Aquel martes 12 de mayo hace hoy diez años llegué a casa del colegio sobre la una menos diez. Recuerdo abrir la página web de la revista Efe Eme y ver que había fallecido a los 51 años Antonio Vega. Yo tenía entonces 15 años y fue la primera vez que moría alguien cuya obra artística admiraba profundamente, o al menos la primera vez que era lo suficientemente mayor como para ser consciente. Había escuchado a Antonio Vega desde muy pequeño por la influencia de mi madre. Mis padres empezaron la universidad en Madrid a finales de los setenta, al mismo tiempo que Antonio Vega empezaba a darse a conocer con Nacha Pop. De hecho, compartieron facultad con Antonio Vega aunque nunca llegaron a conocerle.
Hay dos discos de Antonio Vega que recuerdo con especial cariño. El primero es Básico, un álbum en directo en el Círculo de Bellas Artes donde interpreta en un formato intimista algunas de sus mejores canciones. Encontré ese disco por casualidad en una de mis primeras expediciones a las estanterías del salón donde mis padres tenían sus libros, el equipo de música y algunos discos. Además de El sitio de mi recreo, seguramente una de las canciones más especiales jamás escritas en castellano, ese disco incluye también algunas de mis favoritas, como Esperando Nada, Atrás o Seda y Hierro. Mi parte favorita de Esperando Nada es la estrofa que viene antes del último estribillo y creo que resume a la perfección el universo de Antonio Vega.
Me perdería de pie esa sensación
de encontrarme con las cosas por segunda vez.
La oportunidad de buscar en los
cajones un recuerdo que amar.
Y paso tanto tiempo que llegue
a ver sombras en color.
Y creció a mi lado como un árbol
toda una ilusión.
Otro de mis discos preferidos de Antonio Vega es 3000 noches con Marga. Se publicó en 2005 y es el último álbum completo que grabó en un estudio. La mayor parte de las canciones fueron escritas después de la muerte de Marga, la pareja sentimental de Antonio; sin embargo, no son canciones especialmente tristes sino que dejan entrever una cierta luz al final del túnel. Las guitarras suenan contundentes y hay pasajes instrumentales excepcionales, como el final de Caminos Infinitos o Te espero.
Te espero porque volverás,
tal vez me dé la vuelta un día
y estés tú detrás.
Te espero porque se quedó
en el tintero la promesa de un mundo mejor.
Creo que 3000 noches con Marga es uno de los discos que me hicieron aficionarme a la música (otros fueron Ajuste de Cuentas, de Quique González, Fin de un viaje infinito, de Deluxe o Demolition de Ryan Adams). Recuerdo escuchar Pasa el otoño, el primer corte del álbum, una y otra vez en la minicadena de mi habitación un otoño. A veces llegaba a casa del entrenamiento de tenis y mis padres no habían vuelto de trabajar. Mi hermana se había ido a Madrid a la universidad y pasaba más tiempo solo en casa que antes, lo cual hizo que escuchase más música. Yo estaba en plena adolescencia y mis hermanos vivían en Madrid. Me daba mucha envidia todo lo que contaban. En una parte del estribillo de Pasa el otoño Antonio Vega canta “quiero escuchar, crujir las hojas al andar, una vez más, porque el otoño pasa en Madrid”. En lugar de “porque el otoño pasa en Madrid” yo solía cantar “ver que no todo pasa en Madrid” para lidiar mejor con el hecho de que todavía me quedaban unos cuantos años para irme a estudiar a Madrid.
La primera vez en mi vida que fui a un concierto motu proprio fue para ver a Nacha Pop con mi hermano en el Palacio de los Deportes en Madrid el 26 de octubre de 2007. Me impactó mucho el deteriorado aspecto físico de Antonio Vega pero cuando empezó a sonar el arpegio de Antes de que salga el sol y Antonio cantó la primera estrofa su aspecto paso a un segundo plano. Antonio Vega interpretó aquella noche las canciones con pasión y profesionalidad, y se reivindicó de nuevo como el gran guitarrista que siempre fue. Fue el primer concierto de los cientos que han venido en los próximos años y hoy me preguntó si mi afición por la música, especialmente por la música en directo, se hubiera desarrollado de igual forma si no hubiera visto a Antonio Vega con 14 años. Antonio se fue demasiado pronto pero diez años después nos siguen quedando sus canciones, su mejor legado.