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Anotaciones sobre literatura hechas en un viaje de 480 horas y 2.584 kilómetros por Perú y Ecuador

La historia es harto conocida, Andrés Caicedo va a Estados Unidos con la idea de vender sus historias y la realidad le choca en la cara, no es tan sencillo. En carta le escribe a Rosario, su hermana: “¿Hasta dónde tiene que buscar un hombre? Digo, para sentirse que está donde pertenece”. Y esto es contradictorio. Está bien el cine, estar en esa especie de centro, pero todo lo demás es un fracaso. Esto importa porque toda historia es en realidad dos, como lo piensa Piglia, sólo que aquí una es de satisfacción y bienestar; la otra de fracaso. Es de esto que va toda la historia del viaje a Perú que realicé, todo lo que vi y conocí. Es sobre este ambiente ferviente de publicaciones independientes y trabajos editoriales solitarios que emergen. Sobre el movimiento Hora Zero de los setenta. Sobre caminar el desierto con un libro de Jorge Pimentel. Sobre las conversaciones que tuve con los autores jóvenes que conocí. Todo esto es la satisfacción, como la de Caicedo. Lo demás es fracaso; la enfermedad, la falta de dinero y el cansancio. Pasé por Quito, en Ecuador, Pucallpa y Lima, en Perú. Y esto no es una crónica específicamente, son anotaciones de lo que vi y pude recoger. De las conversaciones que pude tener con personas que conocí a través de internet desde hace tiempo. De las entrevistas que pude hacer a los autores que de alguna forma aprecio.   

 

 

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La literatura florece y se disputa en todas partes. Está viva. El conjunto de sus relaciones es algo valioso y que se pierde con el tiempo. Bolaño cuando escribe sobre Ave Soul de Jorge Pimentel, recuerda que parte de la influencia para crear a los Infrarealistas fue la lectura de la entonces joven poesía peruana, el movimiento Hora Zero. Fueron estos los que en parte parecen haber dado a luz a La Red de los Poetas Salvajes en México. Y es la lectura de estos, lo que provocó de nuevo una revitalización en la poesía, esta vez gracias a internet, en gran parte de Latinoamérica. Este tipo de dialogo entre Perú y México nos ha dado lo mejor de la poesía joven actual. Pensemos en El sueño de Visnú, de David Meza. El trabajo del mexicano YaxKin Melchy al editar la obra Splendor, de Enrique Verástegui, sólo es una forma de confirmar cómo el trabajo solitario e independiente es fundamental para la literatura. Y esto sólo es un atisbo de algo a lo que volveremos. No mucho se escucha de Enrique Verástegui, Jorge Pimentel, Tulio Mora o Juan Ramírez Ruiz en Colombia (u otros países). Lo que había conocido había sido por blogs o uno que otro archivo que llegaba a mi bandeja de entrada. Y una de las cosas que deseaba era poder escuchar sobre este movimiento literario, el de Hora Zero, porque como lo notaba, había influenciado a gran parte de los autores que sigo. La lectura de Ave Soul, de Jorge Pimentel (Lustra Editores, 2014) una noche en que moría de tos valió todo el viaje. Pararme en Pucallpa frente al río Ucayali, en el mismo lugar en que dicen Ginsberg estuvo de pie leyendo su poesía, fue divertido. Porque este tipo de encuentros hacen que las relaciones de la literatura salten del papel. Se hagan más reales.

 

 

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En Quito conocí a Juan Romero Vinueza, uno de los editores de Cráneo de Pangea, un blog que sirve como antología virtual de poesía joven. Su trabajo se comprende entre muchos similares y entre los que sobresalen el New Wave Vomit, editado por Ana Carrete, y el blog Tenían veinte años y estaban locos, editado por Luna Miguel. Juan Romero Vinueza vive en Quito, pasé por aquella ciudad por un par de días mientras iba de paso a Lima. En una larga charla me habló de los autores jóvenes ecuatorianos, del panorama creciente de editoriales independientes. Destacamos a El Fakir, una editorial nueva creada por Gabriela Alemán en la que se reeditó recientemente al escritor colombiano Hernán Hoyos. Y a Pablo Flores, un poeta extraño dentro de la poesía latinoamericana, en la que lo científico se mezcla con el lirismo. Quizá similar a lo que ha hecho Fernández Mallo en algunos poemas. Sin embargo Pablo Flores siempre toma caminos mucho más arriesgados en el lenguaje. Tiene la fuerza de la poesía de Yax Kin Melchy o David Meza, aunque mucho más raro. No faltaron nombres como el de Ernesto Carrión u obras tan divertidas como Escúpeme en la verga, de Fernando Escobar Páez. 

