El 10 de enero de 2011, a través de un vídeo de algo más de dos minutos de duración, Eta daba a conocer su última “decisión” hasta el fecha. Un hombre, al que por la voz se le conocía su juventud, enfundado en un papahígo y tocado con una boina, hizo pública una declaración cuyo texto no ocupa por escrito mucho más de un folio. Sentado a una mesa cubierta, estaba flanqueado por otros dos hombres que, también con sendos papahígos y boinas, sólo al final del comunicado abrieron la boca para, ya los tres al unísono, dar los vivas y alzar los puños con que dejaban rubricada la declaración.
No sé cuántas veces habré llegado a ver ese vídeo y a escuchar esa declaración. Tal vez ocho o diez, las necesarias en todo caso para reproducir fehacientemente por escrito el texto íntegro del comunicado y asegurarme de su exactitud. La primera vez, justo es señalarlo, con esos tres individuos tapados al modo de integrantes de un Klukluxklan con boina, la puesta en escena impone e intimida; pero luego, a medida que se vuelve a ver una y otra vez a aquellos hombres, al que oficia y a los otros dos a modo de monaguillos a los lados, con su rostro siniestramente oculto y los agujerillos para los ojos, la sordidez de la liturgia se va imponiendo poco a poco sobre la intimidación.
Pero tratemos de pasar por alto el ceremonial, hagamos la operación de dejar de lado la bravata pragmática y quedarnos, dentro de lo que cabe, a solas con el texto al objeto de condicionar menos nuestra mirada, de conservarla algo más aséptica. Una lectura atenta, ni atropellada ni única, sino repetida y paciente, con una atención que quisiéramos cercana a la del anatomista, tal vez pueda arrojarnos así alguna luz informativamente válida sobre la consistencia de fondo del comunicado, sobre lo que dice, y también lo que no dice.
Pero a diferencia del anatomista, que tiene que ver con cuerpos que, pese a sus diferencias, guardan siempre una modélica similitud, el lector atento se enfrenta a textos lingüísticos que son siempre combinaciones diferentes. Por eso, ante esa modélica infinitud de diferencias, el lector, por muy bragado que se sienta, no podrá ser nunca más que un aprendiz, jamás un maestro anatomista, y su mirada conservará siempre los gajes de quien siempre está tratando de aprender a ver, a distinguir —y luego a urdir—, a desbrozar y juntar luego y así sacar en claro lo que pueda. Como el anatomista, sin embargo, su empeño es el de poner al descubierto y separar las partes, diferenciar, ver la disposición de los elementos, dar con y sacar a relucir. Intentemos pues, en esos términos, hacer un pequeño ejercicio de anatomía, un modesto intento de disección parcial del texto del comunicado de Eta de principios de 2011
1. Los sujetos
Lo primero que me llama la atención al comienzo del texto es un escamoteo, algo que no está. Dice así el inicio de la declaración: “En los últimos meses, desde Bruselas hasta Guernica, personalidades de gran relevancia internacional y una multitud de agentes políticos y sociales vascos han subrayado la necesidad de dar una solución justa y democrática al secular conflicto vasco. Eta coincide en ello.” El texto arranca pues del hecho de que alguien ha puesto de relieve algo con lo que Eta coincide. El algo que ha subrayado ese alguien es “la necesidad de dar una solución” a lo que denominan el “secular conflicto vasco”; y el alguien, el sujeto de esa puesta de relieve de la necesidad de “dar” una solución, abarca un amplísimo número de personas entre las cuales, sin embargo, se dibuja un lugar vacío. Comprende el ámbito internacional y el vasco, a Bruselas y a Guernica, pero no nombra ni por asomo a la presunta otra parte en el “conflicto”, que, por ende, hay que entender que no estaría, según el texto del comunicado, interesada en su “solución”. Lo innombrable, España, los españoles, cabe suponer, permanece como tal a lo largo de todo el texto excepto en una ocasión, poco antes del final del mismo, en que aparece —en la forma de “las autoridades de España y Francia”— sólo para hacerle objeto de un llamamiento a que “abandonen para siempre las medidas represivas y la negación de Euscalerría”. Es decir, la otra parte no aparece y, sobre todo, no aparece como quien siente necesidad de solución, pero, cuando así lo hace, queda inmediatamente identificada como ejecutora de medidas represivas y de negación, el único sujeto además al que estas medidas se vinculan en exclusiva.
