Si Tolstoi o Dostoievski no hubieran leído la biografía de Alexander Herzen, su impresionante Pasado y pensamientos, no hubieran existido La guerra y la paz ni Crimen y castigo. O tal vez sí: dos versiones muy dismunídas de ambas novelas.
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El momento en que se jodió la humanidad fue en junio de 2019: ese preciso instante en que las cámaras registraron una cola de varias decenas de montañistas, esperando para subirse a la cima del Everest. Dice Pedro Mairal que al ver la foto pensó, como en ese libro de Fernando Ampuero: «paren el mundo que acá me bajo»
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Hay una escena similar a la del Everest al comienzo de The Gold Rush (1925). Charles Chaplin se trajo desde ciudades cercanas algo así como 500 extras, entre desamparados y vagabundos, a quienes se les pagó para que subieran a la montaña en una fila ordenada. Esa escena estaba inspirada en unas estereografías que Chaplin vio por primera vez en la casa de Mary Pickford y Douglas Fairbanks.
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The Gold Rush hay que verla en versión muda. Chaplin hizo una versión hablada en 1942, que fue un éxito de taquilla, pero eliminó algunas de las escenas más interesantes. Como la última: ese beso de Charlot con Georgia, donde Chaplin mueve los dedos como diciendo: «Toma la foto, ya que importa» debe ser uno de los desenlaces mejor logrados de toda su cinematografía.
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Que la versión muda sea mejor no quita el talento de Chaplin como músico. Un pariente, al enterarse que Charles se metía de director, dijo: «El mundo se perderá a un gran compositor». Chaplin compuso toda la música de sus películas, desde City Lights (1931) para adelante. Nunca supo leer una partitura pero tenía talento para componer en el piano. Y era un buen violinista.
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David Lean era uno de los ídolos de Steven Spielberg. Después de ver Lawrence of Arabia uno entiende todo lo que el cineasta de Arizona le ha copiado al gran inglés. Si alguna escena vale la pena en la cinematografía de Spielberg, es por algo que le copió a Lean. Spielberg pagó su deuda convirtiéndose en productor de la versión restaurada. En esa versión es que reaparecen los anteojos de motociclista colgados entre las ramas, escena que los productores gringos habían eliminado para acortar el tiempo de proyección en los Estados Unidos.
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Omar Sharif pensaba que si, en esas batallas épicas del filme, él se caía del camello, los extras le pasarían por encima. Así que se mandaba amarrar a la montura antes de cada escena. Sharif era ya famoso en Egipto cuando un productor le ofreció un papel secundario en Lawrence of Arabia. Pensó en negarse pero aceptó tomar el avión hasta el casting en Jordania sólo para conocer a su ídolo: David Lean. El director quedó tan impresionado que le dio el papel de Alí.
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En 1963, antes de empezar a rodar su nueva película, Satyajit Ray quiso hacerle la prueba a una joven que había visto en la película de otro director y mandó a sus asistentes para que la invitaran al casting. Ella era pobre y vivía muy lejos, al norte de Calcuta. El costo de la carrera hasta la casa de Ray le iba a costar una fortuna y pensó en no ir. Felizmente los enviados de Ray, ya en camino de regreso, pensaron en ese detalle, volvieron a la casa y le dejaron a la madre el dinero para el taxi. Y así Madhabi Mukherjee se convirtió en Arati, en The Big City, uno de los papeles femeninos más hermosos de la historia del cine.