literaturaconciencia
el blog de José Mª Rodríguez Matarredona
Nada más lejos de las intenciones de este blog que enfrentar a los partidarios de las ciencias con los de las letras, pero no queremos volver la espalda a la realidad: los prejuicios y recelos existen, y aquí van un par de ejemplos. El primero de Carlos Barral en sus Años de penitencia con el elegante desdén que acostumbraba:
… y varios titulados en ingeniería o en carreras técnicas, caracterizados por esa expresión estólida y suficiente y la correspondiente dificultad de elocución, personajes cuya identidad se diluiría para siempre…
Y en sentido contrario también (porque como cantaba aquel, de Algeciras a Pontevedra, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra), aquí tenemos a Eloy Tizón en su libro de relatos Técnicas de iluminación.:
Se besaron en los labios con ternura, su mujer era maravillosa, olía a tubos de ensayo, a laboratorio clínico, a sala de hospital recién desinfectada, él no era bueno con las metáforas. Nunca se le habían dado bien aquellas cosas poéticas, Almeyda es científico racionalista, pragmático, a sus ojos el arte y la literatura eran extravíos propios de débiles mentales. Comparado con la neurobiología, todo es juego inofensivo y carreras de sacos. Una exótica pérdida de tiempo. Dos o tres veces había intentado leer una novela, nada, era imposible, se le caía de las manos a las pocas páginas. Suspiros, debilidades, enredos, sensibilidad enfermiza. Un alma fuerte no necesitaba de semejantes sucedáneos de vida.
Creo que ambos textos son altamente ofensivos y apuntan donde más duele. Lo cierto que el texto de Tizón es tan severo que quizá merecería mejores argumentos que la inutilidad, la exótica pérdida de tiempo.