Así es pues como el texto realiza, como quien no quiere la cosa, esa operación fundamental que es la presentación de las partes sobre las que luego todo va a girar: por un lado tenemos a los agentes vascos y a ciertas personalidades internacionales con los que coincide Eta, que son los exclusivamente identificados con la necesidad de solucionar la cosa; y por el otro, lo innombrable, y a la postre España, sin interés en la solución y además clavada en exclusiva a prácticas represivas a la que se entiende que sigue aplicada en el presente, habida cuenta de que en el texto se llama a que las abandone. De un lado ellos, con todo el interés en “dar” una solución y —se sobreentiende porque en el texto sólo se achaca a los otros— sin mácula respecto al ejercicio de la represión y la negación, y, enfrente, un otro innombrable y escamoteable excepto para atribuirle, en exclusiva, represiones y negaciones pretéritas y presentes que no está además por la labor de una solución del problema, por mucho que ya en el propio acto, lingüístico, del comunicado en que ello se afirma ellos estén precisamente reprimiendo y negando al otro.
Éste es el modo en que, para empezar, quedan dibujadas las partes del “conflicto” en el texto, esas “partes” que, como dice el comunicado hacia su mitad, “deben comprometerse a respetar los acuerdos alcanzados y las decisiones adoptadas” por una de ellas. Antes de comprometerse a nada, se podría pensar que es prioritario el reconocimiento como sujetos en los términos establecidos. Dejo por supuesto al lector el juicio sobre la posibilidad, por remota que sea, de que la realidad arroje cualquier tipo de equivalencia con los términos en que en el texto quedan encarnados los sujetos o de si, cualquier ejercicio de adecuación de los mismos con la realidad, no sería más bien cosa, por ejemplo, de aberración o recochineo.
2. La solución y el proceso
Una vez deslindados los sujetos, el comunicado entra en seguida, como hemos visto, en la cuestión: la necesidad, que sienten unos —y otros se sobreentiende que no—, de “dar una solución”. Para ello utiliza, además del ya citado “solución”, un término cuyo uso es según mi lectura de excepcional importancia: se trata del sustantivo “proceso”, que es curiosamente el más empleado en el texto con cinco utilizaciones. Ambos términos, dos de las palabras más empleadas pues en la economía del texto —“solución” aparece tres veces—, son dos palabras neutras, o incluso más bien positivamente asociadas, dos palabras digamos de buen ver que ya vienen siendo parte desde hace mucho de la terminología de los discursos de la banda y sus más o menos allegados.
“La solución llegará a través de un proceso democrático que tenga la voluntad del pueblo vasco como máxima referencia y el diálogo y la negociación como instrumentos —sigue diciendo el comunicado—. El proceso democrático debe superar todo tipo de negación y vulneración de derechos y debe resolver las claves de la territorialidad y el derecho de autodeterminación, que son el núcleo del conflicto político.
La necesidad subrayada por una de las partes, recordemos, es la de “dar una solución”, no la de dar con una solución o buscar una solución. Una solución que, por otro lado, según el texto, “llegará” a través de un “proceso”. La “solución”, pues, es algo que se da, que alguien debe dar, y algo que llega.
A renglón seguido se añade que el “proceso” debe cumplir según el texto dos requisitos: superar algo y resolver algo. Debe, en primer lugar, superar negaciones y vulneraciones, que, como arriba hemos visto, son de achacar en exclusiva a una de las partes y en ningún caso a la otra. Y, a continuación, el “proceso” debe resolver las dos “claves” que son el “núcleo” del asunto. Así que, si seguimos simplemente la lógica de las frases, ‘la solución llegará a través de un proceso que resuelva el núcleo del asunto’ o, lo que es lo mismo, ‘la solución se tendrá con un proceso que resuelva’; es decir que ‘la solución es resolver’. No lo sabíamos, o por lo menos no es cosa de saberse así como así, y conviene indicarlo.
3. Sigue el proceso
Pero es que por medio está el “proceso”, ese “proceso” que debe “superar” las represiones y vulneraciones perpetradas por una parte y que debe “resolver” y que, por lo tanto, tendrá un resultado: “Como resultado del proceso, la ciudadanía vasca debe tener la palabra y la decisión sobre su futuro, sin ningún tipo de ingerencia ni limitación”, dice más abajo el comunicado.
