católicos que cristianos) Quiero evocar aquel grito de los años de plomo, simple, claro y limpio: Aquí estamos, nosotros no matamos.

 

Estaba yo tan contenta después de escuchar el jueves 15 de octubre a Jordi Évole en el programa Hoy por Hoy (sector Gemma Nierga) de la SER que decidí mandar un enlace a varias amistades por si no lo habían oído. Vuelvo a ver el vídeo; algo resumido, sí –editado…- En realidad no faltaba nada interesante salvo lo más interesante: los mandobles que le dio a El País por su actual trayectoria (cuando estás en manos de los bancos, etc.), salvando lo salvable e incluso reconociendo que todavía era hasta cierto punto “su” periódico. Se comentó allí medio en broma: oye, tú sabes la relación de esta casa con El País y el siguió, con su bonhomía habitual, dale que te pego. Lástima que en el enlace que yo he salvado y que les incluyo, no aparezca ni una sola de las frases que dedicó a El País. Más que una edición voy a llamarlo poda, o si no haré un neologismo: una podición. También se llama censura. Una decisión estúpida, torpe e inútil. Seguro que fueron muchas más las personas que le escucharon en directo que las que, como yo, fuimos después a buscarlo en la red. Aquí lo tienen.

 

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