 

 

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Las editoriales o autores independientes difícilmente llegan a estar en la prensa de la forma como se ve en España o Argentina. Sin embargo el gran trabajo de Franco Osorio y su equipo en la primera edición de la Anti-Fil que se desarrolló en Lima del 13 al 17 de julio pasado demostró que es posible dar visibilidad a esto. Que es posible generar debate público en relación a la literatura de un pueblo y dar una mirada a los creadores que por lo general se les deja fuera del debate público. Y aunque la Anti-Fil se veía como una contestación a la Feria del Libro de Lima, que comenzaba por los mismos días, hay que notar que el panorama editorial independiente es muy importante para esa maquinaria mucho más fuerte y oficial, así que no está de más entender que una nutre a la otra a pesar de todo. Sin embargo, la Anti-Fil no sólo contó con una gran exposición de autores jóvenes, presentación de revistas literarias y libros independientes. Sino que fue lugar de homenaje para Rodolfo Hinostroza, o Enrique Verástegui, de quien además se presentó su obra Splendor. Una obra de más de mil páginas en las que se explora la poesía y los géneros literarios. También se rindió homenaje a Jorge Pimentel. Así que toda esta poesía lejos de ser underground y sin futuro habla del tipo de relaciones que crea un país en su literatura. Cómo los jóvenes conviven con los autores consagrados. Cómo se construye tradición. Y esto es en extremo importante para la creación literaria. Cuando estuve hablando sobre literatura colombiana con quienes se interesaron no podía sino anotar las explosiones de algunos autores que aunque son buenos, pocas veces responden a lo que responden los autores en Perú. Ellos contestan y beben de Hora Zero, de la estética Conversacional y el Neobarroco. En Colombia algunos siguen repitiendo a los Nadaístas, sabiéndolo o no, y los otros repiten las fórmulas de Carranza hasta Piedad Bonnet. Y no está mal beber de ahí, pero no proponer nada es el gran error. Sólo pude hablar de una que otra cabeza visible, que lo es no por lo espectacular de su fuerza, sino por su capacidad para dialogar y ubicarse dentro de una tradición, como Damián Salguero con la poesía del Cauca o Felipe López con la de Medellín. Y la literatura increíble de Andrés Felipe Uribe Cárdenas. Quizá está demás decir que Colombia tiene figuras más relevantes en la narrativa, y esta es la idea que todos tienen, y la tuve yo también al ver la forma cómo unos autores muy jóvenes eran tan conscientes de la literatura de su país que fácilmente dibujaban los cambios estéticos y sabían, además, qué tomaban y qué no de cada lugar. Esto no lo he visto en Colombia de forma tan fuerte. Y es esta fuerza la que alzó a la Anti-Fil. La importancia de este evento en Lima demostrará que un panorama independiente sólo necesita reconocerse como tal, unirse y crear espacios para desarrollarse.

 

 

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Tuve oportunidad de hablar con Valeria Román Marroquín. Es joven. Tiene 17 años. Pero su poesía goza de madurez y de una calidad impresionante, no por su edad, sino por lo certeros que se vuelven sus poemas. No sólo la fuerza de la tradición peruana está en ella, sino todo lo nuevo que ha emergido de los autores recientes de internet, México y Estados Unidos. Valeria ocupa un lugar entre la argentina Caterina Scicchitano, el español Óscar García Sierra, el mexicano Martín Rangel y la colombiana Alexandra Espinosa. Autores que tienen un tono en el que se mezcla un tipo de aburrimiento y nihilismo que suena divertido y reflexivo, en los que el sexo es cotidiano y camino a otros sentimientos como la soledad o la frustración. Pero también como mencionó Valeria en nuestra conversación, hay otra poesía, como a de Pablo Romero, de Argentina; o Rosa Berbel, de España; Alejandra Lerma, en Colombia, o Jesús Montoya, en Venezuela, que es mucho más lírica y rica en el uso del lenguaje. Y esto es lo que sorprende y quizá lo qué más comenté en las conversaciones que tuve con Kevin Castro, autor de Los tiempos jurásicos (C.A.C.A. editores, Perú) y Norcorea (Neutrinos, Argentina), básicamente estamos viendo cómo gente muy joven nace y se da a conocer en internet y logra crear obras impresionantes. Y aunque parece que son sólo autores vacíos de la red, no importantes, el número de publicaciones en papel que se han llenado con sus nombres es importante y valioso.

