Voy al último pueblo de Polonia, en la frontera con Bielorrusia. Falling in love. Habla (conmigo en inglés) y canta en ruso y seguramente sueñe, tiene una bolsita de plástico donde guarda el otro par de pendientes que tiene. No recuerdo el color de los ojos con exactitud. Hemos compartido su casa, entreabierto la ventana por la noche, aventuras, comprado postales…
Voy solo (aunque el tren va lleno y hay muchas personas de pie sin poder sentarse).
Ella no está, está con un español, de viaje juntos por el oeste de Andalucía o el sur y el este de Portugal. Yo soy español, del centro, a 55,5 km de Madrid, Vega. Córdoba es bonita, las callejuelas de Córdoba son como sus dedos y los interiores (cuerpo, armario y mirada), ella está por España con el cordobés y a veces me acuerdo de aquella ciudad y el río Guadalquivir y el río es beber agua en los parques con ella.
Ahora estarán en Elvas, desde Badajoz, o Tarifa Tánger…
Somewhere.
Terespol está en la frontera con su país, quisiera cruzar, Брест Брэст, ir a un pueblo y luego a otro más, visitar su casa de verano con escalera por fuera, comer y beber sopa con té, hacer el amor con el telediario de fondo y ruido, un cuento antes de dormir en el que una araña comparte el hogar, esperar, llenar el depósito de gasolina, llegar al lago gigante, mirar por la ventana porque la niebla nos va a envolver muy pronto, o ella se pone a trabajar y yo me visto para salir y las zapatillas.
Dicen que es muy arriesgado, risky, problemático, político, la guerra, war.
Ahora estoy en el tren a Terespol.
Чо́рнае мо́ра.
Voy a acercarme todo lo posible, quizás pueda ver su país desde Terespol, vislumbrarla, imaginarla al otro lado, encontrarla, beso, lejos, ahora.
En el tren, frente a mí, hay una madre con su hija, la niña tendrá unos cincos años, bebe un zumo y antes dibujaba, tiene la mirada más despierta que he visto, la observo en el reflejo de la ventana (atardece y anochece, atraversamos Mińsk Mazowiecki y Mrozy) y ella flota en el aire y en el viaje.
Vuelve a dibujar, muy concentrada