Lamentablemente, Argentina ha votado contra los derechos de los pueblos indígenas, en un claro desprecio y racismo a otras culturas ancestrales que se encuentran en territorio argentino cientos de años antes de que naciera como país independiente.
La asamblea celebrada el pasado 4 de noviembre, en la que se votaba en la sede de Naciones Unidas una nueva resolución en apoyo a los derechos de los pueblos originarios por parte de 168 países, sólo Argentina ha votado en contra. Francia, Laos, Lituania, Mali, Rumania, Bulgaria y Eslovaquia se han abstenido.
Los pueblos Qom, Peligás y Wichi situados al norte de Argentina en la provincia de Formosa, están olvidados por la administración, ante un Gobernador criollo que lleva 38 años en el poder y donde la humillación hacia los indígenas es una política continuada. Se les expulsaron de parte de sus tierras, negándoles lo más fundamental para sobrevivir, el agua, teniendo que ser llevada a las Comunidades por camiones cisternas municipales para que sean dependientes, en lugar de realizar pozos donde se pudieran surtirse del imprescindible líquido para la vida. No tienen acceso a una justicia justa, ya que para todo les piden un dinero que no tienen. Su salud es precaria. Temen ir a los hospitales si caen enfermos y no tienen acceso a una sanidad pública en condiciones. No les dan trabajo cuando lo solicitan y después los llaman vagos por no querer hacer nada. La sociedad argentina mira hacia otro lado. No los consideran ciudadanos argentinos con pleno derecho y solo recurren a ellos en las elecciones, donde muchos de ellos son engañados en beneficio de los políticos de turno.
Esta misma situación lo padecen otros pueblos originarios de Argentina como los Mapuches. Existe un olvido generalizado por parte de la cámara alta de la nación argentina que consta de 72 senadores, tres por cada uno de los distritos autónomos que integran la República. Por parte del Poder Judicial ocurre lo mismo, no existiendo un organismo dentro de la justicia que pudiera atender a las violaciones de los derechos humanos de las comunidades indígenas de forma gratuita, sin que puedan ser engañados por las administraciones y poder ser representados en la defensa de sus intereses como argentinos y como pueblos indígenas amparados por los organismos internacionales.
El líder indígena del Pueblo Qom, Félix Díaz junto con el apoyo de miembros de otros pueblos originarios, lleva años luchando por la dignidad de sus pueblos, en contra de las injusticias que se están cometiendo ante la ceguera de unos políticos que los ven no como ciudadanos argentinos de pleno derecho, sino como un obstáculo que hay que apartar de la vista, como un problema molesto que no quieren abordar. Hace unos meses, un camión municipal de Formosa se salió de la carretera estando vacía intentando atropellar a Félix que regresaba andando a su Comunidad. Sus reflejos le hicieron apartarse a tiempo y el camión siguió su camino sin pararse ni ofrecer disculpa alguna. Es claro este intento de asesinato a un líder molesto que está siendo entrevistado por los medios de comunicación denunciando la realidad de lo que les ocurre.
En Argentina, la justicia está dando derechos a personas no humanas que están encerradas en zoos en sendas sentencias judiciales, como en el caso de la orangutana Sandra, la chimpancé Cecilia que fueron trasladados a santuarios o del chimpancé Johnny, que recientemente un juzgado de los civil le ha reconocido como “sujeto de derecho no humano”. Estas sentencias han dado la vuelta al mundo y son necesarias e imprescindibles para romper la barrera de las especies y el antropocentrismo que los humanos tenemos anclados en nuestra sociedad. Pero la misma justicia de Argentina olvida los derechos de los pueblos indígenas y no hay ningún sistema que pueda garantizar y canalizar sus denuncias de forma gratuita.
En lugar de tratar a los pueblos originarios con respeto por haber sobrevivido hasta el día de hoy ante tantos gobiernos, dictaduras e independencia, de haber protegido sus tierras ante los intereses de las multinacionales a los largo de cientos de años y en lugar de ser tratados con dignidad por ser pueblos ancestrales, se les paga con la burla, el maltrato, el descrédito, la ofensa y el ultraje en todas sus variantes. En algunas de las comunidades, las escuelas son simples techos de madera, estando a la merced de las condiciones meteorológicas del ambiente, haga frío, calor, viento o lluvia.
El gobierno de Argentina no ha sido capaz de al menos disimular en las votaciones votando un sí o abstención ante la resolución de la ONU que se pedía el respeto a los pueblos indígenas a su cultura en relación a la justicia, a su medioambiente y a la preservación de sus creencias espirituales, conocimientos ancestrales y lenguas. Vota con un NO bien claro, con un NO a sus derechos, con un NO a su dignidad, con un NO a la protección de las Comunidades Indígenas olvidadas, donde sus vidas se apagan ante el olvido y el acoso de las instituciones públicas, en lugar de darles el apoyo que necesitan, con un organismo claro que defienda sus derechos ante la justicia y el senado de la nación con representantes de sus pueblos como Félix Díaz.
Argentina dice NO a su propia historia. Amarga decisión de un país que se supone adelantado en el terreno de la justicia animal y niega esa misma justicia, a los pueblos indígenas que a nivel mundial han sabido conservar la biodiversidad de nuestro planeta hasta el día de hoy, en el que son expulsados de sus tierras, en un claro genocidio consentido por la comunidad internacional y cometiendo los propios estados, un crimen de lesa humanidad.