Allí quedaron esperanzas perdidas. Gritos que pedían ayuda y se les ha negado como si fueran basura olvidada, como simples monigotes que han sido utilizados por los intereses occidentales en sus políticas neoliberales y que ahora han sido cobarde e impunemente abandonados a sabiendas que por haber colaborado con las fuerzas afganas o extranjeras, tienen en su frente escrito la sentencia de muerte. Hemos huido como verdaderos indignos humanos, dejando tras de sí a cientos de personas que han hecho posible la estancia de las fuerzas militares occidentales en su país, con promesas calladas, con amargura en sus labios, con rabia en sus corazones y con la mentira clavada acompañada de una bala en su corazón.
Vergüenza impune el haberles dejado merced a su destino. Crimen de lesa humanidad que hemos permitido todos los países implicados sin pestañear y lo trágico de todo es que encima hemos salido corriendo con el “deber de haber cumplido la misión” como se dice en España o “el haber ganado la guerra” que se extiende en Estados Unidos. Mentira tras mentira, se ha dejado a un país a merced de una dictadura tras haberles prometido la democracia. Hemos impulsado corrupciones en los políticos afganos que después han sido los primeros en saltar a los botes salvavidas.
Atrás queda un fracaso diplomático y político, un fracaso militar y de coordinación, un fracaso de previsiones que se venían venir ante el avance talibán. Hemos huido como sinvergüenzas pillados robando en un establecimiento, dejando atrás a familias enteras, cerrando las fronteras de un pueblo que ha sufrido durante muchos años de repetidas invasiones extranjeras, cansado de tanta injusticia, resignado por su mala suerte de haber nacido en un país que ha servido de estrategia política mundial.
Nos hemos ido con el deber de haber cumplido nuestra misión, ignorando el propósito de haber sido el motor de otro éxodo humanitario donde la pobreza será más extrema y donde al final como siempre, levantaremos muros y concertinas para que no ocupen nuestro territorio, a pesar de haber ocupado el suyo. Un país, una sociedad, destruida por la ineptitud de unos políticos (como siempre) que no han querido implicarse en la realidad de un mundo agonizante y que sólo viven para sí mismo y conservar sus privilegios mientras pueden.
Ya no tengo fe alguna en que la humanidad pueda rectificar su andadura que la lleva a pasos agigantados hacía un colapso social sin precedentes en su reciente historia. El cambio climático avanza inexorablemente. Las guerras continuarán sin descanso. El odio se apodera de las mentes humanas. La ciencia se estanca al servicio de las farmacéuticas, de los gobiernos o de intereses empresariales. Las multinacionales se hacen con el control de la alimentación mundial y de los medios de comunicación. La mayoría de los políticos (siempre hay honrados y con vocación), son marionetas del poder económico, son nulos para tomar decisiones mundiales. El bienestar de la sociedad y sus derechos, cada vez más pisoteados, más reducidos incluso en países que se jactan de ser democráticos.
La esperanza está hundida y aunque algunos intentemos con nuestro esfuerzo y denuncia levantar miradas, subir telones, abrir los ojos…lo cierto es que tristemente hemos perdido la oportunidad de ser una sociedad digna, para convertirnos en una masa que palpita al son del tambor económico, del miedo convertido en noticias interesadas.
Destruimos, matamos, envenenamos y la vida continúa cerrando nuestras mentes y caminando ciegos para que el de atrás intente rescatar un poco de dignidad.
Pero no nos engañemos. Dentro de muy poco los refugiados por millones no serán solo de Siria, Afganistán, África…..sino de medio mundo a consecuencia del cambio climático. Será la guerra contra los refugiados ambientales que se unirán a los ya de por sí creados en muchos países por las políticas nefastas y abusivas y las guerras por el control de territorios donde aún quedan recursos naturales que se venden a precio de diamante. Veremos guerras por el control del agua que ya escasea en el mundo, por el control de la soberanía alimentaria, por los recursos naturales y por el poder de la energía.
Este será el fin de una historia humana que quiso y no fue. Un milagro tiene que llegar para que todo este panorama caótico cambie y hoy día, por desgracia nuestra, los milagros no existen. Solo la voluntad de una sociedad fuertemente unida que pueda cambiar nuestro sistema actual, es la esperanza que podemos dejar a las generaciones que deben de ocupar el puesto fracasado de sus mayores.
A pesar de todo ello ojalá me equivoque. Que sea un alarmista y en el último momento la humanidad despierte de su letargo anestésico, que comprenda nuestro error de décadas y de marcha atrás para restablecer la cordura de un mundo abocado a su propia destrucción. Pero para que esto ocurra, tiene que levantarse un día y juntos formar una nueva sociedad en el respeto de la vida, en el respeto a la Tierra que nos da cobijo, en comprender el valor intenso de todo los que nos ofrece la biodiversidad de nuestro planeta y que durante millones de años las especies han convivido en paz y armonía.
El ser humano ha cruzado la línea roja marcada por la Tierra de la que nunca deberíamos haber sobrepasado. Lo hemos hecho ignorando los peligros y el sufrimiento de nuestra especie y de las que hacemos desaparecer de forma continuada. O tal vez ha sido a sabiendas y para nuestra comodidad hemos querido mirar a otro lado.
Para que esto cambie debe de existir un nuevo despertar, un renacimiento del nuevo yo que tenemos dentro y que por ahora está dormido e inteligentemente manipulado. ¿Hasta cuándo? Tal vez para siempre o tal vez es el destino de una especie que ha decidido a voluntad dar la espalda a nuestra amada y abandonada Tierra.