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Vida de Andrés

 

 

Andrés dice tu gafete del Costco

así te llamas, así te pusieron

en tu natal Montería, Medellín

Bogotá, Montevideo, Santiago:

ciudades que no son tales:

países que tampoco lo son

apenas bien engrasados cañones

que lanzan por los aires del exilio,

del destierro y del perenne desarraigo

a sus gentes, a sus pobladores

a veces a sus mejores y más frágiles almas

a vagar en pena por esta vida que nadie

nadie les vendió ni siquiera como falsa promesa

 

Mientras levantas del piso los estropicios

que dejan a su paso por el Costco los clientes,

niños adultos mamás papás abuelas solterones

transterrados, como tú mismo, Andrés

seres distraídos provenientes de otro planeta

que no es este país todavía desconocido

a pesar de los 10-15-20 largos inviernos siberianos

vividos y soportados vaya dios a saber cómo

 

La cabeza aquí, las ideas allá, limpiando la caca

industrial y los detritos cuasi humanos del Costco

con qué facilidad y en un micro segundo de distracción

caes, Andrés, en el tétrico pozo sin fondo de la memoria

y aparece mamá, la casa de los abuelos, la insurrecta y verde

vegetación que en estos páramos son hielo macizo, viento helado

 

Sigues fregando los pisos del Costco y miras a tu alrededor

reconoces los rostros de la desdichada dicha de estar

y no estar en un lugar, en una ciudad que no es la tuya

ciudad alejada de todo, de tu fracturada memoria

pedazos de hielo que se desgajan y vuelven a pegar

por siempre, para nunca más, porque mejor es vivir

en el presente: allá atrás ya no te encuentras, te pierdes

 

Mejor así, Andrés, la cómoda vida que esperabas

oficinista, contador público, alguien conocido en tu ciudad natal

simplemente no ocurrió: pasaron otras cosas

vino el exilio, salir de prisa y en silencio del país

pasó el Costco, donde nos encontramos y donde

te escuché decirme en silencio: oiga Bruno, a usted y yo

la suerte, mala o peorcita, nos llama a morir bajo este cielo extraño

y nadie, empezando por nuestra extinta tribu, los rastros perdidos

entiéndase nuestros propias familias fantasmas, nadie se acordará

así que ande, Bruno, no lo piense tanto, tome su mope y ayúdeme

a fregar los pisos, que esta vida de Costco rebosa en mugre y porquería

 

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