Como resultado pues del “proceso” a través del que “llegará” la “solución”, la ciudadanía vasca tendrá por fin la palabra. Traducido al lenguaje común de al pan pan y al vino vino y a la lógica del dos y dos son cuatro: que la solución es que la ciudadanía vasca tome la palabra. De donde se infiere, por el comunicado, primero, que no lo hace, y, después, que son los otros los que lo han impedido, aquellos a los que son de achacar en exclusiva las “ingerencias y limitaciones”. Dejo de nuevo al lector, ya que es cosa que está fuera del texto al que atendemos, el juicio sobre si amenazar, amenazar continuamente en público y en privado, directa e indirectamente, con mayor o menor cumplimiento de la amenaza, e intimidar hasta en el momento mismo de la emisión del voto, lo mismo que amedrentar de las formas más rastreras o crueles y matar, matar a personas de carne y hueso, son o no son actos que puedan estar contemplados dentro de esas “ingerencias y limitaciones”, “negaciones y vulneraciones” y “medidas represivas y de negación” de las que habla el comunicado. Tal vez, es cierto, sea un lenguaje demasiado aséptico para contemplarlos el lenguaje que ensarta términos como “proceso”, “solución”, “núcleos” y “claves”.
Hacia el final de la declaración, se presenta el “compromiso” de Eta, es decir, en sentido estricto aquello con lo que se obliga. ¿Y con qué se va a obligar? Pues claramente con el “proceso”, como no podía ser por menos, pero con un “proceso” (otro día trataremos de pensar mejor estos términos) dado ahora en un sintagma sin desperdicio: el “compromiso firme” de la banda es “con un proceso de solución definitivo”. Lean bien, yo lo he hecho varias veces. No es un compromiso con el proceso a través del cual llegará una solución que ahora se califica de definitiva. No, lo definitivo no es la solución, sino el proceso, la concordancia del adjetivo es en género masculino, es decir con el proceso, no con la solución.
Víctor Klemperer, que el pobre no sé si sería una “personalidad internacional”, pero que de negaciones y represiones y vulneraciones llegó a saber y padecer lo suyo, subrayó sin embargo cómo el lenguaje saca a relucir aquello que una persona quiere ocultar de forma deliberada. El compromiso es pues con un ‘proceso definitivo’, no con una ‘solución definitiva’. Lo que quieren definitivo es ese tótem vacío que es el “proceso”.
Un ‘proceso definitivo’ y una ‘solución que solucione’: he ahí la clave y el núcleo de la bravata pragmática de esos tres representantes con sus papahígos y sus boinas. Como “responsabilidad histórica”, a la que llaman también hacia el final en el comunicado, no está mal que digamos. ¡Cómo no se va nadie a comprometer con un ‘proceso definitivo’ y una ‘solución que solucione’! Sería cosa de necios y de represores no hacerlo. Sobre la consistencia y la enjundia de fondo del contenido del texto, claro está, también es el lector quien tiene la palabra.
4. La decisión
Quedan muchos otros elementos que analizar, por ejemplo la “decisión” de Eta, que viene en el texto, presentada como consecuencia de lo anteriormente dicho, justamente antes del “compromiso” al que nos hemos referido: “Por consiguiente, Eta ha decidido declarar un alto el fuego permanente y de carácter general, que puede ser verificado por la comunidad internacional”.
Irene Lozano, en un artículo publicado en El País, ya la analizó suficientemente. Respecto a otros textos de situaciones análogas, éste sólo presentaba una novedad: que el alto el fuego podía ser verificado por la comunidad internacional. Ignoramos por qué sólo la comunidad internacional y no la nacional puede verificarlo y, también, si esa comunidad sería acaso la representada por aquellas arriba citadas “personalidades de gran relevancia internacional” que subrayan la necesidad de “dar una solución”. Pero lo que a cualquiera se le alcanza es lo que pone en claro Irene Lozano, y es que, si la única novedad —puesto que su carácter “permanente” y “general” ya figuraban en anteriores ocasiones— consiste en que el “alto el fuego” pueda ser “verificado”, poca novedad es ésa, ya que un bombazo, un asesinato, la destrucción de edificios o el robo de armas o explosivos, por razones en las que no hace falta ni entrar ni salir, acaba siendo tarde o más bien temprano de dominio público y saliendo en la prensa. Si anteriores “decisiones” de “alto el fuego” venían pues expuestas en los mismos términos excepto este último y acabaron como todo el mundo sabe que acabaron, no se entendería que nadie diese por consiguiente esta vez más crédito que las anteriores ante una vaciedad tan evidente y abultada. Nada nuevo por tanto, nada que no sea vaciedad, tautología, redundancia e inversión de términos, un ‘proceso definitivo’, una ‘solución que solucione’ y una comunidad internacional que verifique si se ha producido un bombazo y un asesinato o bien no.
