Hace unos días leí la primera novela de una joven escritora manchega, Ana Iris Simón (Campo de Criptana, 1991), Feria, que va camino de convertirse en el gran éxito editorial del verano al igual que le ocurrió hace un año a la aragonesa Irene Vallejo con El infinito en un junco. Su nombre está en boca de todos. Compré el libro, que no es propiamente una novela sino una obra de autoficción, tan de moda el género hoy en día, para tratar de descubrir el motivo de tantas ventas. Confieso que no sé bien la causa, pero, claro, yo no soy un crítico literario sino simplemente un gran aficionado a la lectura. Tampoco entendí el bombazo del libro de Irene Vallejo en su momento.
Su nombre me había llamado la atención y más si cabe cuando vi unas imágenes de ella en un discurso que pronunció en La Moncloa invitada por el jefe del Gobierno para hablar sobre el sombrío futuro de la España rural. Se le debieron atragantar algunos de sus juicios a Pedro Sánchez cuando criticó las políticas para frenar la precariedad juvenil, la falta de estímulos a la natalidad y la explotación migratoria. “Me da envidia la vida que tenían mis padres a mi edad”, manifestó ante los asistentes. Ese comentario aparece también en el libro, que es muy directo y sincero donde pincela la vida de sus abuelos, padres y hermano y que está narrado en primera persona con humor y gran cariño.
Hay pasajes a mi juicio preciosos, de gran belleza y calidez como la relación con sus dos abuelas, la comunicación con la madre, a la que apea el tratamiento, o las charlas desde muy niña con el padre. Es maravilloso cómo éste le explica uno de los abortos de la madre o el nacimiento de su hermano, a quien ella confiesa amar como algo suyo de muy adentro al cogerlo por vez primera en brazos sin apenas conocerlo. Uno se identifica inmediatamente con la alegría que representa la llegada de un bebé a un núcleo familiar, más aún cuando tanto se ha deseado. O su filosofía infantil cuando afirma que no piensa en nada. Si no piensas en nada, ya piensas.
Al dar una ojeada a noticias en internet sobre la novel escritora descubro perplejo que tanto la derecha como la izquierda han querido apoderarse de su ideario, apadrinar a Ana Iris Simón identificándose con su defensa de la natalidad o su denuncia de la falta de oportunidades sociales y laborales que sufren los jóvenes como ella misma, que pese a todo ha querido ser madre. En el infumable teatrillo político del que a diario somos forzados espectadores, se la ha etiquetado como facha o progre según quien la analice. Ella ha reaccionado con inteligencia burlándose tanto de sus admiradores como de sus detractores. Y eso me resulta interesante. Dice que reivindica el amor que da lugar y sustenta a la familia, pero al mismo tiempo se desmarca de esa visión paternalista e idealista de lo rural como si fuera la arcadia feliz.
Mi extracción social y mi formación son muy distintas a la de esta joven. Es admirable lo logrado por una mujer de una familia modesta, al igual que envidiable su estrecha e intensa relación con todos los numerosos miembros de lo que ella llama el clan de los Simón.
Desconozco si trabaja como periodista en algún medio o se la rifan después del éxito editorial para engrosar el club de los tertulianos de televisión y radio, que cada día aborrezco más. Será por la edad, aunque reconozco que sigo ese circo mediático seguramente por deformación profesional. Saben de todo (o creen saber) y pontifican a cada minuto. Una mañana desayunas escuchándolos en la radio y una noche cenas con ellos en la tele. Hablan de lo divino y humano. Se quitan la palabra de un modo no siempre cortés. No escuchan al resto aunque fingen hacerlo. Para mí es una gran pantomima, una representación teatral mundana y superficial, aunque en ocasiones divertida. Sirve para que el ciudadano haga suyos o discrepe de los juicios de este o aquel cuando se encuentra en la oficina con sus colegas o comprando el pan. O para despellejarlos vilmente en las redes sociales. Es verdad que te hacen compañía (a veces). Al menos a mí, que en los últimos tiempos me he convertido en un forofo de la radio y de las series televisivas. En cualquier caso, ojalá no vea ni escuche nunca a Ana Iris Simón como miembro de esa cofradía. Sin embargo, me temo que no será excepción, porque, además, tendrá que ganarse la vida no sólo para ella, sino también para mantener a su criatura. Lo entiendo.