 

En los últimos años se han editado un gran número de antologías con estos autores: 1.000 millones de poesía, editado por el Festival de Poesía de Rosario, Argentina; Mil novecientos violeta, editada por el Gaviero, España; Pasarás de moda, editada por la Editorial Montea en México; 90 revoluciones, editada por la Mecánica Giratoria, en Ecuador; Los reyes subterráneos, editada por La Bella Varsovia, España, o la que Jorge Vargas Prado prepara junto a Noah Cicero en la que autores peruanos y norteamericanos, con traducciones el español, el inglés y el quechua, comparten páginas. Esta se presentará en la próxima Feria del Libro de Cuzco. Y esto sólo es la punta del iceberg. Así que aunque parezca que nada sucede, todas estas pequeñas explosiones que acontecen en internet y en fanzines en realidad tienen su efecto. Esto es valioso. Y en Perú el círculo editorial independiente ha tomado fuerza.      

 

 

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En una mesa, luego de andar con mi maleta y sin dinero por el centro de Lima, me encontré con Kevin Castro, Jorge Castillo, Jesús Levano y otras personas que recién conocía. Todos de alguna forma vinculados al panorama editorial peruano, editores o escritores. Las botellas de cerveza venían llenas y se marchaban vacías en medio de la lectura de Jesús Levano, de Héctor Hernández Montecinos. Estábamos en una mesa del bar El Monarca y la lectura en voz alta llenó el lugar. Luego salimos a bailar y de alguna forma la discusión literaria emergía en medio de cualquier lugar. Sucedió esa noche en Lima y también en Pucallpa, mientras caminábamos buscando una laguna en la cual nadar. Todo esto se podría ver como un fragmento de Los detectives salvajes, pero prefiero resumirlo en los versos de Fogwill en relación a los malos poetas. En verdad es difícil saber si todo esto que se disfruta o estas pequeñas explosiones de energía y literatura serán significativas, o si se está construyendo la gran obra entre los autores que conocemos a diario. Pero en el conjunto de ellos vive la poesía. En la reunión y el diálogo. En la comunicación y el giro, como el de una pareja que baila y es aplaudida en un bar por las putas viejas y hombres cansados que lo llenan. De alguna forma esto es poesía; como son estos viajes y fracasos, la vida.       

 

 

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Generación Cochebomba es una novela escrita por Martín Roldán Ruiz, una novela de culto peruana que habla de la juventud, el desarraigo, la violencia y la música de los años ochenta. Escrita casi de forma testimonial y con construcciones interesantes en algunos capítulos cuando hablan un él y ella. Dos figuras que simbolizan al pueblo y la revolución. Como si fuera un tipo de conciencia por encima de la historia de Adrián R. y sus amigos. Conocí a Armando Alzamora, editor de Colmena Editores, encargada desde hace algunos años de la edición del libro de Roldán Ruiz, y pude compartir con él algunas palabras. Parte de la narrativa peruana también vive gracias a estas editoriales. La novela es buena en realidad. Y es reflejo de los años fuertes que vivió el Perú, de la misma forma que gran parte de la postura y construcción que se dio dentro del movimiento Hora Zero se hizo de forma contestataria y reflexiva frente al Perú de los setenta. Oviedo, en el prólogo que hace a Estos 13 (Mosca Azul Editores, 1973) habla de esto definiéndolo: “El trasfondo ideológico de Hora Zero, por ejemplo, es una desconcertante mezcla de un nacionalismo vagamente aprista y de extremismo izquierdista, de los métodos de provocación vanguardista y de la vieja bohemia romántica de la adhesión a la revolución mundial y de un individualismo narcisista, del activismo militante de los guardias rojos y del vagabundeo de tribu hippie”. Esto a través de sus manifiestos, sus declaraciones. Y este tipo de posturas e ideologías se vuelven contradictorias en la actualidad. Se mantiene la intención en mucha de la poesía joven en el Perú, pero el camino estético busca algo más. Y lo que era salvaguardar una identidad se hace una mezcla globalizada de múltiples formas de pensar. Esto no es un peligro. La literatura es literatura no porque sea de Perú, Colombia o México, sino porque es literatura. 

