Antonio Elorza y yo coincidimos en varios cursos de Políticas (lo digo así porque yo acabé la carrera con tales idas y venidas que nunca supe cuál era mi promoción). Él sabe infinitamente más que yo de constitucionalismo, de historia política… de casi todo. Pero no tiene ni idea de percebes, de percebeiras, ni de rías gallegas. Acabo de descubrirlo. Ahí te he pillado. No me extraña, la verdad: no se puede estar a todo.
El sábado día 1 publica en El País el artículo de opinión La miseria de la razón. Cuenta que un participante en un debate electoral (en 2008) le dice al salir: “No tiene remedio. Este Rajoy es un carca de los pies a la cabeza. Más triste que una percebeira de la Ría de Pontevedra” . Y el propio Elorza añade: “En clave de humor, el retrato es ajustado, pero conviene añadir que ese aire tristón y dubitativo le viene muy bien al presidente….” (las cursivas son mías). A ver. Vamos por partes.
Uno.- En la Ría de Pontevedra no hay percebes; ni allí ni en ninguna de las otras rías; los percebes se arrancan de rocas muy batidas por las olas, frente al mar abierto, y no de todas.
Dos.- Es nebuloso ese término de “percebeira”. En realidad, hay muy pocas mujeres dedicadas a ese peligroso oficio (aunque haberlas haylas), y no se tiene noticia de que sean especialmente tristes (¿?). Desde luego no lo parecen las aguerridas y organizadísimas mariscadoras de esa y de las otras rías, que en el verano no nos dejan coger de la arena ni un berberecho de recuerdo… A ver si aquí estamos confundiéndonos con las mejilloneras de las rías (aunque juraría que estas instalaciones no parecían especialmente tristes la última vez que las vi…).
Tres.- El interlocutor de Elorza añade prejuicio a la ignorancia, pero mi colega politólogo le compra las dos cosas cuando encuentra “ajustado” el retrato, y aún más, lo enriquece con “ese aire tristón y dubitativo” de Rajoy que inevitablemente contagia por prolongación a esas pobres mariscadoras fantasmáticas, que además de buscar percebes (sin ningún éxito, por supuesto) en la ría de Pontevedra, son tristes, y, ainda mais, ¡dubitativas!
Admito que llegué a pensar si lo de la tristeza percebeira lo usaban con un sentido irónico/paradójico (tan triste como ¡intentar sacar percebes de la ría!), pero lo descarté por alambicado. Y además porque lo de feminizar el oficio canta mucho a ignorancia. Así que me reafirmo: no sólo Elorza, el otro también tiene un lío con los percebes.
Pues ea, ánimo, nunca es tarde para aprender.