5. Democracia e hincapié
Detengámonos, para acabar, sólo en un punto más a partir de las últimas líneas del comunicado, que dicen así: “Eta no cejará en su esfuerzo y lucha por impulsar y llevar a término el proceso democrático hasta alcanzar una verdadera situación democrática en Euscalerría”.
“Democrático”, siempre como adjetivo, es otra de las palabras que, habida cuenta de dónde quieren hacer hincapié los autores del comunicado, más se usan en la declaración, cinco veces si no he contado mal. En tres de ellas aparece calificando a “proceso” y, de las otras dos, una se refiere a “solución” y otra, la última, a “situación”. Forma pues un buen trío con las otras dos analizadas, el trío —se diría— en el que descansa, o más bien habría que decir que se echa a la bartola, buena parte del significado del texto. Tengamos un mínimo respeto por las palabras y la significación de las palabras, que es la mejor forma de empezar a tenernos respeto los unos a los otros: que una organización, como la que firma el comunicado, cuya actuación consiste, a todas luces, la verifique o no nadie, en el asesinato de cientos de personas, en la extorsión de miles, en la intimidación de cientos de miles o el narcotráfico en colaboración con la camorra napolitana, como acaba de denunciar de nuevo Roberto Saviano, proponga “soluciones democráticas” o “procesos democráticos” para alcanzar “situaciones democráticas”, una de dos: o es una vaciedad, un inane jueguecito estólido como los anteriores, y por lo tanto no quiere decir nada, o bien es una desfachatez, una verdadera tomadura de pelo en toda regla y un cínico recochineo.
El comunicado, como se ha visto, remarca que “Eta no cejará en su empeño y lucha” por conseguir ese “proceso democrático”. ‘Cejar’, nos dice María Moliner, es “andar hacia atrás, particularmente las caballerías que tiran de un carruaje”; también es ceder o desistir. “Empeño” y “lucha”, o bien son lo mismo y entonces se trata de una figura retórica de reduplicación, como por ejemplo “de modo y manera”, donde “manera” no añade nada a “modo”, o bien no son tan sinónimos y entonces esconde otra cosa. Si fuera, como podríamos deducir, esto último, el hecho de que se declare justamente al final, aunque sea de esa forma medio oculta en una aparente sinonimia y reduplicación, que ‘Eta no cejará en su lucha’ —y “luchar” es, también a todas luces, lo que lleva haciendo—, si por una parte podría interpretarse como un guiño a los suyos, por otra qué duda cabe que ese hincapié daría al traste, en su rúbrica final, con toda presunta interpretación de buena voluntad.
Ha habido y habrá interpretaciones políticas e interpretaciones viscerales del comunicado para todos los gustos, pero una interpretación más ajustadamente lingüística, simplemente de lo que pone el texto y dicen sus palabras, intentando —consiguiendo del todo ya es más difícil, claro— ceñirse sencillamente al lenguaje con que se dice lo que se quiere y no se quiere decir, muchas veces arroja significativos resultados que de por sí ya hacen superfluas otras recepciones.
Rara vez se ve a las caballerías que tiran de un carruaje andar hacia atrás; lo suyo es erre que erre adelante, pero no les vendría mal a algunas “caballerías” y a algunos “carruajes” cejar de una vez, ceder y desistir de querer dar un gato por liebre que ya en el propio lenguaje se echa de ver, de traficar con las palabras, las ideas y los estupefacientes de todo tipo, y sobre todo de intimidar y amedrentar y asesinar. Cualquier cosa que tenga que ver mínimamente con algún sentido veraz de democracia sólo empieza con ese “andar hacia atrás”, lo demás son palabras trampa.
El comunicado termina, como es habitual, con los consabidos vítores. “Gora Eta”, aclaman al unísono levantando el puño los tres encapuchados al final desde dentro de sus papahígos; es decir, como ha subrayado Fernando Savater, ‘viva yo’. Aun podíamos añadir algo evidente —pero a veces no hay nada menos evidente que lo que está a la vista de todos— a esa aclamación terminal de entusiasmo por sí mismos: ‘viva yo que he matado’.