 

 

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Una de las conversaciones más interesantes la tuve con YaxKin Melchy en torno a una cierta moral de la literatura. Él se encontraba en un resguardo indígena en Pucallpa haciendo el ayuno para tomar la ayahuasca. Cualquier lector puede sentir algo en la literatura, algo que es como una liberación o reflexión. También la fuerza y la violencia. Suele definirse esto como “los mundos posibles” de la literatura, o la vivencia de otros mundos. Esto puede ser cierto, sin embargo YaxKin, influenciado por el pensamiento de los indígenas, piensa que el efecto de la palabra es real. La literatura tiene poder de hacer bien o mal. Tiene poder para mostrar las contradicciones de un pueblo y quizá ayudar, hacer bien a quien se refugie en ella, pero también tiene el poder de seguir reproduciendo una forma de pensar, de reproducir la violencia que ese agolpa en nuestras sociedades. Esto hace del escritor un ser comprometido con su entorno. Quiéralo o no. Casi de forma inconsciente. Pero lo que si se pregunta YaxKin es cómo hacer de la literatura algo que realmente haga bien, que tenga la fuerza para ser bella e impartir sabiduría o conocimiento o algo mucho más profundo, al estilo de la antigua poesía china. En la reflexión de Yaxkin, la escritura del hombre debe ser la vida de ese hombre, y no su postura frente a la vida. Y esto reflejaría muchísimo, no sólo de la condición humana, sino de lo que siembra alguien al escribir. Esto es sumamente hermoso y conflictivo. Un autor que trata de denunciar los males de la corrupción y el narcotráfico, de enfrentarse a ello, suele ser el mismo que compra drogas al dealer más cercano. Esto para Melchy es la contradicción de nuestro tiempo. Tomar posturas con la literatura frente a la vida, y no hacer de ello una forma de vida. Parece razonable, y mucho más sincero, lo segundo. La violencia en México, como en Colombia, puede mostrar cómo el arte puede servir para reproducir y servir a este enorme cliente y maquinaria. Liberar el discurso, o el arte, parece una tarea a realizar. Lo comparto casi todo, porque no sólo parece sincero, sino porque cualquier lector puede sentirlo al leer un libro. Puede ver despertado estos tipos de sentimientos que genera la letra escrita. Este tipo de poder es hermoso tenerlo en cuenta. Este pensamiento es valioso.

 

 

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No podría sacar todo lo que pude ver y conocer en los veinte días que estuve fuera. La mayoría de cosas que he expuesto aquí son reflexiones hechas durante el viaje de vuelta o que anoté en una libreta que llevaba conmigo. Parte adicional se registrará en el blog de Entrevistas breves con poetas repulsivos. Otras cosas, como reseñas de los libros que me traje, ampliación sobre otras cosas, quizá ocupen espacio en distintos blogs. Esto lo he escrito para este momento. De alguna forma todo esto es bueno aunque no sea capaz de mostrarlo o anexar todo lo que quisiera mostrar. Porque son horas de grabaciones y montones de notas y lecturas. Tampoco he querido poner links, como suelo hacerlo, porque no hay un lugar en específico en el que puedan encontrar información sobre estos autores. Y quizá sea más provechoso que tomen un nombre y se dirijan entre los buscadores a que yo les señale una ruta. Porque es lo más parecido a vagar el desierto de un país leyendo la poesía y narrativa que vayan encontrando en el camino.

 

 

 

 

[Nota del editor: los enlaces fueron puestos por fronterad porque creemos que facilitan pistas valiosas para continuar el viaje].

 

 

 

 

Didier Andrés Castro (Bogotá, 1986) ha sido recogido en la antología de poesía Pasarás de moda (Editorial Montea, 2015). Ha escrito para diferentes blogs y medios. Lleva el blog New Spleen, en el que recoge relatos de autores jóvenes, y es co-editor en Fuck (L)it, blog de narrativa. Escribe en muuumuuum.blogspot.com y ddrandres.blogspot.com.  

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